viernes, 27 de enero de 2012
EL EXTRAÑO TESTIGO
EL EXTRAÑO TESTIGO
Estaba solo aquella noche cálida y oscura, el ambiente alrededor me incomodaba. Una penumbra tenebrosa me envolvía y el aire seco se hacía más denso e irrespirable. Mi cuerpo flotaba contenido en una nube informe y relampagueante. Necesitaba encontrar las respuestas a los extraños sueños que había tenido. Era como una sensación subconsciente, profunda y oculta. Una relajada vivencia inconsciente. Como si fuera una placentera pesadilla a la que deseaba regresar una y otra vez.
Al cerrar mis ojos se desenmascaró una nueva sorpresa entre las imágenes latentes, otro misterio esperando ser revelado se liberó de sus ataduras y voló directo a mis recuerdos. Capítulos inconclusos de mi vida, incompletos y ocultos tras mis párpados cansados, esperando ser descubiertos.
Mientras dormía intranquilamente, escuché los gritos de ella perdidos tras un velo de incertidumbre. Permanecí inmóvil un momento sin saber de donde provenían sus agudos chillidos. Luego empujé una vieja puerta de madera, que explotó en un gran resplandor, marcando el umbral de un viaje que me transportaría mágicamente a otro lugar distante.
En ese lugar conocí a un anciano que estaba solo y oculto en la oscuridad. Se mecía tranquilamente sentado en una silla con sus manos entrelazadas. Sus ojos grises reflejaron levemente la luz del entorno sólo por un instante, luego se perdieron tras la penumbra en que se encontraba. Me pareció extraño pero confiable y me acerque a hablarle, pero antes de abrir mi boca él me dijo:
— ¿Sabes que una mujer fue asesinada aquí?...
Me quedé estático y sin respuesta. Quizá negué sin darme cuenta con mi cabeza, no lo recuerdo, porque él prosiguió su relato después de una breve pausa.
—Esto pasó hace muchos años atrás. Ella era muy joven. Sólo algunos recordamos como era y lo que realmente le pasó...
Con asombro me acerqué más aún y me dispuse a escuchar su relato atentamente.
—Fue una doble tragedia —prosiguió el anciano— la mujer fue fríamente asesinada y el eco sordo de un disparo perdido, encontró el punto final de su viaje en su pecho. El asesino también moriría... Evidentemente suicidio dijeron. Un testigo escuchó los aterradores sucesos y corrió a ver lo sucedido. Encontró a la mujer muerta, tirada en el pasto húmedo de la madrugada. Al costado estaba el hombre de rodillas mirándola, con el arma en su mano; nervioso y temblando. Llevó rápidamente el cañón a su cabeza y antes que el testigo lo detuviera, haló el gatillo cayendo sobre la mujer. El testigo corrió por ayuda… fue un horrible drama pasional.
Pero algo en su relato no me convenció del todo. Una sensación interior me hizo dudar de sus palabras.
— ¿Sabes que una mujer fue asesinada aquí?... —repitió el anciano.
Nuevamente relataba todo lo anterior, como una grabación repetitiva y sin sentido, cada detalle estaba contado de memoria, tal vez lo había narrado muchísimas veces.
Escuché un susurro perdido en la inmensidad del cielo. Giré mi cabeza hacia un costado y en segundos vi una silueta oscura aparecer tras de mí. Al volver la vista al frente, el anciano ya no estaba. Giré mi cabeza nuevamente y también la silueta se había esfumado entre las sombras.
Me incorporé sin poder comprender lo que me había relatado el anciano. De alguna manera nada concordaba con lo que personalmente conocía de aquellos hechos. No dijo nada de la carta de suicidio que fue encontrada en el bolsillo del hombre y los detalles de la posición de los cuerpos no estaban bien narrados.
¿Por qué el testigo desapareció y nadie supo quien era realmente? De cierta manera lo que contaba el anciano era lo que todos conocían de lo sucedido. Palabra por palabra era el relato que el extraño testigo se había encargado de pregonar a los cuatro vientos. Pero para mí nada tenía sentido en ese trágico final pasional. Algo parecía extraviado.
De pronto una luz me envolvió, una voz me hablaba a la distancia y me transportó en un abrir y cerrar de ojos a la casa de ella. Estaba parado frente a su puerta siguiendo rumores y reviviendo lo sucedido aquella noche. El tiempo había confundido mis recuerdos, por mucho tiempo perseguí pistas sospechosas y escuché a todos los que hablaban de ello.
Pero al llegar allí esa noche, tenía la certeza que descubriría la verdad de lo que había acontecido; ese sueño me había sumergido en un mundo de recuerdos tan profundamente, que se sentía demasiado real.
La casa había cobrado vida y las luces iluminaban mis manos mientras abría la puerta, caminaba por el pasillo hasta la habitación donde ella estaba. Sus recuerdos permanecían allí y un viento frío recorría mi espalda. Mi piel sentía las corrientes de ansiedad a través de cada poro. De manera muy extraña todas las murallas que nos rodeaban desaparecieron y volví a escuchar el grito desesperado de la mujer.
Sentí que el clamor venía de muy cerca y al darme vuelta me encontré cara a cara con ella, la observé tomar un objeto cercano y me lo arrojó con fuerza. Ella comenzó a correr por el cuarto lanzándome desesperadamente todas cosas a su alcance. Esquivando sus impulsos desenfrenados. Intenté detenerla. La empujé sobre la cama y sostuve sus manos mientras su agitada respiración zumbaba en mis oídos, ella hizo una pausa y casi llorando me dijo:
—Él lo sabe todo..., siempre lo ha sabido...
Las lágrimas brotaron surcando el rosado color de sus mejillas. Sin darme cuenta aflojé las manos y sin alcanzar a responder a sus palabras, ella se soltó de mis brazos que la contenían y salió corriendo de la casa. No lograba comprender nada de lo que estaba pasando. No recordaba haberla visto llorar tan amargamente antes, ni haber tenido esa discusión tan apasionada, sólo sabía que esos recuerdos se volvían cada vez más y más reales.
Mi única certeza es que la vida es muy corta para detenerse a observar el ayer; el aquí y el ahora cobraban fuerzas infinitas. Miles de pensamientos extraños invadían mi cabeza y mi aliento se volvía cada vez más denso, caminé hacia la puerta mientras las paredes del pasillo desaparecían a cada paso que yo daba.
Me apresuré a seguirla pero perdí su rastro en el húmedo y solitario jardín. No podía ver nada a través de la oscuridad, pero sentía el susurro inquietante del viento que me guiaba paso a paso por los callejones de la noche.
Una voz lejana sumergida en mi mente, me invitaba a despertar diciendo:
—Verás una fuerte luz que te rodea, sigue esa luz hasta llegar a una puerta; entrarás por esa puerta y una vez dentro despertarás cuando cuente desde cinco y mencione tu nombre. Despertarás suavemente y sentirás paz, abrirás los ojos y recordarás todo lo que has visto en este viaje a tu pasado, regresarás al presente en paz... Cinco... Estás relajado...
En medio de las tinieblas apareció un resplandor, tal como lo había dicho la lejana voz y comencé a seguirlo. Pero antes de encontrar la puerta, vi que ella cruzaba el patio corriendo nuevamente en dirección al jardín. Se veía triste y angustiada, sus ojos vidriosos por el llanto se perdieron de mi vista por un instante. De pronto apareció él y la contuvo con un gran abrazo. Algo me parecía familiar en su cara, aunque no recordaba haberlo visto antes, mi corazón comenzó a latir fuertemente y una sensación extraña me invadía.
Ahora iban juntos caminando despreocupadamente; yo los seguí a cierta distancia sin que me vieran, para saciar mi curiosidad. Luego llegaron hasta un parque y se pararon al borde del camino tomados de la mano. Se miraban a los ojos fijamente. Se besaron con mucha pasión, mientras yo me acercaba silenciosamente amparado en las sombras de la noche.
Ella, al abrir los ojos nuevamente, se sorprendió al verme frente a ellos y comenzó a gritar desesperadamente, yo no podía oír lo que ella me decía. Sólo veía sus lágrimas caer mientras él hacia gestos con sus manos levantadas. Yo no comprendía de qué se trataba todo ese alboroto.
—Cuatro... Debes acercarte a la luz...
La luz estaba muy lejana y yo no quería volver hacia ella hasta comprender lo que estaba sucediendo. Extendí mi mano hacia la mujer para sujetarla y vi el reflejo metálico del arma que yo cargaba en mi mano derecha. La sorpresa me invadió de golpe; hasta donde recordaba yo no traía nada en mis manos. Él se colocó delante de ella protegiéndola con ambas manos en alto, mientras el murmullo de sus voces invadía mis oídos, sin poder entender nada de lo que ambos me decían. Parecía como un enjambre de abejas protegiendo el panal de manera desesperada y agónica.
En un instante de confusión máxima, ella volvió a colocarse delante de él. En ese momento mi dedo índice se desplazó ligeramente por el frío metal y un tiro salió surcando el viento, atravesando el pecho de ella mientras gritaba. Sus párpados pestañaron levemente acusando el impacto del proyectil. Luego sus labios se detuvieron, su vista se perdía en el horizonte oscuro. Los ojos aterrados de ambos se abrían casi a punto de abandonar las cuencas de sus caras. Un silencio aterrador inundó el lugar tras el disparo, yo creo que nadie esperaba que eso pasara.
—Tres... La luz se hace cada vez más intensa...
La voz se me hacía cada vez más molesta y lejana. No me interesaba seguir ninguna luz, ni entrar por ninguna puerta, sin antes comprender lo que sucedía. Sentía que por primera vez en mucho tiempo tenía verdad muy cerca de mí.
Él la sujetó por la cintura para que no cayera al suelo. La sangre brotaba a mares manchando su vestido blanco y cubriendo la hierba de rojo. Nuevamente el silencio daba paso a un segundo tiro que salió desde el arma, silbando por el aire y golpeando directamente la cabeza de él. El movimiento repentino de su testa hacia atrás, impulsó a ambos cuerpos a caer en esa dirección...
— ¿Qué hice? ¡Oh, Dios! ¿Qué hice?
Corrí hasta ellos desesperado e incrédulo aún por lo sucedido. Permanecí de pié frente a ellos sin saber como auxiliarlos. Llevé mis manos a mi bolsillo para sacar el pañuelo que siempre llevo conmigo, pero sólo encontré un papel doblado en él. Lo abrí rápidamente y lo leí con estupor e incredulidad.
—Pido perdón por lo que hice, pero no puedo vivir sin ella y no permitiré que nadie más esté a su lado. Dejo este mundo junto a ella para encontrarnos en la otra vida o en la muerte…
Entonces comprendí todo el misterio oculto en mis recuerdos. Las aguas turbias como el lodo comenzaban a esclarecerse y mis visiones pasajeras ahora tenían el sentido de la verdad. El asesino en este relato soy yo y el extraño testigo también. Mi corazón se aceleraba y mi respiración agitada me hizo perder el aliento por un momento.
—Dos... Entra por la puerta de regreso a casa...
Muy en mi interior sabía los fríos pasos que venían después de seguirlos y darle muerte a ambos. El secreto me era revelado como una visión aterradora en mi memoria y mi respiración regresaba a su normalidad antes de volver a ser yo mismo.
Ubiqué los cuerpos en la hierba de manera que pareciera que sólo ellos estuvieron allí esa noche. Coloqué el arma en la mano de él y la nota suicida cuidadosamente en su bolsillo. Me arrodillé frente a ella y me despedí con un frío beso, mientras mis manos se teñían con su sangre aún tibia. Luego me levanté y escapé del lugar.
—Uno... Tu viaje ha llegado a su fin...
Regresé a la casa de ella y dejé todo en orden, me llevé todo indicio de que yo la hubiera conocido alguna vez. Volví rápidamente a mi patrulla y me senté pacientemente a esperar el llamado policial que daría cuenta del tiroteo. Respondí a la llamada fingiendo estar muy cerca del lugar de los hechos. Esperé unos minutos más, respiré hondo y manejé la patrulla con l sirena encendida. Al regresar al lugar de los hechos, ya era el segundo oficial en llegar a la escena del crimen y nadie descubriría jamás que yo estaba involucrado en todo ese drama.
Ahora está todo claro para mí. Tanto tiempo luchando con esos extraños sueños, pensando que sólo era una pesadilla. Y ahora este secreto revelado quedará escondido en mi conciencia y atrapado tras mis labios...
— ¡Despierta Sebastián!...
Inspirada en el disco de Dream Theater: Scenes from a Memory
Publicación reeditada 2012
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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°
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