lunes, 10 de enero de 2011
UMBRALES
UMBRALES
Obscureció en mi corazón al verte pasar por esa puerta, al verte cerrarla, al sentir tus pasos alejándose de mí por la calle y que no mirabas atrás. Muchos pensamientos rondaban mi cabeza, pero sólo uno permanecía. Sabía que ya no te volvería a ver y que sólo tu recuerdo estaría aquí, sabía que mi mente y mi corazón algún día dirían basta y te dejarían ir también. Me tomó sólo unos segundos darme cuenta que tu reloj estaba ahí sobre el velador de mi habitación.
—¿Sería una excusa tuya para volver por él? ¿Para vernos otra vez?
La tarde helaba y ya oscurecía, rápidamente tome el reloj, agarré una chaqueta y salí corriendo tras de ti. Corrí por la calle pensando que te alcanzaría al llegar a la parada de buses; pero sólo pude ver tu espalda al subir a uno de ellos y luego contemplé incrédulo cómo las puertas se cerraban tras de ti.
Un oportuno taxi me salvó de volver a mi casa decepcionado. El vehículo paró justo frente a mí y comenzó la alocada persecución. Cada vez que la luz roja nos detenía, tu bus alcanzaba a cruzar la calle dejándome allí, esperando impaciente la luz verde del semáforo.
Por varias cuadras sucedió exactamente lo mismo hasta que en una parada, tu bus se detuvo y mi taxi lo adelantó; al voltear para mirar hacia atrás, vi tu figura descendiendo lentamente.
—¿Por qué aquí? ¿Por qué en ese lugar alejado de su casa? ¿Por qué en esa esquina si no era ese tu supuesto destino final?
Sin pensarlo detuve el taxi y después de pagarle al chofer, seguí corriendo tras de ti. Sólo media cuadra de distancia nos separaba y nuevamente sólo tu espalda pude ver, mientras la luz roja me volvía a detener.
Esperando impaciente a cruzar la calle, vi tu distinguido caminar entrando a un lugar con una amplia mampara.
—¿Una galería de arte? Pero visitar galerías no es algo que tú acostumbres.
Sin esperar más a que la luz cambiara, me aventuré a cruzar entre autos y bocinazos. Mi corazón estaba lleno de inquietud, desesperado por saber cómo acabaría esta aventura, hasta dónde me llevaría esta persecución.
Cruzando el umbral de la amplia recepción, no alcancé a ver la dirección que tomaron tus pasos y la inmensidad de la galería me hizo sentir perdido y sin rumbo claro para encontrarte. Sólo veía siluetas rectangulares iluminadas por lámparas, sin distinguir detalle alguno; la gente se agrupaba frente a ellas observando con detenimiento y asombro cosas que yo no veía.
Mi mente sólo deseaba encontrarte, nada más importaba en ese instante. Hasta que finalmente en una de las salas, un cuadro impactante, tamaño real, lleno de colores me sorprendió. Era una escena de película; romántica para algunos, de horror para mí.
Sus brazos estaban totalmente rodeando tu contorneada y dulce cintura, tu cuerpo levemente alzado quería despegar del suelo y volar con él. Tus labios húmedos junto a sus labios, se mantenían unidos en un apasionado beso. Cada pincelada de esa obra de arte era un puñal atravesado en mi corazón.
Mi mente nublada y atónita no precisaba qué hacer, cómo reaccionar. Tal vez nadie hubiera tenido mi reacción, pero procedí con valentía; me acerqué con mis ojos pasivos llenos de aparente tranquilidad.
—Señorita, dejó caer su reloj —te dije con voz firme.
Eso te estremeció completamente. No sólo por el hecho de escuchar una voz conocida dirigirse a ti, sino que esa voz fuera yo. Aquel que siempre te decía amor o cariño, hoy tomaba una fría distancia de ti.
Con prontitud miraste tu mano izquierda para disimular tu olvido y para esconder la realidad de aquel que estaba contigo. Tomaste el reloj y con voz cínica fingiste un enorme agradecimiento, cuando en realidad, sólo querías que no dijera nada más y para olvidar la vergüenza de tu traición.
No dijimos nada más y al pasar el reloj de mi mano a tu mano, ese último roce entre nosotros sólo me hizo sentir vacío y perdido. Mis ojos lejanos y húmedos decidieron dejarte ir por fin, y sin decir más nada, salí de la galería lleno de una sensación de angustia y melancolía.
Sabía que esta vez serías tú quien viera mi espalda salir por el umbral, para perderme entre la gente, y que mi último recuerdo de ti sería más doloroso e inesperado que verte partir de mi casa esa tarde.
Publicación Reeditada 2012
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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°
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