lunes, 2 de marzo de 2009

PUEBLO FANTASMA




PUEBLO FANTASMA

El largo viaje hasta ese olvidado lugar ya se sentía en mi cuerpo, era agotador cruzar el desierto sin ver paisajes atractivos o el verde recuerdo de la vegetación le diera un descanso a mi vista. El calor aumentaba mientras el sol se elevaba lentamente sobre nuestras cabezas. El desértico clima consumía rápidamente cada gota de mi sudor y mi boca seca comenzaba a exigir abundante agua para soportar esa aventura.

Era impresionante estar en los vestigios de un pueblo olvidado por tantos años; donde alguna vez habitó el hombre y el desierto floreció, hoy ni las aves hacían sus nidos. El polvo se impregnaba en los zapatos y el viento se llevaba las historias de recorridos legendarios que susurraban en mi oído.

Bajamos del bus que nos transportaba en este viaje de fantasías. El grupo de turistas comenzó a caminar entre las calles desoladas, las viviendas alguna vez repletas de familias, hoy resonaban vacías suplicando la atención de los viajeros. Sus pisos de madera crujían con cada paso de los visitantes, recordando el peso de las personas que alguna vez recorrieron sus olvidados cuerpos, mientras sus ventanas empolvadas, apenas dejaban ver las siluetas desde el interior.

Y pensar que hacia el año 1934 ese pueblo se jactaba de negocios importantes, hoteles, escuelas y hospitales. Una plaza que adornaba su centro y otros atractivos que llenaron sus habitaciones de trabajadores y empresarios.

Cual niños ansiosos recorríamos los rincones, atentos a capturar con nuestras cámaras cada detalle, cada pedazo de historia reflejado en sus murallas. Avanzando lentamente por construcciones del siglo pasado, en medio de la nada, dejadas al lento actuar del tiempo, envejeciendo en el recuerdo inolvidable.

Maldito sol, que me hace sentir sofocado y mojado en transpiración, con una sed insaciable que me obliga a caminar buscando las sombras. Llevábamos veinte minutos de recorrido e hicimos una parada en un gran salón; la construcción elevada impedía que el calor se sintiera en el interior. La refrescante parada nos ayudó a tomar nuevas fuerzas, aunque aún nos quedaba mucho por recorrer y se sentía la falta de aire alrededor, todo estaba seco. El salón conectaba con muchas habitaciones, cada una de ellas estaba ambientada como en un fantástico viaje de ochenta años al pasado.

Había espacio suficiente para caminar con libertad y sacar fotos sin límite por todos los pasillos, eran muchas las habitaciones y una a una las recorrí con mi cámara capturando todo lo que me parecía interesante perpetuar. Me senté un momento y bebí algo de agua para hidratar mi boca seca y polvorosa. Casi podía sentir el sabor de la tierra en mis labios y mi lengua.

Luego de un rato de estar ahí descansando, comencé a revisar las fotos que hasta el momento había tomado. Calles, casas, hasta unas locomotoras pude fotografiar. La luz era muy buena y los encuadres de mis tomas muy artísticos, todo estaba bien hasta llegar a esa extraña foto que llamó mi atención.

Al verla se me erizaron los pelos y un viento helado recorrió mi espalda. Al fondo de una de las habitaciones fotografiadas, había una silueta oscura que se dejaba ver. Estaba oculta entre los objetos, de cierta manera era muy difícil de precisar a qué se asemejaba o cuál era su origen. Yo intentaba recordar en cuál de todas las habitaciones recorridas había obtenido esa inquietante imagen y cómo podía llegar nuevamente a ella, necesitaba ver con mis propios ojos qué era esa figura que aparecía en la foto.

Podía ser sólo un efecto óptico, quizás un reflejo o una sombra de alguien que iba pasando desde fuera. Se me ocurrían mil cosas para explicarlo, aunque uno siempre intenta dar explicaciones a lo inexplicable. Pero muy dentro de mí sabía que no era nada de eso, sabía que realmente era algo sobrenatural. En mis años de viajes, fotografiando y recorriendo distintos lugares he escuchado muchas historias y leyendas, pero jamás había fotografiado algo semejante. Tenía que haber alguna explicación.

Me devolví por los pasillos y al fin encontré el cuarto del dilema, miré en todas direcciones pero no había nada similar a la imagen que había en mi cámara. Decidí entonces volver a fotografiar el cuarto desde varios ángulos. Alrededor ya no se sentían los pasos de la gente, todos habían recorrido el lugar y avanzado hacia el patio trasero de la construcción. Por lo tanto nadie podría intervenir en mis nuevas fotos, ni sombras, ni reflejos confusos al azar.

Ya había sacado las suficientes fotos como para revisarlas nuevamente; las tres primeras fotos eran normales y muy artísticas, incluso estaban mejores que las tomadas inicialmente en mi paso por ahí. Pero la cuarta me dejó perplejo y aterrado, casi a punto de soltar la cámara de mis manos. No sólo era una silueta, sino que de manera borrosa se apreciaban los rasgos de sus facciones y la quinta fotografía sencillamente me hizo entrar en pánico; lo que fuera aquello que había allí se había acercado hasta quedar frente a frente a la lente de la cámara.

Era una horrenda aparición captada por mi cámara, imperceptible a la vista natural. El terror se había apoderado de mí. Mi corazón latía a mil, el habla no me salía y menos podía moverme de donde me encontraba, estaba totalmente petrificado. En ese momento sentí esa presencia en la habitación como si se hubiera dado cuenta que la había descubierto. Era como intentar moverse en arenas movedizas, como si ese fantasmal ser me abrazara sin dejarme avanzar. La cámara voló desde mis manos yendo a caer al fondo de la habitación, no podía gritar, ni huir, sólo rogaba que alguien apareciera para sacarme de ahí, que algo sucediera para poder escapar de ese fuerte y aterrador lazo.

Al cerrar mis ojos por unos segundos y volverlos a abrir, el entorno a mi alrededor cambió por completo. Estaba en la misma habitación pero sentía que flotaba y podía ver mi cuerpo, como si fuera una tercera persona mirando a mi alrededor.

Mi percepción de los colores también había cambiado, cada elemento se teñía de color azul grisáceo, como bañado por un velo semi transparente. Al menos ahora podía moverme y flotar en una esfera diferente, era como una dimensión espiritual. Algunos podrían llamarlo desprendimiento del alma, otros que estaba en un trance producto de la impresión de la situación, para mí simplemente no tenía explicación.

Me dirigí hacia el pasillo avanzando por el largo corredor hasta llegar al patio al final de la casa. Todos los demás estaban ahí, yo podía verlos caminar, escucharlos conversar y hacer todo de manera natural. Intentaba tocarlos y hablarles, pero mi presencia era imperceptible para ellos, yo era como un fantasma, era como un testigo ausente en este implacable desierto.

—El sol me está afectando —pensé, intentando abrir los ojos de algún sueño.

Pero todo era real, estaba atrapado en algún lugar fuera de mi cuerpo. Entonces volví a la habitación queriendo recuperar mis sentidos, mi cuerpo y mi vida. Al ingresar nuevamente, una aterradora visión me impactó. Un espectro oscuro y demoníaco, sujetaba mi cuerpo con sus negras y deformes manos, su cintura se fusionaba en una larga cola como serpiente, con ella envolvía mis piernas e inmovilizaba mis brazos. No había forma de soltarme de su lazo, sin duda eso era lo más aterrador que había experimentado en toda mi vida.

Me armé de valor para enfrentarlo, intenté golpearlo repetidas veces, pero mis manos lo atravesaban como al aire. Yo era un mero espectador lleno de miedo e impotencia. Ese demonio dirigía su mirada hacia mí, a mi ser espiritual y tan rápido como todo eso sucedió, desapareció ante mis ojos. En ese mismo instante, sentí nuevamente mi cuerpo físico reaccionar, mis piernas se doblaron y mi pesado cuerpo se desplomó al suelo.

Por unos segundos una luz resplandeciente cubrió la habitación y me vi nuevamente consciente, postrado en el suelo en medio de la habitación. Sentí como mis ojos se cerraban, hasta desvanecerme por completo.

Al despertar otra vez, todo estaba oscuro, habían pasado al menos ocho horas y ya era de noche. La temperatura había descendido mucho y tenía mis extremidades entumecidas como si me encontrada en un congelador. Lentamente me incorporé extrañado de ver que el día se había ido. Recorrí en penumbras desde la habitación hasta el patio y al salir al aire libre miré al cielo, las estrellas centellantes en la oscuridad del desierto se destacaban en gran manera y el silencio creaba una atmósfera de inquietante paz. Lo que más me extrañaba era que el grupo no descubriera mi ausencia y me olvidara allí a mi suerte.

Aunque el camino de regreso era fácil de encontrar, los kilómetros no eran pocos y mis fuerzas tampoco eran suficientes como para aventurarme a volver en medio de la noche. Caminé entre las calles polvorientas de ese pueblo olvidado; cada cierto tiempo me parecía ver siluetas ocultas en la oscuridad que me estremecían. Sólo se escuchaba el sonido de mis pasos cansados arrastrando la tierra del suelo y después de vagar durante varios minutos, me senté frente al antiguo teatro del pueblo.

Una nueva visión llegaba a mí, posiblemente eso era un sueño o estaba delirando por la falta de agua. Todo se iluminaba como un velo difuso de colores, imágenes de personas transparentes recorrían las calles, todos vestidos a la época del siglo pasado. De pronto me sentí transportado en el tiempo y ahora era testigo presencial de una noche en ese pueblo olvidado. Era un viajero contemplando esos lugares perdidos en la memoria. Caminé toda la noche entre ellos; por las salas de la escuela vi a los niños corriendo entre los pasillos y las calles. Sentí el sonido del silbato del tren llegando al pueblo y miré la gente descender de los carros con sus equipajes.

Entré al salón de baile donde los hombres elegantes y las mujeres bailaban al son de la música. También en una cantina donde los obreros se distraían después de un arduo día de trabajo bajo el imperioso sol. Estaba perplejo y cautivado por esa visión que duró hasta llegar el amanecer.

Al despuntar el alba el sol iluminó mi cara, en un abrir y cerrar de ojos estaba ahí en el medio del pueblo, pero con el sol de medio día sobre mí. Todo el grupo de personas estaba allí a mi alrededor y yo caminaba a su lado como si nunca me hubiera ausentado.

Mi compañera de viaje se volteó con una mirada extraña para decirme:

—Te tomaste tu tiempo en el salón ¿Tomaste buenas fotos supongo?...

—Si —le respondí— había mucho para fotografiar.

—Tienes algo diferente en la cara —me dijo extrañada— pero no sé qué es.

Al tiempo que ella terminaba su frase y volvía a mirar hacia adelante, yo me llevé la mano a la cara. Espantado sentí como tenía una barba de al menos tres días, siendo que esa mañana me había afeitado antes de salir en ese tour. Disimulé frente a ella con temor. Me di cuenta también que la cámara estaba aún en mis manos, que afortunadamente no la había perdido.

Durante el resto de la tarde ella no me quitó la mirada de encima intentando descubrir qué había de diferente en mi apariencia. Pensé que en cualquier momento haría el comentario, pero jamás se dio cuenta y yo tampoco se lo conté.

Cuando nuevamente tuve un momento a solas, revisé las fotos en mi cámara, con el temor de volver a revivir esa extraña experiencia. Para mi sorpresa la imagen permanecía allí, esa aterradora cara que llena mis pesadillas hasta el día de hoy no había sido causa de mi imaginación o una alucinación producto del calor, era tan real que me vi obligado a borrarla inmediatamente.

Desde ese día siempre recordaré que hay lugares que esconden sus secretos y que el desierto es uno de ellos. Por algo la gente ya no habita más sus olvidadas casas y aunque el tiempo y el polvo pretendan enterrar su pasado, sus misterios permanecen ahí latentes hasta que alguien los descubra nuevamente.


Publicación reeditada 2013


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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy
D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°

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