Nunca pensé que un simple sobre de papel me traería tantos problemas. Cómo imaginar que una carta sin remitente dejada en mi buzón, sería el inicio de esta terrible experiencia que me mantiene hoy encerrado aquí.
Esa tarde al llegar de mi trabajo, recogí la correspondencia del buzón como todos los días. Entre las cuentas y publicidad que habitualmente recibo estaba ese sobre blanco que de inmediato llamó mi atención. Al entrar a mi casa dejé todo sobre la mesa de entrada, ya casi oscurecía y el aire estaba grato para regar el patio antes de dedicarme a hacer otras cosas.
Fui a mi habitación a cambiarme ropa; al fin me sacaba de encima esa tenida formal que tanto odio. Me coloqué un buzo gris, una sudadera negra y zapatillas, y luego puse la música alta para que se escuchara desde el patio. Al son de las guitarras y tambores encontraba un momento de paz en ese día tan agotador y monótono. Siempre ha sido muy relajante para mí llevar a cabo ese ritual antes de volver a mi triste realidad.
Una vez terminada esa grata tarea, entré en la casa nuevamente y al pasar con dirección a la sala, de reojo pude ver el alto de correspondencia sin abrir que había dejado allí minutos antes. Sabiendo que no puedo evitar revisarla aunque siempre se trate de lo mismo; cuentas y publicidad, publicidad y cuentas ¡Qué asco! Uno a uno fui abriendo los sobres y una vez terminado de ver su contenido los iba rompiendo en pedazos y botándolos a la basura. Al menos así descargaba la rabia que me daba tener que hacer eso. Hasta que llegué a ese extraño sobre blanco sin remitente, que sólo tenía mi dirección al frente.
La curiosidad me embargaba, me tomé unos segundos antes de abrirlo. En su interior encontré dos hojas de papel y un lápiz grafito. El lápiz tenía forma hexagonal, sin cobertura de color sólo el tono rústico de la madera con una pequeña capa de barniz que abrillantaba su acabado, pero que se notaba algo desgastado por el uso.
En cuanto a las hojas, en la primera había un dibujo de unos ojos de mujer, era una mirada penetrante, algo tenebrosa, pero al mismo tiempo muy seductora. La siguiente hoja venía escrita y me dispuse a leerla. Pero antes de comenzar miré nuevamente el dibujo y un escalofrío recorrió mi espalda sacudiendo con fuerza mi cuerpo. Mis manos estaban temblando en una mezcla de ansiedad y nerviosismo, hasta terminar de leer su escalofriante contenido.
“Primero que todo le pido disculpas por enviarle esta carta sin remitente, pero era necesario, de otra manera no podría librarme de esta maldición. Adjunto encontrará un dibujo que más adelante comprenderá qué significa. También un lápiz grafito que es el culpable de todas mis pesadillas, pero que desde ahora le pertenece a usted. Este lápiz tiene un poder especial que sólo descubrirá al dibujar o escribir con él. No necesita saber dibujar, como le mencioné es un lápiz especial, sólo tenga cuidado y déle un buen uso.
Yo pensé que sería capaz de sobrellevar este regalo, pero es más poderoso de lo que creía, espero que usted pueda comprender que su corazón será pesado a través de él y que su verdadero yo prevalecerá. Bajo ninguna circunstancia intente destruirlo, sólo puede liberarse de él de la misma forma como lo ha recibido, sólo así se realiza la transferencia.”
Después de leer el contenido pensé que se trataba de una broma o una bien planeada estrategia de publicidad. De verdad que habían conseguido llamar mi atención. Volví a revisar detenidamente el lápiz para buscar alguna marca del fabricante, pero no encontré nada. Revisé las hojas y el sobre minuciosamente, pero no contenían nada más. Al final tomé las hojas, las rompí y arrojé los restos al papelero junto con el lápiz.
Sentí mi boca seca y mi lengua pegada al paladar, así que me dirigí a la cocina en busca de un rico y refrescante jugo de naranja. Mientras me servía el primer vaso, me dieron ganas de prepararme un sándwich, el cual me comí acompañado de un segundo vaso de jugo. Al terminar de comer seguía con sensación de sed en la boca, así que me serví un tercer vaso de jugo y me dirigí a mi habitación.
Al pasar nuevamente por la sala casi me da un ataque de la impresión. Mi mano dejó caer el vaso entre mis dedos como si se derritiera mantequilla sobre el pan caliente y se desbordara por los contornos. Los pedazos de vidrio saltaron en todas direcciones y el líquido anaranjado mojó todo mi entorno y parte de mi ropa.
No podía creer que una de las hojas que recién había destruido y botado, estaba intacta sobre el escritorio junto al lápiz. Por un instante me quedé petrificado, intentando comprender qué clase de locura era esa. Me acerqué cuidadosamente para no pisar los fragmentos de vidrio esparcidos por doquier; examiné la hoja con el dibujo por ambos lados, tratando de descubrir el secreto de lo que acababa de ocurrir.
Saqué los fragmentos de la carta de la basura y volví a leerla y me detuve donde decía —lo descubrirá al dibujar con él…
Así que arranqué una hoja del cuaderno que mantenía cerca del teléfono de la sala y aunque no era un gran dibujante, ni tenía nada especial en mente para hacerlo, comencé a hacer líneas sobre la pálida y desnuda hoja.
Al tiempo que mi mano se deslizaba por el papel, las líneas que yo hacía se acomodaban como guiadas por la mano de un artista y mi mente dirigía los trazos finales convirtiéndolo en un perfecto dibujo. Era como ver mis pensamientos plasmados con lujo de detalles frente a mis estupefactos ojos. Mi mente estaba visualizando el vaso con jugo de naranja que había dejado caer y esa era la figura perfecta que había aparecido sobre la hoja.
—Si no fuera un dibujo en grafito hasta darían ganas de tomárselo —pensé por un momento.
No terminaba de cruzar esa frase por mi mente cuando comenzaron a aparecer colores sobre los trazos negros y un naranjo resplandeciente teñía la blanca silueta del vaso. Casi se podía tomar. Luego me pareció ver un ligero movimiento sobre el dibujo y antes que pudiera sobreponerme de semejante alucinación, fue más sorprendente aún ver que el vaso desaparecía en el papel y se hacía físicamente real sobre la mesa frente a mis ojos.
Incrédulo ante tal visión y pensando que todo aquello era sólo un sueño o una alucinación, me acerqué para comprobar la veracidad de lo que mis ojos mostraban. Todos mis sentidos indicaban que aquello era real, pero mi mente se resistía a creerlo. Sentí en mis dedos la suavidad del cristal y su forma cilíndrica se deslizó por mi palma hasta sujetarlo completamente en mi mano.
Lo levanté en dirección a mi boca y a centímetros de mi cara se podía percibir su cítrico aroma que hizo que mi boca salivara abundantemente. Al primer sorbo que pasó por mis labios y tocó mi lengua sólo un pensamiento pasaba por mi mente
—Es real, el dibujo se volvió real…
Estupefacto me senté a divagar en las muchas cosas que podía hacer con ese milagroso regalo, aún cuando no sabía el alcance que ello podría tener; ni siquiera me había detenido a pensar.
— ¿Por qué motivo alguien lo despreciaría?
Las siguientes horas las pasé pensando y dibujando cosas simples como relojes, un televisor enorme y otros pequeños caprichos que fueron llenando poco a poco la sala de mi casa. El tiempo se había pasado muy rápido y el reloj ya pasaba de las doce de la noche.
Entonces me propuse dibujar cosas mayores a las ya obtenidas, algún objeto que no pudiera estar dentro de la casa. La única imagen que cruzó mi cabeza fue un reluciente y envidiable auto deportivo.
Al momento que todo el ritual terminaba sobre el papel y al ver que por suerte lo dibujado no aparecía en medio de mi sala, me asomé por la ventana y allí estaba, estacionado frente a mi garaje. No pude contener mis ganas de tocarlo con mis propias manos, de sentarme en él y escuchar su motor sonar en el silencio de la noche. Las llaves estaban puestas listas para salir y dar un paseo acompañado sólo por las estrellas.
Hasta aquí todo era un gran sueño hecho realidad. Esa noche apenas dormí pensando en las mil cosas que deseaba tener; sin embargo, sólo una frase seguía dando vueltas en mi cabeza.
—Tu corazón será pesado a través de él…
Sonaba como una maldición. Yo sabía que debería cuidarme de la codicia, no podía caer en la locura de querer tenerlo todo y sucumbir ante el afán del facilismo. Toda mi vida había sido un hombre de esfuerzo y siempre privilegié mis éxitos laborales por sobre otros intereses, incluso relegué a un segundo plano mis intereses amorosos, pero me sentía un hombre afortunado y feliz. Ya eran alrededor de las dos de la mañana y con mi mente en esas interrogantes, me dormí.
Por la mañana desperté con mucho sueño tras la velada anterior y como cualquier día común y corriente, llegué a mi trabajo a la hora y manejando mi antiguo auto para no dar qué hablar sobre mi nueva adquisición.
Luego de las primeras horas de la mañana y tras salir de una importante reunión, al fin me senté a solas en oficina. Comencé a soñar como siempre con un gran lugar de trabajo, una amplia oficina con ventanas iluminadas y un asiento mucho más cómodo. Un anhelo nació en mi corazón y un impulso sobrenatural me decía que podía tomar el lápiz y dibujar lo que quisiera.
Las líneas caían sobre una blanca hoja, al momento la imagen luminosa de una amplia oficina comenzaba a tomar forma. Los muebles lujosos, el entorno rodeado de un hermoso paisaje, todo lo opuesto a la gris vista de la ciudad que tenía frente a mí. Al terminar me quedé contemplando tal perfección, no hubo movimiento del papel ni un acto fantástico de transformación. En realidad, no pensaba que sería algo inmediato sólo proyecté un anhelo que por años había tenido y sinceramente pensé que algunas cosas estaban fuera de convertirse en realidad.
La tarde continuó su curso y las reuniones pasaron una tras otra haciendo mi día un torbellino imparable y agotador. Afortunadamente eso también hizo que sintiera menos el peso de mis pensamientos y que mi mente estuviera menos enfocada en lo que podría lograr a través de los dibujos y más en mis propios esfuerzos.
Cuando ya finalizaba el día mientras apagaba las luces de mi oficina para irme a casa, mi jefe me llamó a su oficina. Seguramente algo debíamos preparar para alguna reunión de mañana y me daría instrucciones de última hora. Siempre he tenido la mejor disposición para todos los requerimientos que me hacen, pero a veces no me siento retribuido por mi esfuerzo.
Claro que esos pensamientos serían totalmente desechados después de salir de la oficina de mi jefe y mi pesimismo había sido silenciado con la mejor noticia que jamás habría imaginado. La empresa necesitaba comisionar a alguno de los ejecutivos para hacerse cargo de unas oficinas que estaban fuera de la capital. En realidad esas fueron sus palabras, pero se trataba de una región bastante alejada.
Lo que él no sabía es que mi sueño siempre había sido alejarme de la locura capitalina y ese puesto cumplía todas mis expectativas. Para mi fortuna todos aquellos a los que se les había ofrecido el cargo lo rechazaron, era de esperarse, para quienes están casados y con hijos una decisión así es un cambio muy radical en sus vida. Sin embargo yo no dudé en aceptar ante la sorpresa de mi jefe; ahí descubrí que el poder del lápiz no sólo hacía realidad los objetos por complejos que fueran, sino que también las situaciones de mi vida.
Nunca pensé que de esa manera comenzaría a marcar un rumbo diferente y oscuro en mi vida. Cuando se descubre la amplitud de los deseos, el camino se convierte en una locura vertiginosa y la ambición rápidamente te envuelve en la oscuridad; claro que nunca me detuve a pensar en esas cosas.
Algunas semanas después, ya instalado en mi nuevo lugar de trabajo y sin nadie que me conociera, le di rienda suelta a mi ambición. Comencé por una lujosa casa llena de todas las comodidades que mis deseos podían brindar. Estaba rodeado de lo mejor, tenía un buen trabajo y me sentía pleno, al menos en lo que respectaba a lo material.
Lentamente más allá de los deseos simples y normales como cualquier persona que anhela vivir cómodamente, comenzaron a aflorar pensamientos extraños, torcidos y preocupantes. Sin darme cuenta imágenes paganas y sombrías me invadían. Temía enormemente que fuera cosa de tiempo para que dejara plasmado en el papel la totalidad de mi perversión y que el lado oscuro que todos llevamos dentro prevaleciera a mi tranquila personalidad.
Una tarde calurosa de domingo, contemplaba el florido paisaje primaveral que estallaba en multitud de colores y el perfume floral invadía mis sentidos alejados del ruido al que por tantos años se acostumbraron a subsistir. Yo estaba en el balcón de mi habitación en el segundo piso con los codos apoyados en la baranda y sosteniendo el peso de mi cabeza entre mis manos, con mi cuerpo hacia delante y la vista perdida en el horizonte.
De pronto la figura curvilínea de mi vecina rompió esa perpetuidad contemplativa de mi mirada al salir a su patio. Una fuerza tan indescriptible y poderosa nació en mí en ese momento, la deseé con locura y no podía sacarla de mi mente. Ella no era la mujer más hermosa que hubiera conocido, tampoco estaba vestida sensualmente ya que estaba ordenando y limpiando la terraza de su patio, pero ella se había apoderado totalmente de mis pensamientos.
Me senté en la habitación y con su recuerdo en mi retina, cerré los ojos he intenté dibujarla en mi mente. Sólo eran imágenes pero encendían cada vez más mi deseo, casi sentía su piel recorriendo mi piel y su calor en mí. Ni siquiera la conocía en persona, no tenía idea de sus gustos, del tono de su voz ni siquiera de su nombre.
De pronto era como un fuego desde mi interior, una obsesión enfermiza y descontrolada, una nube que cegaba mi entendimiento y mi razón. Envuelto en esa locura tomé el lápiz grafito y comencé a dibujarla, llené cada espacio vacío del papel con diferentes imágenes de ella, de su boca, su cara y su silueta. La locura guiaba mi mano descontroladamente.
Sin darme cuenta comencé a sentir una ira profunda en mi interior por no poder tenerla conmigo. Tomé una nueva hoja blanca y comencé a dibujar a su marido. A él lo había visto un par de veces antes de salir a mi trabajo. Él era el único que podría impedirme estar con ella, la rabia que había en mí fluía incontenible y las líneas poco a poco conformaban una brutal e impensada escena, donde él yacía moribundo y desangrado en el piso de su propia cocina.
Segundos más tarde se escuchó un grito con tintes de espanto que entró por mi ventana proveniente de su casa; al instante corrí a ver de qué se trataba. Mi corazón latía fuertemente, mi aliento no alcazaba a oxigenar mi cuerpo y al llegar frente a la casa de mi vecina, ella se encontraba sentada en la escalera de entrada con las manos en la cara llorando a mares.
Viendo que tenía medio cuerpo ensangrentado y sus manos teñidas de rojo manchaban su blanca cara, casi sin aliento le pregunté.
— ¿Qué te pasó?
Entre sollozos intentaba explicarme lo sucedido, pero las palabras no conseguían salir de manera comprensible por su boca. Con su mano apuntaba hacia la entrada de la casa desde donde un rastro de sangre traído por ella mostraba el camino que respondería la pregunta que había formulado. Como si realmente no supiera lo que sucedía, seguí el rastro de pisadas, cruzando el pasillo hasta encontrar la terrorífica escena al interior de la cocina.
Mientras ella estaba aseando el patio, su marido se encargaba de preparar un almuerzo especial. Yo no lo sabía hasta ese momento pero mi vecino era un aficionado cocinero de fin de semana. Por esas cosas incomprensibles se resbaló y el cuchillo que usaba en ese momento, le cercenó una arteria principal a la altura del cuello. No pudo pedir ayuda y no fue hasta que ya estaba muerto que ella lo encontró. Al presenciar la sangrienta escena ella comenzó a gritar y llorar, nada la consolaba, nada la calmaba y al ver que no podía hacer nada salió corriendo de la casa pidiendo ayuda. Ahí fue donde yo la encontré sentada.
Al ver el mar de sangre y el cuerpo sin vida del hombre, no me sentí culpable para nada, ni un poco de remordimiento había en mí. Ni siquiera podía reconocerme ahí parado indolente y frío como un témpano de hielo. Salí nuevamente al frente para hacerle compañía a ella; permanecí a su lado hasta que la casa se llenó de policías, ambulancia y los curiosos de siempre. El momento más penoso fue cuando el cuerpo del hombre era sacado de la casa, los gritos de sufrimiento y desesperación de ella inundaron la cuadra entera. Si alguien no se había dado por enterado de lo sucedido, después de esa escena seguramente ya lo sabría.
Por varios días mantuve el lápiz escondido lejos de mi vista y aunque deseaba comenzar lo antes posible a hacer cosas para acercarme a mi vecina. Por un momento mi lado humano volvía a controlar mis impulsos. Estuve en el funeral a pesar que era uno de los vecinos que menos los conocía, un par de veces que nuestras miradas se cruzaron desde nuestros patios, le levanté mi palma extendida en señal de saludo.
Pero ese deseo incontenible no se había apagado, todos los días pensaba en ella y maquinaba planes para comenzar a tener un acercamiento a ella. Semanas después que todo se calmara, volví a dibujar creyendo que podría encontrar la manera de animarla a acercarse a mí. Tras horas de esforzados dibujos y de pensar en diversas escenas de encuentros fortuitos, conseguí que llegara a mi puerta a pedir ayuda.
La puerta del frente de su casa se había cerrado y había dejado las llaves adentro, la única manera que tenía para entrar era desde el patio de mi casa. Ese tiempo fue suficiente para conversar algo más tranquilos. Ya habían pasado algunos meses después del incidente y seguramente yo era unos de los pocos, o quizás el único que no le había preguntado detalles de lo sucedido ese día. Para alguien que vive una etapa de duelo, ese gesto por mínimo que parezca es muy importante.
Cada vez que podíamos conversábamos, intenté animarla de distintas maneras; y entre tantos encuentros y conversaciones se me ocurrió decirle que en mis ratos libres me dedicaba a dibujar. Algo más interesada, me preguntó si la podía retratar a ella, obviamente mi comentario apuntaba en esa dirección y acordamos el día para que fuera a mi casa a retratarse.
El timbre de mi casa sonó a la hora acordada y mi corazón se aceleró completamente, el momento tan anhelado había llegado y la larga espera había rendido sus frutos. Era una tarde de otoño, el sol comenzaba perezosamente a bajar y el calor daba paso a un viento suave pero frío que mecía las hojas secas que aún pendían de los árboles.
Nos sentamos en la sala, ella recorrió rápidamente todo el lugar con su mirada.
—Tienes una linda casa —comentó asombrada.
—Gracias —dije orientándola con mis manos a tomar una de las dos copas de vino que había servido.
Por largo rato charlamos, el frío comenzó a hacerse notorio obligándome a encender la chimenea. Yo pensaba que hasta había olvidado el asunto del retrato, cuando se acomodó en el sillón diciendo:
—Así quiero que me retrates.
Su figura se dibujaba radiante a la luz de la sala y su ropa perfectamente plegada, era digna de ser retratada por el mejor artista del mundo. Sin embargo mis manos temblaban de la ansiedad por verla en mis brazos y de poder besar sus labios rojos, acariciar sus mejillas y desordenar apasionadamente su cabello.
Me senté frente a ella con un bloc de dibujo recién comprado y el lápiz mágico que me había encaminado hasta ese esperado momento. Todas mis esperanzas estaban puestas en ese lápiz. Sin embargo por más que me esforzaba en plasmar algo sobre la hoja blanca, no conseguía crear en ella absolutamente nada. Los trazos no se acomodaban como habitualmente lo hacían y para mi asombro y humillación, en la hoja sólo se podían ver rayas sin sentido.
Intentaba mantener la calma, sabía que si me enfocaba en algo el lápiz haría su parte como tantas veces antes. Un sudor helado comenzó a recorrer mi espalda, me serví una copa más de vino buscando la inspiración para mis pensamientos, ya que estaba claro por el estado de la hoja que para dibujar no la tenía.
—Espero que esté quedando bien —me dijo ansiosa— ya que estás tan concentrado que ni hablas y hasta veo como te muerdes los labios.
En ese momento llegué al colmo de mi frustración, no podría sostener por mucho tiempo más aquella farsa, si no conseguía que el lápiz hiciera su función perdería quizás mi única oportunidad con ella. Tanto enojo e impotencia sentía, que en un arranque de ira clavé el lápiz en medio del penoso dibujo que había hecho. Al mismo tiempo que atravesaba el papel, ella se desplomaba al suelo a un costado del sofá. Como una daga en su pecho había sido el golpe del lápiz sobre mi burdo intento de retrato.
Me acerqué rápidamente para ayudarla pero su vida ya no estaba en mis manos. Hice todo el esfuerzo posible por reanimarla pero nada daba resultado. Corrí entonces hacia la hoja de papel pero por más que intenté cambiar los trazos del dibujo, no podía revertir lo sucedido. Me di cuenta entonces, tardíamente, que la magia del lápiz no tenía poder sobre dos cosas; el amor y el don de la vida.
La desesperación me embargó, sólo maldad provenía de ese maldito pedazo de madera, sólo la perdición me esperaba si seguía vinculado a él. Sin saber qué más hacer, quise destruirlo arrojándolo a las llamas de la chimenea. Al momento de caer el lápiz al fuego, sentí como si mi propio cuerpo se estuviera quemando; el dolor intenso apenas me permitió volver a sacarlo.
Recordé entonces la advertencia sobre el legado del objeto, que por nada del mundo intentara destruirlo. Mi ser estaba ligado firmemente a él. La gracia se había convertido en maldición y me había sobrepasado, ahora la muerte y la desolación me rodeaban.
Angustiado al máximo, tomé del escritorio un sobre blanco y coloqué dentro el grafito, luego fui a mi habitación en busca del dibujo que con él había llegado. La otra carta recibida la había memorizado perfectamente antes de botarla para que nadie supiera jamás mi secreto. Al tomar en mis manos aquel dibujo, esa mirada lujuriosa parecía condenarme y al mirar fijamente esos ojos profundos, me vi inmerso en todos los tormentos que ese regalo me había traído.
Ya no me reconocía, no era yo el que veía frente al espejo. Coloqué la hoja en el sobre y lo cerré, escribí en él una dirección al azar, no me importaba adonde fuera a parar sólo necesitaba librarme de él.
Salí de la casa y manejé mi auto hasta llegar al buzón para depositar el sobre que me libraría de mi maldición, aunque no de mis culpas. Después de enviarlo me dirigí a la estación de policía para explicar todo lo sucedido; la verdad no me importaba que me creyeran o no, sólo quería expiar mi corazón, aunque no podría revertir mi destino.
Desde ese día estoy aquí recluido en este hospital psiquiátrico. No puedo cerrar los ojos sin ver las imágenes siniestras, esas líneas y bocetos que atormentan mi mente todos los días. Sólo sé que en algún lugar, alguien ha recibido mi carta sin remitente y esa maldición renacerá en la vida de aquel que sin quererla la recibió. Mi corazón fue pesado por mis actos y sumergido en las tinieblas de mi codicia y mi ambición.
Publicación reeditada 2013
(^)(^)
ø(**)ø
ø(**)ø
..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°
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6 comentarios:
*o* O ZEEA ME IMPREZIIONO LO DEE LA HIZZTORIIA UHH QUEEDEH RE METIIDA EN ESTA HIISTORIA QUE HEAVII DE VERDAD Q SII ;D
WOW KOMO SIIEMPRE GENIALES HISTORIAS CUIDATEW MUZHO Q TES IIEM BESITHOOS MIL KARIIÑOS BENDIIZIONES Y ESPERARE POR MAS DE RHUUS GRANDIOSAS HISTORIAS (: BIIEE*!^^
yo kiero ese librooooo!!!
T___T
son tan buenas tus historias!!
saludos!!
bye!
Genial Historia me encanta demasiado(L)
mui buena pues me algro lo del proyecto seguro
que saldra y sera uno de los mejores :D bueno
amo tus historias sigue asi de genial acá me pasare ;D
Besos
Cuidate mucho!
Yasna
la mato :O
:OOOOOOOO
no no
ke cosas
en una clinica psiquiatrica
que hubiera echo yo!:S
no ni idea
buena historia:D
saludos:D
atte:oscar
Hola
Hola
Espero que estes de lo mejor ^^
bueno espero que el libro salga pronto!
ojala tenga el gusto de tener uno de esos ejemplares en mis manos ^^
sin nada mas que decir, me despido dejando saludos
Atte. Dark Desire
Uf......
Buenisisma historia.....como siempre......
Me demore un poco es postiar.....pero aki toy pues amor.....
Siempre tu fiel lectora ejjejejejje.....que en realidada no sabe como llego a ser lo que ahora es.....:D ijijijiji....pero me encanta ijijijiijij
Bueno...
Tarde es cuando nos damos cuenta de que algo que nos parecia tan maravilloso, en realidad no lo es tanto.....y que al contrario solo nos ha traido desgracias....
Nos gusta soñar con lo que no tenemos y cuando hay algo que nos ayuda a obtener esas cosas que pensabamos eran lejanas...no nos medimos para nada....solo actuamos y somos felices al obtener nuestro tesoro...sin medir las consecuencias que esto nos puede traer....aki keda mas que claro....
Ya, me kede sin palabras.....
Jiijiijijijij....ya pues....besitos para ti......
Te amo muxisimo......
Xauuuuuuuuuuuu
@@@@@@@@@@@@@@...@ngelit@.
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