ESPERADO DESCANSO Una brisa suave otoñal mecía las ramas de los árboles, era una noche
agradable a pesar de ser las once de la noche. Las estrellas
centelleaban alegres sin luna que opacara sus colores vigorosos. Para
Francisco, un día más de trabajo había terminado y retornaba a casa
exhausto. Las extensas horas laborales y el doble turno que estaba
haciendo hacía una semana, lo tenían al borde del colapso. Al entrar a
su casa a penas podía levantar los pies para avanzar hasta su dormitorio
y sólo deseaba recostarse sobre la cama para recuperar sus fuerzas.
Dejó caer el maletín por el pasillo y unos pasos más adelante, arrojó
la camisa mientras se acercaba a su cama. Sin desatar los cordones de
sus zapatos, se los sacó de un tirón y los lanzó a un costado del
velador. Encendió la radio para escuchar algo de música suave, apagó la
luz y se tendió sobre la cama con los pantalones puestos. Sus párpados
se cerraron pesadamente y el sueño lo venció con la rapidez que un
fósforo se consume en la oscuridad.
Ya habían pasado unos cuarenta minutos, cuando un susurro en su oído
lo despertó repentinamente. De un salto se incorporó asustado,
sorprendido por lo que había escuchado. Su corazón estaba agitado y su
cuerpo sudoroso, Francisco sintió el frío viento que entraba desde
afuera. Encendió la luz, apagó la radio y se asomó a mirar por la
ventana. Las calles estaban vacías y nada extraño pasaba afuera; luego
recorrió la casa desde su dormitorio hasta la puerta de entrada; pero
todo estaba bien.
—Quizás estaba roncando muy fuerte o me ha dado por hablar dormido
—se decía mientras caminaba de vuelta al dormitorio, recogiendo el
maletín y la camisa que había tirado a su llegada.
La inquietud de ese susurro rondando en su interior lo mantenía
alerta; estaba casi seguro de que había escuchado una voz hablando
directamente a su oído. Pero Francisco estaba demasiado cansado para
conjeturas fantasiosas, sólo necesitaba descansar un poco más y
recuperar fuerzas. Al regresar al dormitorio sintió nuevamente la brisa
fría que entraba por la ventana.
La temperatura de la noche había descendido notoriamente, así que se
puso una sudadera para cubrir su torso desnudo y cerró la ventana. Sin
apagar la luz se tendió sobre la cama y cerró los ojos intentando no
dormirse. Pero el sueño lo venció.
A los pocos minutos su cuerpo se mecía al vaivén de su respiración y
la saliva fluía por su boca empapando el lugar donde reposaba su cara.
En medio de ese placentero descanso, Francisco despertó de un gran
salto. Nuevamente había escuchado ese susurro en su oído, muy nítido y
demasiado real para ser un sueño. Él se incorporó y al mirar hacia los
pies de la cama yacía una aterradora silueta gris dibujándose al fondo
de la habitación.
Francisco quedó totalmente paralizado, se puso pálido como una mota
de algodón. Sus gritos de espanto quedaron contenidos por el pánico. Ni
una palabra salió de su boca. No sabía si estaba realmente despierto o
dormido; miraba alrededor buscando alguna respuesta a esa interrogante.
Intentó moverse hacia un costado de la cama, pero sus músculos
agarrotados no le respondían. En ese preciso instante, una ráfaga de
viento recio abrió la ventana de un golpe y la luz del dormitorio se
apagó como una vela en medio de la tormenta.
La figura incorpórea comenzó a acercarse y a resplandecer iluminando
toda la habitación. Francisco ya había recobrado la movilidad de su
cuerpo y se deslizó lenta y suavemente por la cama en dirección a la
puerta. Cuando sintió que tenía el espacio suficiente y el valor para
correr hacia el pasillo. A poco de avanzar, la aparición espectral se le
colocó por delante y detuvo abruptamente su escape.
Balbuceando, con su mandíbula temblorosa y sus manos frías como
hielo, intentó emitir alguna frase comprensible, pero su garganta estaba
apretada. Gotas de sudor frío recorrían su espalda, los segundos se
hacían una eternidad y tras un largo esfuerzo, al fin pudo dejar salir
dos frases entre dientes:
— ¿Quién eres?… ¿Qué quieres de mí?
Un viento envolvente ingresó a la habitación trayendo consigo una
niebla blanquecina que hizo que el espectro comenzara a tomar una forma
más definida. Al menos ya se denotaban facciones humanas en su cara y un
cuerpo femenino se contorneaba lentamente entre la bruma espesa.
Sin emitir palabras, la silueta fantasmal levantó una de sus manos
invitándolo a seguirla por el pasillo. Francisco se armó de valor para
seguirla y con cada paso que daba; la brisa que lo envolvía con un roce
suave y delicado que se llevaba todos sus temores. La siguió mientras
ella levitaba por la sala en dirección a la puerta trasera que daba
directo al patio. La figura femenina atravesó la puerta envuelta en la
niebla, mientras él se apresuró a seguirla abriendo rápidamente la
puerta al jardín.
La noche se sentía húmeda y la bruma que se levantaba en su patio,
era ahora más espesa y tenebrosa. Ella continuaba avanzando hacia el
fondo del jardín y él la seguía de cerca como hipnotizado por su
invitación seductora. Un cúmulo de niebla se formó delante de ellos,
como si las nubes hubiesen descendido de los cielos y se hubieran posado
en aquel lugar.
Ambos se internaron en la niebla y a poco de avanzar, Francisco se
dio cuenta que ya no estaban en el patio de su casa. La bruma los
transportó en un viaje misterioso hasta un viejo cementerio, lúgubre y
abandonado. La imagen resplandeciente de la mujer le antecedía, y ambos
seguían avanzando entre las lápidas y los nichos. Recorrieron senderos
olvidados dejados a su suerte, llenos de hierba seca por doquier.
Los bordes gastados de las lápidas sobresalían con ángulos
irregulares. Los epitafios desteñidos casi eran ilegibles en la penumbra
de la noche. Cruces quebradas, flores marchitas y restos de velas
consumidas por el tiempo. Finalmente ella se detuvo frente a una pila de
escombros y levantando su brazo derecho, le señaló los restos de una
tumba destruida. En ese preciso instante, en un abrir y cerrar de ojos,
ella desapareció dejando tras de sí un resplandor que iluminaba todo
alrededor, mientras la niebla lentamente se disipaba.
La duda había quedado prendada en los pensamientos de Francisco ¿Cuál
sería la razón de haber sido trasladado hasta allí? Él se acercó
cautelosamente a observar la tumba y escarbó con delicadeza entre los
pedazos desmoronados y olvidados por el tiempo. Entre los escombros
húmedos, encontró una cruz caída y una lápida rota con una inscripción
aún legible que decía:
—Ana Mariela Ortega Ruiz 1950 – 1979.
No había nada más escrito en ella, ni un epitafio, ni una frase que
hablara más de ella. Al seguir escarbando en medio de los escombros
gastados, Francisco encontró un medallón de plata que había perdido su
brillo por el paso de los años. A un costado tenía una especie de traba
que le permitió a Francisco abrirlo y descubrir en su interior el
retrato de una mujer junto a su hija. La foto estaba gastada por los
años y era imposible reconocer las caras.
Pero unos detalles le llamaron la atención sobre la tapa del
medallón. Tenía grabado cuatro letras en el borde, ubicadas a la misma
distancia entre sí, como si fuera un diagrama de puntos cardinales, y en
el centro un extraño símbolo. Las letras eran las iniciales del nombre
grabado en la lápida, A M O R y el símbolo en el centro le pareció
conocido, pero no recordaba exactamente dónde lo había visto.
Francisco estaba muy concentrado examinando los detalles de aquel
objeto y buscando algo más entre los escombros de la tumba. De pronto la
sensación de sentirse observado lo estremeció por completo. Los vellos
de sus brazos se erizaron, mientras un aire frío recorrió toda su
espalda. La niebla envolvente humedeció todo su cuerpo y pudo escuchar
ese susurro tenebroso en su oído nuevamente. Su alma pareció
paralizarse, su corazón parecía latir en cámara lenta como llevado por
el lento movimiento de un caracol.
—Encuentra las respuestas —escuchó con total claridad.
En un abrir y cerrar de ojos logró se rompió ese instante tenebroso y
dando un gran grito de espanto, despertó sobre su cama. Estaba
completamente mojado por un sudor frío y sus latidos acelerados al
máximo. Francisco respiró profundo hasta normalizar su respiración,
mientras el viento frío ondeaba las cortinas de la habitación.
En su mente intentaba convencerse que ya había dejado atrás tan
angustiante pesadilla. Pero al moverse hacia un costado de la cama y
abrir la palma de su mano, de entre sus dedos apretados se escapó el
medallón de sus sueños.
Francisco se levantó con dirección al baño para mojarse la cara e
intentar calmarse. En repetidas ocasiones fue de la cocina al baño, del
baño al dormitorio y viceversa. Cual león enjaulado, no sabía hacia
donde caminar; no entendía nada de lo sucedido. Luego volvió a la cama
para intentar dormir, pero se dio mil vueltas sobre ella sin poder
conciliar el sueño.
Se levantó nuevamente decidido a averiguar más sobre aquella mujer.
Se preparó un café bien cargado para mantenerse despierto. Encendió su
computador y comenzó a buscar información sobre aquel símbolo inscrito
en el medallón. Francisco sabía que en algún lugar había visto esa
imagen y tenía que ver con runas o algo así. Después de largos minutos
buscando en internet viendo cientos de imágenes que desfilaron frente a
sus ojos; al fin encontró exactamente lo que buscaba. Se trataba de un
símbolo rúnico formado por dos caracteres; R y U.
Se interesó tanto en el tema que toda gota de cansancio se alejó de
su cuerpo y se dispuso a seguir en busca de la verdad. Algo en su
interior lo alentaba a seguir adelante y encontrar las respuestas.
Minutos más tarde encontró unos interesantes estudios del Futhark, que
es el equivalente rúnico al abecedario.
Futhark significa susurro de los dioses.
Lo que Francisco asoció inmediatamente con el susurro misterioso que
lo había despertado. La combinación de letras RU inscritas en el
medallón, también tenía un significado legendario.
RU, algo misterioso o secreto.
—Esto no puede ser una coincidencia, esto está realmente relacionado. Francisco reposó su espalda en el asiento con las manos entrelazadas
sobre su cabeza y respiró profundo con la vista perdida en el techo de
la habitación. Muy en su interior sabía que no estaba equivocado, que
todo tendría sentido al final. Pero la cantidad de información que había
encontrado era muchísima; así que debía ordenar los datos de alguna
manera lógica.
Jugando con el medallón en las manos y poniendo atención en las demás
letras talladas en el metal; supuso que cada una de ellas debía tener
un segundo significado y no sólo representar el nombre de la mujer a
quien perteneció. Buscó una hoja blanca sobre la cual tomar notas de que
encontraba.
A, es la runa Anzuz y significa mensaje… el mensaje es un llamado, un llamado a una vida nueva —hizo una pausa y prosiguió— M, es la runa Mannaz y representa el Yo, porque el punto de partida debe ser siempre uno mismo.
Todo podía estar relacionado o mezclado, así que prosiguió analizando
las letras de las inscripciones; los resultados eran cada vez más
reveladores.
O, es la runa Othila y significa una separación radical. Esta es la época de separar los caminos —citaba el texto— R, es la runa Raido y representa la rueda que marca los viajes, tanto físicos como espirituales.
—Veamos… Un mensaje o un llamado a un vida nueva… el punto de partida
soy yo mismo… habrá una separación radical de caminos y un viaje
físico… o espiritual…
Francisco se quedó en silencio, contemplativo; era tan claro para él
lo que los símbolos decían, que lo aterraba y lo hizo pensar que quizás
estaba yendo demasiado lejos con todo eso. Confundido por completo pero
intrigado a la vez, sólo necesitaba recordar un detalle muy importante.
—Pero, ¿dónde he visto el símbolo en el centro del medallón?
Cerró los ojos para buscar en su memoria esa imagen lejana y de
pronto todo en su mente parecía claro como el agua. Corrió a buscar el
almanaque universitario del año 1979; año en que se graduó de su
carrera. Subió al ático para desempolvar antiguas cajas con libros y
recuerdos. Abrió el almanaque y rápidamente encontró las fotos que lo
transportaron a esos años de su vida. Por varios minutos se quedó
recordando a sus compañeros y vivencias de la vida universitaria.
Una a una recorrió las antiguas páginas de más de treinta años,
mientras los recuerdos volvían a él como en aquellos tiempos. Miraba las
caras de sus compañeros en las fotografías y se acordaba de algunos
nombres y de las anécdotas compartidas. En medio de los recuerdos
encontró la foto que tanto buscaba. El símbolo en el medallón era parte
de un emblema de fraternidad y en la foto encontrada el emblema era
llevado por una compañera de Francisco.
En realidad, ella siempre quiso ser más que una compañera o amiga,
pero era mayor que él por varios años. Francisco, vanidoso y ególatra,
no se expondría a las burlas de sus compañeros por salir con una mujer
cinco años mayor. Así que más allá de compartir las clases, él no tenía
ningún interés en ella. A pesar de eso, ella siempre intentó
conquistarlo. Cuando él faltaba a clases le prestaba los apuntes y
siempre estaba atenta a lo que él hacía o necesitara. Tan insignificante
era ella para él, que ni siquiera recordaba su nombre.
Un recorte de diario amarillento cayó de entre las hojas del libro;
cuando Francisco se agachó a recogerlo, el medallón se deslizó
caprichosamente desde su bolsillo cayendo sobre la hoja de papel. La
mirada de él se centró en el titular que decía:
Universitaria se suicida el día de su graduación… Ana Mariela Ortega…
En ese momento su cara se transformó completamente; de la alegría y
la nostalgia de los recuerdos, pasó abruptamente a un pánico
indescriptible. Un enorme sentimiento de culpa le sobrevino. Los malos
recuerdos ocultos en el baúl de su memoria, aquellos que se había
prometido olvidar afloraban como un manantial de aguas tormentosas.
Recordó entonces los sucesos de ese día. Después de la ceremonia de
graduación todos los compañeros fueron a celebrar a un pub. También iba
Mariela, como le gustaba que la llamaran. Ella no le despegó la vista de
encima en toda la noche, situación que ya tenía incómodo a Francisco.
Entre tragos y risas, él se levantó de su asiento y caminó en dirección a
ella ante la mirada expectante de todos sus compañeros. Pero en el
último segundo estando a sólo medio metro de ella, Francisco abrazó a
otra mujer que estaba cerca besándola en los labios apasionadamente.
Mariela sintió que su mundo subía a las nubes al momento que él se
acercaba y que se desmoronaba en mil pedazos el verlo en brazos de otra.
Su corazón partido había recibido la última estocada de desprecio e
indiferencia de parte de él. Ella salió corriendo del lugar y después de
ese episodio Francisco nunca supo más de ella. Hasta ese momento, al
leer esa página que extrañamente estaba oculta entre sus cosas.
Un escalofrío recorrió su espalda. Las luces comenzaron a parpadear
hasta que la habitación se oscureció por completo. Al instante una
niebla espesa inundó el cuarto totalmente y en cosa de segundos, la
silueta espectral que se le había aparecido horas antes, tomó forma
frente a sus ojos.
—Al fin has encontrado las respuestas —dijo ella.
Al mirarla a los ojos Francisco la reconoció de inmediato. Sin duda
era ella, Mariela, su compañera que siempre lo había amado; aquella que
constantemente era presa de las burlas de los demás, de todos quienes se
daban cuenta de su devoción hacia él y de la indiferencia que Francisco
demostraba.
Pero antes que él dijera palabra alguna, antes que pudiera expresar
la pena y el arrepentimiento que estaba sintiendo en ese momento; la
figura tenebrosa de la mujer lo sujetó firmemente de los brazos. Las
manos frías de la mujer se dejaron sentir profundamente hasta los
huesos. Lo arrastró a través de la niebla de vuelta al antiguo
cementerio donde yacía su olvidado cadáver.
Francisco luchaba con todas sus fuerzas por soltarse y escapar de
ella; pero era inevitablemente llevado por la mujer hasta su tumba.
Aunque el tiempo pasara y el olvido tapara con polvo la memoria de la
muchacha; ella al fin conseguía vengarse del traidor a quien amaba.
Aquel que destrozara su corazón y culpable de la horrible decisión de
quitarse de la vida. Ahora Mariela encontraba el deseado descanso de su
alma, abrazándolo hasta la muerte.
Publicación reeditada 2013
(^)(^) ø(**)ø ø(**)ø ..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°