TEATRO DEL TERROR
El día había llegado, el momento esperado por todo actor debutante se acercaba más y más. Tras horas y días de arduo ensayo, el fruto a su esfuerzo sería expuesto frente a su primer público formal. Era la culminación de un proceso de aprendizaje y el inicio de una trayectoria sobre las tablas, como se le dice al teatro. La noche anterior no había sido una compañera agradable, los nervios le habían impedido dormir bien. Una y otra vez pasaban los textos por su cabeza recordando los parlamentos y las escenas de la obra.
Después de levantarse, desayunó como de costumbre e intentó hacer del día un momento pasajero. Mientras más cosas hiciera durante el día, más despreocupado se sentiría y podría darle descanso a su cabeza. La hora del almuerzo llegó rápido, pero casi no tenía hambre. Sólo hizo de ese instante una acción rutinaria y pasajera. El cansancio de una noche de mal dormir lo venció tras la liviana comida y decidió tomar una siesta. Colocó la alarma del reloj; un par de horas sería suficiente para recobrar fuerzas.
Después de algunas horas despertó sobresaltado sin recordar lo que estaba soñando, ya que para él fue como si hubiera cerrado los ojos sólo por unos minutos. Había dormido agotado, profunda y placenteramente. Pero despertó con su cuerpo helado, sus manos estaban agarrotadas y sus pies parecían de piedra. Apenas mantenía el calor como si hubiera sido envuelto en un manto de nieve.
A esa altura de nada le serviría arroparse y dormir unos minutos más, así que decidió dejar su lecho y tomar una ducha caliente. El agua tibia cayó por su cabeza masajeando su cuero cabelludo y causando unas agradables cosquillas a medida que recorría todo su cuerpo. En la medida que el agua caía sobre él, se llevaba sus preocupaciones y le permitía parafrasear sus diálogos bajo una cascada de agua tibia.
Las últimas horas pasaron muy rápido y sin darse cuenta ya se encontraba en el camerino a la espera de que pasaran los últimos minutos antes de subir al escenario. Sus manos se mantenían heladas, seguramente por los nervios. Al rato Alejandra, una de las actrices, entraba al camerino; venía muy acelerada y atrasada, pero afortunadamente ella no entraba al escenario hasta el segundo acto.
— ¿Nervioso? —le preguntó ella mientras se cambiaba de ropa.
Víctor sólo asintió con la cabeza intentando no pensar en todo lo que venía.
—No hay como la primera vez en el escenario, este será un día que recordarás toda la vida —le dijo ella con entusiasmo— mira yo, ya llevó siete años haciendo esto y nunca olvidaré mi debut, fue una de las noches más maravillosas de mi carrera. Pero no estés más nervioso de lo normal, todo saldrá bien. Sólo sube y disfruta estar ahí.
Víctor esbozó una sonrisa y a medida que lo nervios pasaban, poco a poco comenzó a sentir que el calor retornaba a su cuerpo. El coordinador de la obra se asomó a los camerinos para indicarles que comenzarían en cinco minutos. Ya estaban listos para dar inicio a la obra, las luces comenzaron a bajar y todos los actores se colocaron en sus ubicaciones tras el telón. La oscuridad comenzó a reinar en el auditorio y las voces claras de la gente comenzaron a menguar hasta convertirse en un murmullo ahogado que continuaba apagándose.
Eran las nueve de la noche y finalmente se levantó el telón. Las luces iluminaron su cara, el teatro estaba lleno hasta los pasillos y los nervios habituales se hacían presentes en la piel erizando todos los pelos de su cuerpo. Respiró hondo e inició sus líneas con una voz fuerte y firme. Había otros actores en el escenario junto a él y todo salía perfectamente tal como en el ensayo general. Todo estaba sincronizado, el ambiente, la música, la iluminación, incluso el público estaba muy concentrado en la obra.
Víctor ya tenía total confianza en lo que hacía. Habían pasado veinte minutos desde el inicio, veinte minutos de entradas y salidas del escenario, cambios de luces y los matices habituales de un drama escénico. Era su turno nuevamente de abandonar el escenario, dijo las líneas finales de su personaje y tomó rumbo a la salida lateral que estaba cubierta por una cortina negra y gruesa.
Con su mano izquierda rozó la gruesa tela para abrirse paso y un estremecimiento se produjo al momento de traspasar los límites del escenario. Una sensación vacía lo invadió por completo. En un abrir y cerrar de ojos un miedo profundo se apoderó de él. Un frío extremo recorrió su cuerpo desde la cabeza a los pies y lo dejó paralizado de terror.
Tras bambalinas no había nada. No estaban los otros actores, no había tramoyas ni accesorios, todo estaba oscuro, era una pieza lúgubre y abandonada. Todo era muy confuso, sus latidos se volvían más lentos y su aliento le faltaba, por un momento pensó que se desmayaría, pero logró afirmarse del mismo telón.
Echó pié atrás y miró a través de la cortina hacia el escenario, pero no había nada, todo estaba en completa oscuridad. No había actores, ni público, ni música, sólo una lúgubre y tenue claridad que se filtraba desde algún lado, dejaba ver las siluetas de todo alrededor.
Aún incrédulo de lo que estaba viendo, Víctor corrió la cortina completamente y entró al escenario otra vez. Desde algún lado una suave luz como la claridad del día filtrándose por una ventana le permitía ver con dificultad el entorno. Estaba algo confundido, no podía ser de día, ya que sabía que al momento de subir al escenario ya había oscurecido.
A los primeros pasos que dio, tropezó con unas tablas carcomidas sobre el escenario y su pie cayó en un agujero que había en el piso. Se quedó unos segundos quieto sin dar crédito a lo que estaba viviendo. Volvió a incorporarse cuando su vista se acostumbró a la penumbra.
Miró a su alrededor y se dio cuenta que las maderas estaban deterioradas, las cortinas apolilladas, el polvo acumulado sobre el piso se levantaba a cada paso que él daba. Las butacas del público estaban destrozadas y cubiertas de un manto grisáceo. La alfombra de los pasillos estaba gastada por los años, era como si el tiempo hubiera pasado sin medida y él estuviera atrapado en un futuro lejano por muchos años.
Recorrió cada rincón del teatro buscando algún indicio de lo que estaba sucediendo en ese lugar, pero sólo encontraba ruina en todos lados. Luego se dirigió a las salidas, pero las puertas, ventanas y todos los accesos estaban bloqueados, algunos con gruesas maderas, otros con muros de ladrillos intraspasables.
En algunos muros se apreciaban viejos afiches de antiguas presentaciones. Los colores palidecidos por el tiempo y los bordes de los marcos metálicos llenos de óxido. Cada puerta que abrió en las oficinas de las boleterías resonaba con un chirrido retumbante que hacía eco en la soledad. Estaba atrapado en una dimensión olvidada por el tiempo.
Luego de largos minutos de recorrido, deambulando sin encontrar respuestas, decidió volver por donde había venido. Se encontraba a la entrada del pasillo, cuando se encendió la luz principal del escenario y un estruendo se dejó oír haciendo eco en rededor; parecían cadenas o metales golpeando el suelo justo detrás del gran telón. Su corazón se exaltó por el inesperado sonido, él se mantuvo en silencio y expectante sin moverse por unos segundos. Finalmente la luz se apagó y al mismo tiempo los ruidos dejaron de oírse, todo volvía a estar en silencio.
Sus pies parecían estar pegados al piso, no sabía si acercarse a ver lo que había tras el telón o si mantener la incógnita de lo que había sucedido. Al ver que todo se mantenía calmado, Víctor subió al segundo nivel, a la zona de palcos. Comenzó a recorrerlos uno a uno sin encontrar absolutamente nada.
Mientras recorría los pasillos, un viento frío que congelaba hasta los huesos se dejó sentir. Fue como la brisa pasajera que fluye cuando se abre una puerta en el invierno. Al llegar al palco principal, contempló la amplia vista frente al escenario, caminó hasta la baranda para mirar hacia abajo. Las butacas se dibujaban suavemente en la penumbra.
De pronto una escalofriante imagen se apareció frente a él, las luces laterales se encendieron e iluminaron la silueta de una mujer de largos cabellos, delgada y vestida con ropas como túnicas. Ella permanecía de pié en medio del escenario. Víctor sentía su cuerpo clavado al suelo, petrificado como estatua. La mujer levantó una de sus manos señalándolo y aunque no podía verle la cara, sintió su mirada sobre él. Otro estruendo se dejó oír en rededor y la silueta de la mujer se elevó más de un metro sobre el suelo. Ella comenzó a avanzar flotando sobre las tablas sin dejar de apuntarlo, las luces parpadeaban y el ruido se hacía ensordecedor. Era como un crujir de maderas, sonidos de metales golpeándose y una quebrazón de cristales todo al mismo tiempo.
Víctor se llevó las manos a lo oídos, por un instante agachó la cabeza y cerró los ojos, la luz se apagó de improviso y todo desapareció. Por unos segundos él permaneció paralizado con la cabeza agacha, afligido por la tétrica visión. Su corazón estaba envuelto en pánico, sus manos temblorosas, la boca abierta y los ojos desorbitados; estaba pálido como papel y frío como un témpano de hielo. Sólo quería cerrar los ojos nuevamente y aparecer ante el público como si nada de esto hubiera sucedido, escuchar los aplausos y ver a la gente pararse de sus asientos extasiados en una ovación; quería despertar de esa pesadilla que lo tenía cautivo sin poder regresar a la realidad.
Después de un instante recobró el aliento y comenzó a bajar por las escaleras hacia la platea, su ánimo decaía cada vez más, esa visión y ese espantoso lugar le quitaban las fuerzas, no sabía qué hacer ni cómo librarse de esa pesadilla.
Una vez más en la planta baja, miró nuevamente hacia el escenario con miedo de acercarse. Paso a paso y sigilosamente, avanzó por la desgastada alfombra, hasta llegar al borde de la tarima. Subió al escenario y después de permanecer un instante en silencio, comenzó a susurrar las líneas de su personaje. Víctor sabía todos los parlamentos de la obra, los de él y los de sus compañeros así que pronunciaba los diálogos completos para tranquilizarse. Cada palabra que pronunciaba le daba más fuerzas, así que comenzó a elevar cada vez más la voz. Algunos minutos transcurrieron, ya había sacado de su mente lo sucedido rato atrás y estaba muy concentrado en la actuación solitaria que hacía.
De pronto la entrada a la platea, que antes era un hermoso portal adornado con cortinas blancas, resplandeció en la oscuridad. El pórtico comenzó a deformarse tomando la forma de una boca con dientes afilados. La terrorífica figura daba aullidos, mientras el pasillo serpenteaba como flotando y las butacas se movían de un lado a otro. Los sonidos se intensificaban más y más; las maderas crujientes, los cristales rotos y los metales resonantes, se unían a los guturales alaridos de ultratumba.
Las luces de todo el teatro se encendían y apagaban. Víctor intentó continuar sus parlamentos entregando más de sí en cada frase, a pesar que el pánico le hacía temblar la voz y todo su ser. Frente a él la mujer de túnicas largas hacía su aparición nuevamente, flotaba por el pasillo entre las butacas y un remolino de viento apartaba todo a su paso. Un viento recio y gélido que escarchaba todo bajo su cuerpo levitante, comenzó a cubrir la sala con un manto blanco y helado.
Víctor continuaba con su rutina pero el terror se iba apoderando cada vez más de él, al ver que la fantasmal y escalofriante presencia se aproximaba, pensó que cerrando los ojos podría evitar entrar en pánico y que todo desaparecería, como había sucedido minutos antes en los palcos.
Pero el frío intenso le hizo sentir que ella estaba cada vez más cerca y que casi podría tocarla. Con la voz temblorosa intentaba con mucho esfuerzo continuar las frases de su personaje, pero su mente distraída olvidaba las palabras correctas. Finalmente abrió los ojos, para ver que ella se encontraba a no más de dos metros de él. Su corazón latía fuertemente, su garganta permaneció en silencio unos segundos apretada por el pánico.
Con un grito de espanto se echó hacia atrás preguntándole, sin pensar ni por un momento que el espectro le respondería:
— ¿Qué quieres conmigo?
— ¡Abrázame! —le respondió la mujer con una voz gutural.
Ella extendió sus brazos hacia él y Víctor aterrorizado completamente, cayó al suelo e intentaba levantarse sin poder conseguirlo. Gateaba hacia atrás intentando escapar hacia el telón. Él estaba desesperado y sus piernas no le respondían, así que rodó tras las cortinas y cayó por la tarima tras bambalinas, consiguiendo al fin tomar distancia de la mujer.
Los ruidos seguían escuchándose alrededor, la voz de la mujer hacía eco en su mente una y otra vez. Él se incorporó y recorrió el pasillo lateral que conecta los camerinos con el hall de entrada, pensando que tendría el tiempo suficiente de alejarse. Pero casi llegando a la salida, el espectro apareció frente a él parando su avance y obligándolo a volver.
Víctor ya desfallecía de la desesperación y tropezaba con todo lo que se le cruzaba a su paso; su corazón estaba agitado al máximo y la adrenalina fluía como un río. Volvió nuevamente al escenario y las luces dejaron de parpadear. Miró a todos lados sin encontrar a la mujer, giró sobre sus pies completamente y cuando pensaba que todo estaba bien, se giró hacia las butacas al tiempo que se dejó oír la voz tenebrosa.
— ¡Abrázame!
La mujer apareció repentinamente frente a él y lo sujetó con fuerza de lo brazos sin dejarlo escapar. El frío de su cuerpo lo paralizó por completo; su aliento gélido e invernal lo envolvía completamente y se dejaba sentir hasta los huesos. Víctor no podía moverse y sentía como se congelaban sus extremidades, su pecho parecía apretarse cada vez más y sus ojos se volvían muy pesados.
Él estaba envuelto en un torbellino blanquecino que le impedía ver a la distancia, como si una neblina espesa hubiera llenado el teatro y lo elevara por los aires. Lo último que vio antes de perder el conocimiento, fue la luz central del escenario que le encandilaba la vista y la silueta a contraluz de la mujer que le robaba lenta y totalmente su calor...
Desde lejos escuchaba una voz dulce que lo despertó, él se sobresaltó dando un grito de espanto. Estaba totalmente empapado en un sudor frío y sus ojos estaban llenos de miedo.
— ¿Te encuentras bien? —Preguntó Alejandra parada a su lado.
—Si —respondió él, aún consternado por todo— sólo me quedé dormido un momento… Creo que tuve una extraña y horrible pesadilla que parecía tan real... Una mujer fantasma que rondaba en el teatro me perseguía por todos lados… Su cuerpo helado congelaba todo alrededor y unas ventiscas polares la envolvían completamente…
¿Era tan helada como tus manos? —preguntó ella con una sonrisa en la boca.
Víctor miró sus dedos amoratados por el frío, intentó doblarlos pero parecían agarrotados, casi no sentía la yema de sus dedos. Se incorporó levemente y sintió un fuerte dolor en sus brazos, justo donde la mujer lo había sujetado firmemente. Uno de los asistentes les grito desde el pasillo:
— ¡Vamos, estamos listos para subir el telón!
Víctor reaccionó frotándose las manos y se levantó rápidamente para ir hacia el escenario. Su esperado momento al fin había llegado. Alejandra se giró hacia él antes de salir del camerino y le dijo:
— ¡Abrázame!
Él se acercó a su compañera, pero al momento de abrazarla sintió sus gélidas manos transportarlo de vuelta a la fría oscuridad del teatro. Estaba atrapado en los brazos polares del espectro, rodeado de un torbellino blanquecino, sintiendo como centímetro a centímetro su cuerpo se congelaba y el calor de su ser era absorbido por la mujer. Sus ojos pesados se abrían con mucha dificultad mientras su aliento cada vez le faltaba más.
Un ruido agudo, punzante y ensordecedor se escuchaba a la distancia mezclándose con el sonido de las cadenas y los cristales rompiéndose. Desde la oscuridad en un suspiro profundo finalmente Víctor despertó… sonaba el despertador, la ventana estaba abierta dejando entrar una ventisca helada que lo congelaba. Sus manos estaban agarrotadas por el frío y un sudor helado envolvía todo su cuerpo. Se sentó en la cama y poco a poco recobró el aliento y su respiración se fue normalizando.
Víctor miró hacia todos lados en la habitación, deseando que esta vez realmente hubiera despertado de esa pesadilla. Se incorporó rápidamente y fue a tomar una ducha caliente que se llevara ese mal recuerdo. Pero mientras se jabonaba, pudo ver en sus brazos las marcas de las manos que lo habían sujetado en el sueño. La pesadilla había terminado, pero el recuerdo de ese momento angustioso permanecería con él por siempre, junto a las marcas de las manos gélidas de esa mujer.
Publicación reeditada 2012
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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°
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1 comentarios:
Oye, ahora mismo escucho "Teatro del demonio" (la banda rusa "El Rey y Bufón") y siento como la nota esta complementa mucho la atmosfera del horror...
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