domingo, 27 de septiembre de 2009

UNA HISTORIA, UN BESO Y UN ADIOS



UNA HISTORIA, UN BESO Y UN ADIOS

Hoy no puedo comenzar mi historia semanal sin antes escribirte querida lectora; muchas veces he pensado en las palabras correctas con las cuales expresar mis sentimientos y que ellos no influyan en mis palabras públicas. Pero quien puede separar la mente del alma y tragar su pena para siempre. Ojalá hoy fuera como la mañana aquella, en la que mis palabras se cruzaron en tu camino por primera vez, ojalá repitiera el destino hoy mi suerte.

Esa mañana primaveral como cualquier otra aparentemente, donde crucé la línea que no se debe atravezar, donde rompí una de las pocas reglas que un escritor debe mantener. Pero la vida y sus misterios me llevaron directamente a ti, colocando ante tus ojos mis palabras adornadas. Recuerdo perfectamente el contenido de esa primera historia ante tus ojos,  el relato de un amor perdido, de un quiebre profundo y sin retorno.

Es irónico pensar que dos años más tarde volvería a escribir esa historia, pero esta vez en mi propio corazón. Un deja vu doloroso e inesperado, al parecer estoy condenado a estar en soledad y colocar mi corazón en hielo. Esta tarde leí cada uno de tus comentarios dejados al pasar, cada frase sobre mis historias, tu sorpresa, tu risa, tus saludos cada vez que podías. Cómo pensaría alguna vez que esas palabras serían más profundas algún día.

Nunca imaginé que escribiría con besos en tu boca y con mis dedos pondría letras en tu piel desnuda, que en mis historias de pasión serías tu y que sudaría tinta para escribir nuevos relatos de amor. Cada artista busca su inspiración en un ángel, mientras yo tenía a mi angel a mi lado cada día. El error fue mio, lo sé, pero no pude evitar ser encantado por tus palabras. Abrí la puerta que muchos otros intentaron sin poder y robé tu corazón.

Mientras en silencio, oculto tras las páginas de mis relatos, buscaba como conquistar tu mirada. Sin problemas encontré las primeras risas; las largas conversaciones, al calor de la noche ayudaban a sentirnos cerca, hasta el día que finalmente, nuestras miradas se encontraron en un destello. Una sensación dificil de describir, un vertiginoso instante en silencio. Sólo pude abrazarte, tomar tus manos pequeñas y besar tus labios dulces.

Los corazones agitados de la emoción, besos eternos de minutos infinitos, caricias retenidas que hoy eran libres, como aves salidas de sus nidos. Nos reconocimos, descubrimos a nuestro gemelo espiritual, dos versiones de lo mismo, dos cuerpos y un sólo corazón. Esos besos eran cada día una mesa de manjares y tus ojos reflejaban directamente mi rostro en ellos. No existía nadie más a nuestro alrededor, sólo nuestros pasos al atardecer.

Los días pasaban lentos al calor del verano y persisten los recuerdos de esa primera noche juntos, que recorrimos nuestra piel con sabor frutal, que desnudé tu espalda y navegué en tu río de pasión. Embarcados en veleros blancos, que se dejan llevar por el viento calmo de la noche del verano. Poco a poco nos embriagamos de amor y desembarcamos en puertos nuevos, con paisajes lejanos, delicias de una noche de locura y entrega total.

Hoy esos recuerdos me invaden, me alegran y me lastiman, hoy que sólo me queda el sabor amargo del último beso, el sonido más lejano del adios. Cuando la tinta de mis manos se borra lentamente de tu piel y las palabras escritas en tu corazón palidecen lentamente, se pierden como frases en la arena. De tus ojos brotaban cascadas de lágrimas y yo no pude volver la mirada mientras me alejaba, esta vez no quise que me vieras llorar.

La imagen de tu rostro permanece en mi retina y tu amor se a mudado de casa a otro otro corazón. Ha dejado un vacío en mi pecho que no resiste. Nuevamente en mi escritorio, escribo historias de amor y de pasión, mientras mi propia piel pierde el sabor de tus caricias, escribo con el puño apretado, queriendo soltar mi pena, pero retengo ese pesar en mi. Tus palabras resuenan en mi cabeza y la incertidumbre corona mi camino.

Recorro tus frases, tus fotos, tus mensajes y no puedo dejarte partir, intento reescribir mi historia y relatar un nuevo final para este capitulo. Pero el frío de esta noche sólo me hace sentir la soledad de mi habitación. Lectora fuiste mi amor algún día, hoy no se si volverás a leer mis líneas, si disfrutarás, reirás y te emocionarás como antes, cuando sólo me veías a traves de estas palabras, de estas letras que grabaron en ti el amor.



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D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°


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martes, 8 de septiembre de 2009

VOLVIENDO A CASA



VOLVIENDO A CASA
Secuela de la historia "Los Extraños"
Los días habían pasado lentos y lánguidos, yo ya había perdido la noción del tiempo encerrado en ese lugar. Cada día era como un infierno sin fin; mi alma deambulaba por los rincones de esa casa olvidada, sin poder encontrar una salida. No era un fantasma, ya que no podía atravesar los muros; pero tampoco tenía un cuerpo materializado; sólo era una sombra sin rumbo. Desde el día aquel en que ese pequeño ladrón de mi cuerpo, se fue con mi familia usurpando mi lugar y dejándome encerrado en esa casa, pensé que estaría para siempre allí sin volver a ver la cara de alguien. Pensé que mi vida sería un simple recuerdo perdido en la inmensidad de ese vacío.

Estaba absolutamente perdido en mi delirio, abstraído del mundo y de la vida, cuando esa familia llegó de visita a la casa. Al principio no los reconocí, pensé que eran otros viajeros que arrendaban esa casa escapando de sus rutinarias vidas. Pero luego me di cuenta que se trataba de los dueños, los mismos que nos arrendaron el lugar en vacaciones. ¿Por qué tardaron tanto en ir? ¿Podrían ayudarme a escapar de esa maldición?

Lo primero que hicieron fue abrir las ventanas y las puertas para ventilar la casa. En ese momento pensé que mi oportunidad para escapar había llegado y me apresuré a salir por la puerta. Pero mi figura incorpórea sólo llegó hasta la reja de entrada, que permanecía cerrada, yo no tenía la facultad de atravesarla ni de pasar por sobre ella.

El primer día la pasaron limpiando, ordenando y moviendo los muebles de un lado para otro, mientras yo lo único que esperaba era que en algún momento abrieran la reja para escapar. Por largos días todo había estado en absoluto silencio y ahora tanto alboroto me impacientaba.

No sabía como superar esa situación ¿Cómo sortearía esa nueva barrera? Esperé todo el día frente a ellos por si en algún momento salían fuera de los límites de la casa, pero sin obtener resultados. Intenté hablarles pero evidentemente no me podían escuchar. Lo único que quería era volver a casa.

La tarde ya se iba y volvieron a cerrar las puertas y ventanas. La mujer preparó la cena mientras el hombre se sentó frente al televisor. La noche llegó pronto y después de cenar la pareja se fue a dormir. Un nuevo día se había ido y no tuve la oportunidad de intentar escapar. Sólo deseaba que la noche se fuera lo más rápido y que el nuevo día trajera una nueva oportunidad para mí.

Las horas pasaban lentamente mientras mi alma deambulaba por los rincones oscuros, mis pensamientos estaban lejos, sumergidos en los recuerdos de mi familia. La interminable oscuridad dio paso a un nuevo amanecer y mi impaciencia crecía más y más.

Al fin la pareja despertó, se levantaron y desayunaron. Después de un rato volvieron a realizar labores al interior de la casa. Lamentablemente para mí habían traído todo lo necesario para no tener que traspasar los lindes de la propiedad. Sin embargo yo no perdía la esperanza, en algún momento se produciría el milagro y debía estar atento para huir de regreso con mi familia.

Yo daba vueltas por todos los rincones como un loco, no podía comprender cómo podían estar tan cerca de la playa, con unos lindos paisajes en los alrededores y no salir ni una vez a dar un paseo. Sin duda que para ellos era más importante arreglar todo antes que las primeras lluvias llegaran.

El hombre estuvo revisando el techo, mientras su esposa hacía algunos arreglos en el jardín y después del mediodía se dedicó a preparar el almuerzo. Yo permanecía alerta a sus movimientos, pero las horas pasaban y nada cambiaba mi suerte.

Cuando el día ya se iba y el sol comenzaba a bajar sobre el horizonte, la mujer se sentó en el sillón de la sala a leer, mientras su esposo realizaba algunos arreglos en una de las habitaciones del segundo piso.

De improviso se levantó con la urgencia de quien olvida algo muy importante, recogió las llaves de la casa y exclamó en voz alta para que su marido la escuchara:

— ¡Cariño!..., voy a comprar al almacén antes que cierre.

Comprendí que esa era mi oportunidad de salir de allí, la larga espera había terminado y debía ser muy hábil para aprovechar esa oportunidad. Me coloqué lo más cerca posible de ella. La mujer abrió la reja que daba a la calle y sin retraso logré salir antes que mi prisión volviera a cerrarse.

Al fin, después de tanto tiempo, podía nuevamente moverme con libertad por las calles; era libre de caminar por donde quisiera y de poder volver a mi casa.

El sol ya no estaba a la vista y la oscuridad de la noche se hacía cada vez más presente. Las estrellas adornaban la bóveda oscura, mientras unas pequeñas nubes en el horizonte capturaban los últimos reflejos rojizos del tardecer. Yo no tenía miedo del largo viaje que debía emprender, sólo deseaba llegar pronto a casa, aunque no sabía aún cómo recuperaría mi cuerpo.

Mientras caminaba por esas calles vacías miré hacia el horizonte y sabía que aún faltaba mucho por recorrer. Ni siquiera tenía una noción de cuantas horas me tomaría hacer el recorrido. Pero eso no me desanimaba, aún cuando pasaran días sabía que cada segundo estaba más cerca de casa.

Las horas habían pasado las estrellas se apagaban mientras la claridad de un nuevo día iluminaba mi camino. A lo lejos pude ver las colinas iluminadas por los primeros rayos del sol. Hice una pequeña pausa deseando en mi interior estar más cerca de ellas, al instante mis pensamientos me transportaron al punto en que mi vista se había fijado.

Por primera vez desde que estaba en esa condición incorpórea, experimentaba semejante situación. Siempre anhelé estar de regreso en mi casa en un abrir y cerrar de ojos, pero algo en ese lugar me lo impedía. Y ahora el poder de mis pensamientos era capaz de trasladarme grandes distancias.

Nuevamente ponía mi mente y mis deseos en otro punto en el horizonte y me transportaba al lugar pensado. Entonces supuse que si podía desplazarme con esa facilidad entre puntos relativamente cercanos, quizás sólo debía concentrarme más para alcanzar un salto mayor y lo lograría.

Cerré mis ojos pensando fuertemente en mi casa, intentando visualizar la entrada, las calles que me llevaban a la puerta donde yo vivía. Al abrir mis ojos, estaba flotando a gran velocidad por sobre árboles, cerros y caminos; hasta que lentamente ese vertiginoso recorrido, me llevó a la calle frente a mi casa.

Lo extraño no fue el viaje, lo inexplicable fue que por mucho tiempo quise transportarme con esa facilidad hasta ese lugar pero algo me lo impedía. Ahora que estaba allí tenía miedo de enfrentar a esos espíritus, sin duda ellos manejaban poderes que yo no conocía, sabían como usurpar el cuerpo de alguien y mantener su alma encerrada a la distancia.

Sin duda que presentarme e intentar luchar con fuerzas desconocidas, sería más peligroso que mi cautividad. Por unos minutos permanecí inmóvil, sólo intentaba ordenar mis pensamientos y resolver el enigma que me envolvía.

Ellos tenían la capacidad de aparecer y de ser vistos. ¿Tendría yo esa capacidad también? En esa esfera espiritual yo no podía mover cosas, pero quizás sólo se trataba de mi falta de experiencia, tal vez era capaz de mucho más y no lo había intentado.

Decidí con mucha pena que aún no era el tiempo para enfrentarlos, si había podido esperar encerrado en aquella casa, podía esperar un tiempo más. Me retiré de ahí para probar otras habilidades, quizás si manejaba más mi estado fantasmal, sería capaz de recuperar mi vida.

Sólo fue cosa de tiempo hasta que pudiera hacer cosas sobrenaturales, como aparecer en distintos lugares, transportarme cada vez más rápido de un lugar a otro e incluso llegué a mover objetos, encender fuego y producir fuertes ráfagas de viento alrededor.

Tantas cosas impensadas y otras muchas por descubrir, pero lo que más me importaba era saber cómo sacar ese espíritu de mi cuerpo y poder recuperarlo sin tener que enfrentar a los extraños nuevamente.

Recordé entonces nuestro primer enfrentamiento, esa noche de verano en que se presentaron con ímpetu en nuestra casa. Sólo la decisión de mis palabras, la proyección de mi ira interior los obligó a retirarse y a no aparecer por varios días. Quizás el secreto estaba ahí, en la fuerza que pusiera en mis palabras y el coraje con que los confrontara.

Pero qué poderes provocaron que estuviera encerrado en esa casa, fuera de ella podía flotar, mover objetos y hacer otras cosas sorprendentes; pero dentro de ella, era como el viento encerrado en una botella.

Sabía que había un secreto escondido en aquel lugar, así que me trasporté hasta aquella casa nuevamente, a ese lugar que por largas semanas fuera mi prisión. A esa altura ya sabía como atravesar murallas y como entrar a cualquier lugar que quisiera. Me acerqué a la reja de entrada pero al intentar atravesarla, mi presencia fue detenida por una extraña fuerza. Mis sospechas quedaban en evidencia, algo en esa casa me había mantenido cautivo.

Recorrí los extremos de la propiedad buscando algún indicio, algo que diferenciara ese lugar de cualquier otro común y corriente. Al fin logré encontrar cuatro fragmentos de una extraña piedra negra, uno en cada esquina de la casa. Al principio pensé que se trataban de pedazos físicos, reales, pero me di cuenta que no pertenecían al mundo de los vivos.

Con gran dificultad logré reunirlos todos. Al levantarlos podía sentir un frío penetrante y extraño, ya que en ese estado fantasmal jamás había experimentado sensaciones corpóreas.

Era impresionante la fuerza que manaba de ellos, sin embargo una vez que pude sacarlos de cada esquina de la casa, también mi acceso al interior de ella fue permitido. Al verlos detenidamente, parecían ser fragmentos complementarios, como si hubieran sido parte de un solo elemento.

Ya nada me sorprendía, la verdad había experimentado tantas cosas increíbles, que una más no me parecía nada especial. Intenté ensamblar cada parte de los cuatro pedazos de piedra negra, hasta alcanzar con éxito que fueran una sola. En ese instante las partes se unieron sólidamente y el color de la piedra cambió a un violeta cristalino.

Se percibía como un campo poderoso alrededor de ella, una energía que irradiaba una pequeña luz blanca. Me sentía notoriamente más fuerte y con tanto valor como para enfrentar a los extraños espectros. Ese debía ser el secreto de sus poderes y también la clave para derrotarlos.

Cerré mis ojos enfocándome en mi casa hasta sentir como mi cuerpo se trasladó rápidamente a ella. Atravesé la puerta y entré en la sala que por varios meses no había visto. A esa hora del día aún no había llegado nadie y recorrí cada habitación, cada rincón de mi casa. Me sentía nuevamente con fuerzas para luchar contra ellos y recuperar lo que me habían quitado.

Ya oscurecía cuando toda mi familia llegó a la casa, mis padres, mi hermana y ese ladrón haciendo uso de mi cuerpo. En cuanto ingresó a la casa él sintió mi presencia, se mostró inseguro y confundido, miraba a todos lados sin poder encontrarme. Seguramente el estar en mi cuerpo le restaba fuerza a sus habilidades; pero yo no esperaría mucho tiempo para hacerme notar frente a todos.

Cuando estaban reunidos en la mesa para la cena, con un gran viento hice que las ventanas se abrieran de golpe. Todos se sobresaltaron y mi padre exclamó:

— ¡Por Dios!... ¡Qué no sea esa gente extraña nuevamente!

Aún no terminaba de decir esa frase, cuando con una nueva ráfaga hice que la puerta de entrada se abriera completamente. Mi intención era sólo una, lograr que los extraños se hicieran presentes en la casa para enfrentarlos.

Mi hermana gritaba y todos estaban muy asustados, pero el intruso no demostraba ningún temor. Esta vez conseguí mover unos muebles casi al punto de golpearlo, ese movimiento causó que al fin se hicieran presentes el resto de los extraños.

El padre, la madre y el otro hijo aparecieron en el umbral de la puerta, mi padre estaba pálido de la impresión; jamás pensó que pasaría por esa experiencia nuevamente. Hasta ese momento yo permanecía invisible, pero ya había conseguido mi objetivo; aunque no sabía aún como los enfrentaría.

Sólo dejé que mi instinto me guiara y empuñé con fuerza la piedra violácea, la luz que emanaba de ella lentamente comenzó a darle forma a mi cuerpo fantasmal. En cosa de segundos mi silueta blanca se mostraba ante todos en la habitación. El hombre miraba desde lejos hasta que decidió decir:

—Veo que conseguiste escapar, ¿pero serás capaz de derrotarnos?

Era la primera vez que lo escuchábamos hablar; cuando terminó de decir esa frase, extendí mi mano para mostrarle la luminosa piedra. Yo sólo buscaba obtener una reacción de su parte y así fue. Junto con su asombro, demostró el temor que le tenía a la pequeña fuente de poder.

Mi familia no entendía nada de lo que sucedía, sólo gritaban espantados por lo que presenciaban, así que decidí hablarles, esperando que mis palabras fueran oídas:

—No tengan miedo..., soy yo..., su hijo..., su verdadero hijo que he estado atrapado en aquella casa desde el verano y al que este usurpador le ha quitado el cuerpo...

Sencillamente todos estaban estupefactos, nadie decía nada, el silencio sólo se rompió cuando el hombre dijo a su hijo que permanecía en mi cuerpo:

—Ven, déjalo ya y ayúdame a pelear con él.

En ese instante el extraño usurpador se desprendió de mi ser y lentamente se desplazó por la habitación. Instintivamente y recordando lo débil que me sentí cuando él me arrancó de mi cuerpo, supe que ese era el momento más propicio para enfrentarlo.

En un abrir y cerrar de ojos, me desplacé desde el rincón en que estaba y me coloqué frente al pequeño ladrón extendiendo mi mano con la piedra e instintivamente le grité:

— ¡Entra en ella!

No puedo explicar el motivo que me impulsó a hacerlo, pero frente a mí la piedra resplandeció y comenzó a absorber su ser fantasmal. Cuando el último resplandor de su figura entró a la piedra, comprendí que esa era su prisión y a ella debía obligarlos a entrar nuevamente.

Me giré para enfrentar al resto de los espíritus, sus caras totalmente desfiguradas buscaban infundir miedo a través de su apariencia. Pero ya había descubierto su mayor temor y la forma de vencerlos.

El menor de los tres se movió rápidamente hacia mi cuerpo que yacía en el suelo, su inesperado movimiento sorprendió incluso al líder de ellos, quien no alcanzó a impedir que se metiera en él. Esa era mi oportunidad, ellos se debilitaban al poseerlos y yo me fortalecía a cada instante.

Apunté el rayo de luz de la piedra hacia él, gritándole.

— ¡Abandónalo!… ¡No te pertenece!... ¡Vuelve al lugar de donde saliste!

Por unos segundos se resistió, pero finalmente su estela luminosa era presa del poder de la piedra. La mitad del trabajo estaba hecho y los gritos del extraño se tornaron cada vez más terroríficos. Mi madre abrazaba a mi hermana y ambas estallaban en llantos desesperados; mi padre intentaba arrastrarse hacia ellas por el suelo.

Hasta ese momento la mujer espectral había sido una mera espectadora; sin embargo esa pasividad se acabaría. Como un gato engrifado se lanzó sobre mí sin lograr hacerme daño, la luz que se desprendía de la piedra funcionaba también como escudo protector. Al ver lo infructuosa de su acción decidió embestir contra mi familia.

Mi habilidad para transportarme era cada vez mayor y en espacios reducidos me manejaba de mejor manera. Antes que lograra alcanzar a cualquiera de ellos, provoqué una ráfaga de viento que la empujó contra el hombre y ambos cayeron hacia fuera de la casa.

Sin esperar un nuevo movimiento de ellos, me desplacé apareciendo a la espalda de la mujer; con la piedra la golpeé en el hombro e inmediatamente su figura fue absorbida como a los dos seres anteriores.

Me sentía tan confiado que esa sería la solución para deshacerme de los cuatro, que me desplace sobre la figura del hombre extraño. Pero ese exceso de confianza fue mi gran error, antes que consiguiera hacerlo prisionero, él me sujetó fuertemente por el cuello.

En esa condición fantasmal jamás había sentido dolor o molestias hasta ahora; la energía que manaba de él era sofocante, el calor que su mano irradiaba era tan grande que lograba sentirla quemando mi ser.

—No te será tan fácil derrotarme a mí —dijo confiado que ese sería mi final.

Lentamente me arrastró hasta donde estaba mi cuerpo físico, llevándome de vuelta al lugar de donde nunca debí salir. Mientras estaba en dirección a él, en medio de mi sofocamiento le dije a mi padre:

—Cuando te de la señal, haz lo que te diga...

No sabía si realmente me había entendido, pero al instante que el extraño empujó mi ser espiritual y luminoso de vuelta a mi cuerpo, solté la piedra en dirección a donde estaba mi padre, gritando:

— ¡Ahora! ¡Arrójasela!

Afortunadamente él había comprendido mis palabras y recogiéndola, la lanzó contra él con una fuerza impresionante. Toda su ira contenida se desplazaba en esos momentos por los aires de la habitación.

La piedra golpeó la cabeza del hombre quedando incrustada en ella y radiando esa luz blanca tan particular. El ser extraño se tambaleaba de un lado a otro hasta que al fin me soltó y antes de caer al suelo se desvanecía dentro de la piedra tal como el resto de los espíritus. La luz blanca se disipó y el objeto volvió a su color violeta, mientras mi cuerpo se desplomaba nuevamente en el suelo.

Por largos minutos permanecí inconsciente, hasta que logré despertar nuevamente en mi cama rodeado por mi familia. Todos me abrazaban y lloraban de emoción, si no los hubiera visto reaccionar así, hubiera pensado que todo se trataba de un fantástico sueño.

Pasaron algunos minutos hasta que me sentí con más fuerza y nos pudimos reunir todos en la mesa para cenar. Comencé a relatarles con detalles todo lo acontecido desde el día en que los extraños se hicieron presente en la casa y me despojaron de mi cuerpo dejándome encerrado. Como había logrado escapar y todas las cosas que había aprendido en esas semanas.

Luego me indicaron que las semanas, en realidad se habían convertido en casi tres meses. Si ellos no fueran mis padres y no hubieran visto con sus propios ojos todo lo sucedido, lo más probable es que no me hubieran creído. Pero ellos son los únicos testigos de que este relato fue verdad. De la piedra violeta sólo puedo decirles que está en un lugar seguro y ahí se quedará por mucho tiempo.


Publicación reeditada 2013


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D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°

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lunes, 7 de septiembre de 2009

LOS EXTRAÑOS



LOS EXTRAÑOS
No era fácil para mí hablar de ellos sin sentir escalofríos recorriendo mi ser, de sólo pensar que estuvieron allí y compartiendo la misma casa, me inquietaba y me aterraba hasta los huesos. Todo hubiera sido tan diferente si no los hubiéramos conocido, todo hubiera sido normal sin tener que pasar por esa difícil situación. Pero el hecho era que no podía cambiar lo sucedido y debía seguir adelante sobrellevando ese angustiante recuerdo.

Era una tarde de verano calurosa y radiante, la brisa marina corría suave por las calles del litoral, levantando cada cierto tiempo pequeños y arenosos remolinos. Recién nos disponíamos a almorzar después de volver de una agradable mañana en la playa. Las olas habían estado muy suaves y espumosas, no como otros días donde la marejada golpeó sus olas fuertemente contra la orilla. Eran unas fenomenales vacaciones, todo lo que un chico a la edad de trece años puede querer durante el verano.

Sol, playa y la libertad de pedirles a los viejos lo que se me ocurriera. Ni tan pequeño como para que te digan que debes estar en la orilla y ni tan adulto para que te digan que no pueden comprarte un helado. Las primeras miradas indiscretas a esos bikinis diminutos y bien formados de las mujeres tendidas en la arena. Esas que sólo se la pasan tomando sol sobre sus toallas luciendo sus cuerpazos curvilíneos y bronceados. Esas figuras casi perfectas que lo llevan a uno a mirarse los brazos raquíticos, las piernas flacas de pollo y los pectorales de tabla informe, y exclamar:

—Mierda, cuánto se demora en pasar la adolescencia.

Todos los días lo mismo, playa por la mañana, playa por la tarde hasta el atardecer y por las noches, caminatas por los paseos cercanos a la orilla del mar que se llenan artistas callejeros. Músicos, talentosos pintores con latas de spray que le dan vida a fantásticos paisajes que terminan con ese fuerte olor a esmalte fresco. Carros de comidas, frituras, algodones de azúcar y otro sin número de confites con los que nos llenamos la panza con mi hermana. Mientras a lo lejos las olas se escuchan entre el murmullo de la gente, las estrellas y la luna se reflejan sobre el inmenso mar formando una carretera plateada que se extiende hasta el horizonte.

Para el almuerzo, el menú más clásico; pescado con puré. Aunque otras tardes lo fuera un rico pollo asado con papas fritas. Pero hoy era una reineta a la mantequilla con puré y ensalada. Estábamos todos sentados a la mesa, apunto de dar el primer mordisco a ese delicioso manjar, cuando sin previo aviso, la puerta del frente de la casa se abrió y un niño pequeño de unos siete años entró sin decir una palabra.

Se paró frente al comedor donde estábamos sentados y nos miró a todos detenidamente, luego se giró hacia el pasillo y entró directo al baño principal. Estábamos atónitos y boquiabiertos de asombro, en ese momento nadie dijo nada, sólo nos miramos en silencio hasta que mi padre decidió ir a ver quien era el pequeño visitante.

Llegó al cuarto al mismo tiempo que se escuchó descargar el estanque del baño, luego sonó la llave del lavado y el pequeño salió pasando por el costado de mi padre sin decir nada. Como si se tratara de su propia casa, sin pedir permiso ni dar las gracias, con las manos estilando agua, el niño pasó frente a todos en la mesa y se fue. Mi padre hizo una pausa, aún sorprendido luego nos miró y sin decir nada nosotros nos encogimos de hombros como si hubiera sido una coreografía bien coordinada.

Desconcertado se apresuró para intentar alcanzarlo, pero al pasar el umbral de la puerta, él ya no estaba. De la misma manera como llegó, el pequeño había desaparecido bajo el sol quemante de la tarde. Obviamente el único tema de conversación ese día fue lo sucedido en el almuerzo. Lo pasamos comentando e infiriendo quien podía ser ese niño, que por demás, teníamos claro que no se trataba de una aparición, ni de un fantasma. A menos que se tratara de una alucinación colectiva.

A los días después ya casi habíamos olvidado el asunto, cuando una nueva situación aconteció. Volviendo a la casa una tarde, después de una tranquila cabalgata por los cerros costeros, nos encontramos a una familia entera sentada a nuestra mesa. Un hombre adulto de unos cuarenta y cinco años, su mujer y dos niños, uno de los cuales era nuestro anterior visitante desconocido. Todos estaban a la mesa tomando el té con unas galletas y pan casero aún tibio, como si hubiera salido del horno hace no más de veinte minutos.

Un velo denso se sentía en toda la habitación y permanecimos ahí, anclados al piso, mudos del pánico. Tras superar el susto inicial de encontrar extraños en nuestra casa, mi padre intentó encarar a nuestros visitantes, pero su tono de voz estaba muy lejos de un llamado de atención o del enojo. Por el contrario, su voz temblorosa casi se perdió entre las cuatro paredes.

—Creo que se han equivocado de casa, aquí vivimos nosotros.

Mientras hablaba, bajó la mirada como intimidado por ellos. El hombre se apresuró a beber un último sorbo de té de su taza, luego se levantó sin decir nada, tomó a uno de sus hijos de la mano y se dirigió a la puerta de salida, mientras su mujer hizo lo mismo con su otro hijo. Todo quedó servido sobre la mesa y los restos de pan a medio comer con la mantequilla escurriendo por los bordes.

Lo más sorprendente de la situación fue la reacción de mi padre, en ningún momento se tornó violento, ni manifestó su enojo. Por menores cosas yo lo había visto ofuscarse y ponerse rojo de la rabia con los ojos a punto de salírsele de la cabeza. Era un cubo de hielo que pacientemente miraba como los extraños visitantes abandonaban nuestra casa. Cuando ya se habían retirado, mi padre suspiró profundamente como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Ni él podía explicar su apacible reacción.

—La mirada de ese hombre tiene algo extraño —señaló con un temblor en su voz— Tenía ganas de golpearlo por haber entrado a nuestra casa y sentarse a comer nuestras cosas, pero algo me detuvo, un temor enorme se apoderó de mí.

No había sido el único, cada uno de nosotros experimentó ese terror, esa impotencia; un magnetismo terrorífico que nos expuso a los más profundos miedos. Por primera vez en la vida había experimentado una situación tal de pánico. Tanto nos afectó que en lo que quedaba del día no hubo ganas de hacer mucho más. Mi hermana y yo cenamos porque e aire de la playa da hambre. Pero mis padres apenas probaron bocado. Tampoco hubo paseo a la luz de las estrellas esa noche; no con esa gente rondando nuestra casa.

—Si salimos esta noche, es probable que cuando volvamos estén durmiendo en nuestra cama —exclamó mi padre aún molesto— así que por hoy no habrá paseo nocturno.

Esa noche casi no pude dormir, en mi retina tenía la mirada de aquel hombre, su silencio tenebroso y su caminar pausado. Tenía perfectamente grabada su silueta en mi memoria, como una pesadilla inolvidable y repetitiva. Hasta podía sentir el olor de sus viejas ropas. Todos tenían esa mirada profunda y confusa que hacía sentir un vacío interior, como si te estuvieran leyendo la mente o robando el alma.

Desde ese segundo encuentro cada noche fue peor. Estaban dentro de mi cabeza, esos ojos oscuros escondían una presencia aterradora, un poder sobrenatural y envolvente, lleno de malos presagios. Ni siquiera quería cerrar mis ojos para no enfrentar esa aterradora visión.

Una noche me sentí demasiado mal, la fiebre me invadía y mi cuerpo bañado en sudor temblaba por completo. En medio de esos delirios febriles, comencé a escuchar susurros desde todos lados en la habitación. Sentía voces debajo de mi cama, frases sin sentido rondando en el aire y manos invisibles queriéndome atrapar, hasta que no pude callar mi pesadilla y grité tan fuerte como pude. Todos corrieron a mi habitación preguntando qué había pasado. Yo no podía explicar lo que me había sucedido, sólo balbuceaba queriendo darle sentido a lo sin sentido. Las únicas palabras que podía pronunciar eran:

—Los extraños... los extraños…

Mi madre me abrazó dándose cuenta del calor en mi cabeza y de mi mirada desenfocada, mientras mi padre se asomó a ver por la ventana de mi habitación. Entre la oscuridad de la noche, le pareció divisar las siluetas de nuestros extraños visitantes afuera de la casa. A esa altura, todos estábamos envueltos en una paranoia colectiva que nos mantenía alerta.

Eran las tres de la mañana y mis padres decidieron que debíamos permanecer todos juntos en la misma habitación, así que mi padre me hizo caminar hasta su cuarto mientras mi madre bajaba a la cocina. Luego llevaron a mi hermana. Mientras mi madre colocaba paños helados en mi frente para bajar la fiebre, mi padre permanecía dando vueltas en la habitación como león enjaulado. La preocupación aumentaba entre nosotros, cada ruido extraño sobresaltaba nuestros corazones y exponía nuestros miedos más profundos.

Nuevamente nuestro padre se asomó a la ventana y la expresión de su cara nos aterrorizó por completo; jamás en mi vida lo había visto así. Todos corrimos a su lado para mirar hacia fuera. En pleno verano, la casa estaba rodeada por una espesa niebla tenuemente iluminada por la luz de la luna.

La silueta del hombre se dibujaba sólida y solitaria frente a nuestra casa, entre la espesura de la neblina. Sin duda que su mirada estaba puesta en nosotros. Su mujer y sus pequeños no se veían cerca de él; hasta que de improviso, un ruido extraño y espeluznante se dejó sentir en la sala del primer piso.

Con una velocidad impresionante nuestro padre corrió por el pasillo y comenzó a bajar las escaleras, obviamente todos lo seguimos sin tardar. La puerta de la entrada estaba completamente abierta y la brisa fría de la noche se dejó sentir por el pasillo. Al llegar al lado de nuestro padre, vimos que en plena sala estaban los dos niños, de pie sin moverse, sin decir palabra alguna y mirándonos fijamente.

El silencio reinante permitía escuchar el silbido del viento al cruzar el umbral de la casa. Fueron segundos que parecieron una eternidad, una verdadera pesadilla, algo inimaginable para unas apacibles vacaciones familiares.

De pronto la puerta de la cocina se abrió y el sonido provocó el agudo grito de mi hermana. Bastó con ese sobresalto para que todos hiciéramos lo mismo. Desde la oscuridad y en medio del griterío, se asomaba la cara pálida e inexpresiva de la extraña mujer, paso a paso avanzó por el pasillo hacia la sala. Mi percepción del entorno cambió por completo, ya no era capaz de ver nada más alrededor, no tenía noción del tiempo, ni de quien estaba a mi lado.

Como una fuerza interior que me impulsaba, un deseo sobrenatural de acabar con ese horror que estábamos viviendo, un grito de irá salió desde mi interior:

—Basta..., ¡lárguense de mi casa!

En ese instante el hombre, quien hasta ese minuto permanecía afuera, comenzó a caminar hacia el interior de la casa con rumbo fijo hacia mi persona. Pero esa rabia contenida se sobreponía al miedo que él inspiraba. Se acercó lentamente a mí, sin despegar su vista de mis ojos y esbozó una sonrisa. No fue cualquier gesto, fue una sonrisa macabra, vengativa y amenazante, casi una sentencia de muerte.

Acto seguido tomó a los dos niños de las manos y se retiró lentamente mientras la mujer le seguía de cerca. Al salir al antejardín, se giró hacia nosotros, levantó su mano señalándome y se fueron hasta perderse en la espesa niebla. Pocos minutos después, la noche se sobreponía a la extraña neblina dejando ver la luna y las estrellas, como en una noche normal de verano.

Ese recuerdo fue la fuente recurrente de mis peores pesadillas a partir de esa inolvidable noche. No sé como explicar de dónde saqué el coraje para enfrentarlo. Sólo sé que de haberlo pensado bien, no lo hubiera hecho ni en un centenar de años. A partir de esa noche, ya nada sería igual en nuestras vacaciones. A cada instante pensábamos que aparecerían nuevamente los extraños; que en cualquier momento entrarían sin anunciarse y sin ser invitados. Los días transcurrieron rápidamente y no hubo señales de ellos por un tiempo; las noches se me hacían eternas y apenas podía conciliar el sueño. Hasta que sin darnos cuenta, el día de irse llegó.

Desde muy temprano ordenamos el equipaje, alistándonos a volver a nuestra verdadera casa. El ambiente estaba en silencio, más que el viaje de regreso y el término de unas relajadas vacaciones, parecía una fuga desesperada de un pueblo fantasma. La tensión aumentaba en el ambiente y ni siquiera nos tomábamos el tiempo de doblar nuestra ropa y ordenarla correctamente; sólo la metíamos como fuera dentro de las maletas y lo que no cupiera, lo poníamos en bolsas.

Ya estábamos trasladando los bolsos y maletas al auto cuando el agua de la ducha comenzó a correr desbordantemente. Las otras llaves de la casa también comenzaron a abrirse y el agua corría por los pasillos inundándolo todo. Sólo había una explicación, ellos estaban de vuelta en la casa.

Corrimos llevando las últimas cosas al auto para salir de ese lugar. En medio de la conmoción, entré a la cocina en busca de una caja que se había quedado allí. Todo estaba inundado, mis pies estaban completamente mojados. Tomé la caja en mis manos y al girarme hacia la puerta para volver al auto, sentí su inconfundible presencia.

El hombre misterioso había aparecido frente a mí cortándome el paso de salida; me quedé petrificado, apenas sentía que respiraba y el pánico me invadió completamente. Junto a él apareció uno de sus hijos y se me acercó con esa mirada perdida y penetrante. Tomó mis manos firmemente y sentí su fría piel invadir todo mi ser. Yo no podía hablar, ni gritar, ni salir huyendo de aquel lugar, estaba totalmente paralizado.

Mis pies parecían estar clavados al piso, mientras el frío de sus manos recorría todo mi cuerpo haciéndome temblar. Lentamente, la cara del niño comenzó a cambiar y a tomar mi apariencia, todo en él había mutado como un camaleón imitando el entorno.

A lo lejos escuché los gritos de mi familia llamándome desesperadamente para que saliera de la casa, pero yo no podía responderles. El niño sacó de mis manos la caja que yo había recogido de la cocina y se dirigió por el pasillo hacia la salida y subió al auto tomando mi lugar.

Nadie notó la diferencia entre él y yo, ni mi hermana, ni mis padres, nadie fue capaz de descubrir el vil engaño. A la distancia sentí como se cerraba la puerta de la casa y al instante el agua dejó de correr en todas las llaves. Luego el agua del piso desapareció dejando la casa totalmente seca, como si nada hubiera sucedido.

El auto de mi padre arrancaba y finalmente se iban, dejándome aquí atrapado en esta pesadilla. Todo volvía a la normalidad, pero yo permanecía inmóvil y en silencio. Minutos después recién recobré la movilidad de mi cuerpo, pero de cierta manera me sentía liviano y diferente.

Corrí a la puerta para salir de allí pero no pude abrirla, ni siquiera pude sujetar la perilla con mis manos. Intenté con las ventanas pero era imposible tomar algo con mis manos. Mi cuerpo parecía no existir, aunque yo me veía perfectamente. Horas más tarde al pasar frente al espejo de una de las habitaciones, me di cuenta que no me reflejaba en él.

Algo había sucedido cuando ese niño tocó mis manos, me había dejado atrapado y perdido en un mundo sin escape. Mi cuerpo y mi vida se la había llevado ese pequeño ladrón. Y allí permanecía atrapado, con la esperanza de que algún día se rompa esta maldición que me mantiene cautivo y olvidado.

Los extraños nunca más aparecieron por la casa y nadie fue a visitar ese lugar por mucho tiempo. Los días pasaban fugazmente, mientras mi alma vagaba por los rincones, sumergida en la incertidumbre. Nunca sabría qué pasó con mi familia, qué sería de ellos después de llevarse a ese suplantador, a ese pequeño ladrón de mi cuerpo.


Publicación reeditada 2013

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domingo, 6 de septiembre de 2009

EL ORIGEN DE LA MALDICION



EL ORIGEN DE LA MALDICIÓN
Secuela de la historia "Transferencia"


No hay una guía que nos indique qué hacer en todas las situaciones de nuestra vida, no existe un manual infalible que nos advierta los riesgos de ciertas acciones o decisiones; y aunque ese libro de conducta existiera; ¿te diría exactamente qué hacer si a tu casa llegara un sobre sin remitente? Lo más lógico sería abrirlo y sucumbir ante la curiosidad de conocer su contenido.

Nunca pensé que esa simple acción, que esa curiosa decisión sería tan radicalmente importante en mi vida. Como cada tarde al llegar de mi trabajo, recogí la correspondencia del buzón y la revisé en busca de alguna novedad interesante. Lamentablemente siempre es lo mismo, cuentas y promociones que generalmente terminan en la basura.

Esa noche cambiaron muchas cosas en mi vida, lo que estaba oculto debió quedarse en la oscuridad y no salir a la luz jamás. Lo más decepcionante para mí no fue recibir una carta anónima, sino descubrir que el sobre contenía sólo un lápiz grafito y una hoja con un extraño dibujo. Una mirada femenina que realmente me ponía nervioso; una combinación entre sensualidad y misterio difícil de ignorar.

Al principio no comprendí de qué se trataba, pensé que era una clase de publicidad de las que habitualmente recibo. Viajes al extranjero, ofrecimientos de seguros de todo tipo, vacaciones inolvidables y tantas otras cosas que llegan a mi buzón. Sin darle mayor importancia lo dejé sobre la mesa, mientras continué revisando el resto de mi correspondencia. Tan insignificante fue que ni siquiera me interesé en botarlo.

Mis sueños esa noche tampoco fueron lo mejores, ya en mi mente rondaban visiones en torno a esa extraña mirada; ese dibujo simple, pero que a la vez parecía casi real. Tuve una visión muy incómoda donde esos ojos de mujer, observaban todo lo que yo hacía y esperaba hasta que yo estuviera profundamente dormido, para salir de ese papel y matarme en medio de la noche. Dos o tres veces desperté durante la madrugada para darme cuenta que sólo eran sueños ridículos y sin sentido.

Al otro día me desperté muy cansado por el mal dormir, parecía un zombi deambulando entre los pasillos intentando enfocarme en lo que tenía que hacer antes de irme a trabajar. Necesitaba dejarle un recado a la señora Carolina que viene todos los lunes y jueves a hacer el aseo a mi casa. Tenía una libreta sobre la mesa, pero no encontraba un lápiz con el cual escribir, luego de buscar por todas partes, recordé el grafito en el sobre y lo fui a buscar para usarlo.

Aprovechando que tenía ambas cosas a la mano, usé el reverso de la hoja dibujada para escribir. Mientras lo hacía, sentí un escalofrío intenso que me estremeció totalmente, como un mal presagio de un futuro incierto y oscuro. El recado era una simple lista de tareas específicas para que ella hiciera durante el día. Lo dejé pegado en la puerta del refrigerador, donde habitualmente le dejaba los encargos y salí muy apurado a mi trabajo.

Aún lo recuerdo bien, el sol ya comenzaba a elevarse sobre las dentadas montañas y el azul del cielo lucía intenso. Corría una agradable brisa que anticipaba un día soleado y caluroso.

A las horas después, para mi sorpresa,  recibí el llamado de la señora Carolina:

— ¿Es una broma lo de la nota cierto don Gonzalo?

— ¿Por qué señora Carolina? —le pregunté asombrado.

—Porque cada una de las cosas que me anotó en el papel ya estaban listas cuando yo llegué; las camisas planchadas, el traje encima de la cama y todo lo que me solicitó estaba perfectamente hecho.

No sabía qué decirle, de los años que la conocía, ella jamás me había jugado alguna broma de ese tipo. Estaba tan sorprendido que ni siquiera sabía qué otras cosas encomendarle para el resto del día. Aunque aún estaba incrédulo de lo que me estaba diciendo.

—Pasaré a la hora de almuerzo y lo vemos —le respondí y colgué con urgencia.

La verdad esa última frase sólo se la dije para ganar tiempo. En cuanto pude salir de mi oficina, tomé el auto y manejé hasta mi casa, si eso era una broma o no, lo descubriría muy pronto. Al llegar ella se asombró de verme tan temprano en la casa y volvió a enrostrarme lo de la lista. Pero mayor sorpresa fue para mí al ver que en realidad cada cosa solicitada estaba hecha. Las tareas de un día de trabajo habían sido realizadas en unas pocas horas. Sabía que algo no andaba bien y había un impulso dentro de mí que me hacía sentir extraño.

Era una sensación inquietante que inmediatamente asocié a la primera vez que usaba esos objetos. Coincidencia o no, con ellos había escrito la nota y ahora sucedían estas cosas inexplicables. Algo de lógica tenía pero seguía siendo ridículo pensar de semejante manera, aún así pensé:

— ¿Qué daño puede hacer probar y escribir una tarea más en la hoja?

Obedeciendo a ese pensamiento inexplicable que me impulsaba escribí.

—Por favor cambie de posición los sillones de la sala.

En cuanto terminé de escribir sentí un estremecimiento como si una corriente pasara por mis venas, una sensación aterradora y electrizante. Al girarme hacia la sala, todo estaba cambiado según mis instrucciones. Mi corazón se exaltó, había tenido ese presentimiento extraño desde el momento de recibir esa carta y ahora lo sentía más fuerte que nunca.

Aunque nada tenía sentido, sabía exactamente que eso estaba sucediendo frente a mis ojos. Necesitaba comprender perfectamente de qué se trataba todo ese asunto. Así que le pedí a la señora Carolina que se tomara la tarde libre; le pagué el día completo y se marchó extrañada pero sin hacer mayores preguntas. Luego llamé a mi oficina fingiendo un repentino malestar y me quedé en casa el resto del día. Necesitaba estar tranquilo y solo, e intentar un par de cosas más para estar seguro de lo que sucedía.

Después de unos minutos meditando lo que haría, traje de mi maletín otro lápiz que andaba trayendo y volví a escribir sobre la misma hoja de papel. Pero esta vez nada sucedió. Entonces tomé el grafito y escribí sobre un papel en blanco y al instante esas cosas sucedieron.

Ahora tenía claro que no era la combinación de ambos objetos, lo que producía que las cosas sucedieran, sino que definitivamente era el lápiz el que poseía esa cualidad mágica. Continué escribiendo muchas cosas poniendo a prueba el alcance de su poder y todas aparecían en breve en el lugar. En cosa horas ya había remodelado mi casa y había cambiado artículos sencillos por grandes lujos; hasta hice aparecer dinero por montones frente a mí.

Y aunque pude haberme dejado llevar por la ambición sin límites y la codicia desmedida, hice una pausa en las cosas que obtenía al escribir. La intriga de saber su procedencia o si ese admirable regalo en algún momento me pediría algo a cambio, fue más grande. Tenía que obtener las respuestas de algún modo, necesitaba tener la tranquilidad que no me estaba involucrando en algún tipo de magia a cambio de mi alma.

Lo más lógico sería que si el lápiz era capaz de responder a los estímulos escritos, podía utilizarlo para saber más sobre él. Quizás si escribía mis preguntas las respuestas aparecerían frente a mí. Lógicamente lo primero era saber…

— ¿Quién me envió esos objetos?

En cosa de segundos cada letra que había escrito sobre el papel, se esfumaba y comenzaron a aparecer otras líneas. Frente a mis ojos apareció el rostro de un hombre totalmente desconocido para mí. Eso no me decía mucho...

— ¿Dónde está él?

El papel se impregnó de líneas y poco a poco se dejó ver, por los detalles, que se trataba de una habitación acolchada, sin muebles en el interior y el hombre postrado en un rincón. Sólo un lugar se me vino a la mente de manera instantánea.

—Una institución siquiátrica.

Dónde más llegaría alguien que supiera semejante secreto. Si yo contara las pocas cosas que me han sucedido en estas horas, nadie me creería y si ese grafito era tan poderoso como lo imaginaba, ese tipo de cosas podía volver loco a cualquier hombre sin mesura.

Mi última pregunta fue escrita:

— ¿Cómo se llama el lugar donde está él?

Por un momento pensé que aparecería sólo el nombre del lugar escrito en la hoja, pero se dibujó en el acto la fachada de un edificio, con un portal en la entrada que decía Hospital Victorino Valdez. Ahora sabía exactamente donde buscar las respuestas a ese misterio y sólo estaba a unas tres horas de viaje desde mi casa.

La impaciencia comenzó a hacer presa de mí, pero sabía que a un lugar así no podía llegar sin un motivo. Al menos un motivo creíble. Conseguí el número de teléfono de esa institución y llamé para solicitar una visita. Aunque no sabía el nombre del individuo en el dibujo. Me hice pasar por un periodista que buscaba una historia interesante para escribir un reportaje sobre problemas mentales. Afortunadamente fui tan convincente que ya tenía hora para ingresar al día siguiente.

Fue un final de día de mucha reflexión e impaciencia, hice algunos dibujos más para satisfacer mi curiosidad pero aún le guardaba respeto al objeto mágico.

Al otro día me levanté temprano y partí a mi trabajo como cada día. Aunque mi actuar era el de un día normal, por dentro me consumían las ansias de saberlo todo. Finalmente, al llegar el mediodía salí de mi oficina con rumbo al hospital. Las tres horas de viaje se hacían interminables, mientras más cerca me encontraba más se aceleraba mi corazón.

Al llegar fui muy bien recibido, por demás ya tenía una pauta de preguntas que eran parte de mi “investigación”. Primero tuve que conversar con el médico a cargo del pabellón psiquiátrico, luego con el director del establecimiento. Pero finalmente estaba autorizado a recorrer las instalaciones con la compañía de un supervisor. Me hicieron pasar por los pasillos donde estaban los pacientes. Todas las habitaciones tenían una ventanilla por la cual los podía mirar. A medida que avanzábamos, le preguntaba al supervisor al llegar a cada puerta, cual era el motivo por lo que esa persona estaba allí.

Después de largos minutos de caminar por corredores interminables, me llevó a la zona donde tienen a los pacientes más peligrosos. En su mayoría asesinos declarados dementes o esquizofrénicos que han intentado suicidarse. Al fin encontré la habitación donde estaba el sujeto que motivó mi visita a ese lugar. Ahí me detuve y comencé a hacer más preguntas, de esa manera evidencié mi profundo interés por ese hombre en particular:

— ¿Es muy peligroso ese paciente?

—No lo ha sido para nosotros —respondió el supervisor— a pesar que se le acusa de asesinato. Siempre dice que él es capaz de dibujar a la muerte y que fue eso lo que causó el deceso de sus vecinos. Sin embargo, desde que llegó ha estado ahí sentado; a veces se le escucha llorar, otras veces grita contando su trágica historia. Pero eso es algo común en este lugar, todos ellos dicen ser inocentes o haber sido guiados por voces y alucinaciones; todos son víctimas de su destino.

Yo sabía exactamente a lo que el hombre se refería, pero en ese momento sólo buscaba tener la posibilidad de preguntarle cara a cara por el grafito que ahora estaba en mis manos. Tras varias preguntas que me inquietaron, pude conseguir una entrevista personal con aquel hombre.

Bajo todas las medidas de seguridad posible, lo trajeron a una sala aislada; envuelto en una camisa de fuerza para evitar cualquier agresión contra los guardias o contra mí. Sus ojos parecían perdidos en el infinito, sumido en una oscuridad aparente que lo mantenía en otra dimensión. Estando frente a él le pregunté:

— ¿Recuerdas por qué estás aquí?

Al principio él sólo respondía incoherencias, pero algo me decía que no era sincero, que quizás lo hacía para desviar mi atención.

—Lo sé todo —le dije con tono firme y áspero.

Su cara cambió de aspecto inmediatamente, ya no miraba de esa manera perdida al horizonte, ahora sus ojos se enfocaron en mí y me enfrentó diciendo:

— ¿Qué crees saber?

—Todo acerca del grafito y lo que es capaz de hacer.

Tras una larga carcajada, me respondió nuevamente:

—Realmente no sabes nada, al principio creerás que lo puedes dominar y que es fácil usarlo sin salir dañado. Te dedicarás a saciar tus deseos más simples, luego sin darte cuenta estarás inmerso en esa maldición. Te consumirá por dentro, te arrebatará el alma y te robará tus verdaderos motivos para vivir; al final terminarás aquí como yo.

Estaba claro que su estado mental no era exactamente para estar en ese lugar, él estaba totalmente cuerdo, ese lugar era su refugio para escapar del verdadero castigo que debería enfrentar.

Lo miré fijamente, esta vez con la única intención que me revelara lo que yo aún desconocía de esos objetos:

—Sólo deseo saber de dónde vienen y cómo usarlo correctamente, sé que puede ser mucho más peligroso de lo que yo mismo imaginé, pero necesito que me ayudes y tu secreto estará a salvo conmigo.

Nuevamente soltó una carcajada diciendo:

—Si no logré dominarlo para mí ¿Qué te hace pensar que lo haré para ti?

Su respuesta soberbia me llenó de ira, saqué de mi bolsillo el grafito y lo puse sobre la mesa para que él lo viera una vez más, mientras le susurré con ímpetu:

—Si no me ayudas, te aseguro que esta será tu última noche de vida; conozco perfectamente lo que las frases pueden hacer.

Su cara de asombro y terror me demostraron que yo no estaba equivocado. El motivo por el cual llegó ese sobre a mi poder sólo fue casualidad. Simplemente se deshizo de él porque su poder lo sobrepasó. En sus ojos se veía que lo deseaba tanto como lo quería fuera de su vida. El hombre bajó la cabeza, estaba muy nervioso, jugaba con los labios y giraba los ojos como tratando de decidir sus siguientes palabras.

—Junto con el lápiz y el dibujo venían instrucciones para usarlo, las memoricé y luego las destruí para que nadie lo supiera. Si alguien las leía hubiera averiguado que todo lo que yo poseía era a causa de ese maravilloso regalo. No supe en qué momento la ambición y la codicia me dominaron. Anhelé algo que jamás me sería concedido por más que me esforzara. Deseé el amor de aquella mujer que era mi vecina. Sin darme cuenta lo que hacía, terminé matándola a ella y a su marido sólo a través de los dibujos.

Sus palabras iban quedando grabadas en mi mente como una guía de lo que no debía hacer. Y prosiguió diciendo:

—Tal fue mi terror de mantenerlo conmigo después de lo que pasó, que hice lo que las instrucciones señalaban. Coloqué el lápiz y el dibujo en un sobre, escribí una dirección al azar y lo envié. Cuando confesé lo que había pasado obviamente nadie me creyó, pensaron que estaba loco. Pero no diría otra cosa, esa es la verdad y no pienso pasar mis días en la cárcel a causa de ese lápiz y su maldición.

—Cuéntame por favor lo que decía esa carta que botaste y te prometo que encontraré la forma de destruirlo.

—Nunca podrás destruirlo —dijo con voz temerosa— éstas frases recuerdo de la carta que venía con eso… Es un lápiz especial… más adelante comprenderás qué significa el dibujo… nunca intentes destruirlo, porque sólo se puede ser libre de la misma forma como lo recibes… o sea, enviándolo en un sobre sin remitente... así se realiza la transferencia…

Sus frases, aunque cortadas, revelaban exactamente lo esencial.

—Intenté varias cosas —prosiguió hablando mientras bajaba la mirada— y la verdad que no pude desprenderme de él en ninguna forma. Lo único que jamás averigüé es la relación que tienen el lápiz y el dibujo de esos ojos.

Sus palabras sonaron muy sinceras y a decir verdad el dibujo fue algo que me intrigó desde el principio. Esa debía ser la clave de todo eso, no podía ser de otra forma, esos ojos me revelarían el secreto tras ese objeto mágico.

—Se me olvidaba… —dijo el hombre— la carta también decía… tu corazón será pesado y tu verdadera naturaleza prevalecerá… Como ves mi verdadero yo es más ambicioso y traicionero de lo que yo mismo pensé, ahora vete y déjame en paz.

Por un instante sentí compasión y miedo al mismo tiempo, después de ese necesario encuentro me llevaba muchas respuestas, pero también nuevas preguntas. Me despedí del hombre, que volvía a su mundo ficticio tras las sombras. Al salir el supervisor me preguntó:

—Al parecer tiene una buena historia que contar.

Sin responderle, asentí con la cabeza, ya que sabía que lo conversado en esa habitación era un secreto compartido del que jamás nadie escucharía. Al salir por las puertas del hospital llevaba mi mente saturada, pensando en cuál era la solución a ese dilema. El trayecto de regreso se me hacía interminable. Al fin de vuelta en mi casa, puse el grafito frente a mí y la hoja con esa mirada tan particular a un costado. Escribí sobre la hoja preguntando de la misma manera que hice para encontrar al hombre.

— ¿De quién es esa mirada?

Pero por primera vez no hubo reacción y mis palabras se desvanecieron sobre el papel. Formulé la pregunta de distintas maneras, pero la situación no cambió. Concentré mi vista en la mirada, sentía un impulso en mi interior que me decía que si lograba completar las facciones de esa cara en mi mente y en el papel, podría revelar a quien pertenecía. Hasta el momento para lo único que yo lo había utilizado era para escribir frases en el papel que luego se convertían en realidad. Pero al parecer ese hombre lo había usado para dibujar, así que dibujar la cara que completaba esa mirada podría ser el secreto para obtener las respuestas.

Lentamente comencé a trazar líneas queriendo dar con los rasgos exactos para esos ojos misteriosos. Algunas de mis líneas permanecían en el papel mientras las incorrectas se esfumaban. Más y más rápido comenzaron a aparecer la nariz, la boca y sus mejillas, estaba muy cerca de poder descubrir el verdadero rostro tras esos ojos, el origen de esa maldición.

De pronto, la cara completa apareció sobre el papel, el rostro perfecto de una mujer muy hermosa, misteriosa y sensual. Pero en cosa de segundos todo el dibujo se esfumó frente a mis ojos. Mi cuerpo se paralizaba completamente, mientras la voz de una mujer se hizo presente en la habitación:

—Gracias —dijo la voz femenina— sólo una mente tan brillante como la mía podría llegar a descubrir el secreto; lamentablemente para ti, será lo último que descubrirás.

Yo no podía moverme, mis músculos parecían de piedra, no comprendía nada de lo que estaba sucediendo. La silueta curvilínea de la mujer apareció frente a mis ojos, sacó el grafito de mis manos petrificadas diciendo:

—Por años he estado cautiva en ese trozo de papel y ya era tiempo de ser liberada para que otro tomara mi lugar. Sé que en el fondo te agradará, podrás ver todo a través de esos ojos y no envejecerás ni un día mientras permanezcas allí. Verás a todos los que caen en la ambición y en la desgracia, en la muerte y la desdicha. Te rodearás de penas y de lágrimas, gritos de dolor y desesperación, todo por la avaricia insaciable. Rogarás cada día que alguien te libere y ahora tu ambición por saberlo todo será tu condenación.

Terminó de decir esas palabras y clavó el grafito en mi pecho como si fuera un puñal atravesando mi corazón. Mi sangre cayó sobre el papel y gota a gota era absorbida con todo mi ser, hasta desvanecerme dentro de él. Podía ver y escuchar todo alrededor, pero seguramente mis palabras no serían escuchadas. La mujer volvió a escribir una nota sobre una hoja en blanco; tomó el grafito y ambos papeles y los colocó en un sobre blanco que tenía en mi escritorio.

Fue la última vez que vi el sol en mi vida. Ahora sé que estoy viajando sin destino, que alguien en algún momento abrirá este sobre y seré testigo de muchas cosas. Sólo espero tener la suerte de liberarme de esta cárcel eterna, aunque eso significará la perdición para otra persona.

Finalmente el hombre en aquella habitación tenía razón. Tal vez yo no ambicioné las mismas cosas que a él lo llevaron a su prisión, pero ahora también era prisionero de mi destino. Lo mío fue una ciega ambición de conocimiento; que no conforme con tenerlo todo y saber lo suficiente para sobrellevar esta suerte, intenté descubrir el secreto de ese objeto maldito que hoy me mantiene cautivo en la oscuridad.


Publicación reeditada 2013


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ESCRIBIENDO EN LA OSCURIDAD



ESCRIBIENDO EN LA OSCURIDAD

Una a una sobre mi escritorio, se acumulan las hojas arrugadas, letras vacias en cartas incompletas escritas por mi mano temblorosa. Sin destinatario en el papel, sólo en mi corazón. Un destino olvidado, perdido y confuso; destino lejano que no desea ver mis palabras ahora. No consigo terminar lo que realmente quisiera expresar, sólo veo como caen al suelo esas letras marchitas sin sentido, tristes verdades a media.

Nunca pensé que mis pasos me llevarían a esta encrucijada, caminos cruzados e inesperados, vidas entrelazadas en esta confusa decisión. Como llamarle a esta bola de fuego que nadie puede detener, mientras la venda en el corazón se rompe en pedazos dejando libre la verdad. No quisiera estar en este cruce, donde debo elegir entre seguir adelante solo o tomar tu mano otra vez olvidando el pasado sin mirar atrás.

Quisiera poder terminar estas palabras en medio de la oscuridad, sólo la luz tenue de una vela, tiñe de color la habitación, mientras estas horas oscuras pasan sin piedad. Temo que no habrá luz que empuje mi mano, no habrá calor que aleje este frío pensamiento, mientras te pierdo. La elección esta hecha, el camino recorrido; aunque quisiera verte ahora y decirte cara a cara lo que mis manos no pueden terminar de escribir.

Quisiera ver en el espejo a ese valiente que te enfrentaba siempre y poder negar que necesito una segunda oportunidad. Pero el miedo me invade y sólo dejo pasar las horas mientras se consume la vela en la habitación. Que la oscuridad me lleve ahora para no sostener más el aliento. Prefiero dejar ir mi última frase para ti y no esconder tu recuerdo en mi, sólo deja que se pierda con los años y los pasos en nuevos senderos.

Te miro sin saber qué quiero encontrar en ti; quisiera ser un niño y verte con ojos simples e inocentes, sin tanta pasión, sin rencor y sin confusión. Miro al cielo buscando una respuesta en los rincones lejanos, sabiendo que no será rápido, que es un puñal que lentamente llega al corazón. Quisiera dormir eternamente y no despertar de este sueño, que en algún momento del camino, se volvió una pesadilla que me atormenta.

Al ver tus lágrimas brotando en tu corazón, se que recorrimos el mismo sendero de tortura, que nuestros pasos tan cercanos nunca tropezaron. Mientras la luz se va lentamente, veo a la distancia tu silueta, tu rostro se pierde en la inmensidad del horizonte, como sol al atardecer. Si encontré un tesoro en ti, hoy se que también lo perdí, que no soy el dueño de lo que ahora nos sucede y que ya no puedo verte nunca más.

Apresuremos el paso, para no ver el sol salir esta fría mañana, que las sombras oculten nuestros reflejos aunque estemos cara a cara. Sabes muy bien que encontrar nuestras miradas otra vez, significa perder el rumbo y sucumbir ante la locura, no quiero extraviarme otra vez. Si fuiste diamantes en mis manos, ahora siento como si la arena se escurriera entre mis dedos, hasta quedar secas, vacías y perdidas.

Mis sentimientos pasan del corazón a mi cabeza, pero no consigo llevarlos de mi cabeza a este debil papel. Nunca olvidaré esa mirada en tus ojos, mientras encuentro mis ultimas palabras para esta carta. Nunca encontré lo que estaba buscando en realidad, pero lo intenté. Sólo se que mi corazón quiso llevarte al cielo mientras mis pasos te llevaron al infierno, ahora reconozco mi error aunque sea tarde.

No se puede amar la mañana sin ver como al fin la tarde se la lleva y el rocío de la madrugada nunca le será fiel al mediodía. La verdad es que no podemos negar lo que somos, nuestra naturaleza siempre fue así. El fuego siempre quemará la madera hasta convertirla en cenizas, hasta dejar sólo el polvo de lo que algún día fue un árbol lleno de frutos. Ahora lo veo bien, ahora que se rompen las cadenas de duda y de temor.

Se que no puedo girarme y volver atrás, ni tampoco cambiar el pasado, esta es la única elección que me puede salvar. Todo lo que fui y lo que podría llegar a ser, depende de este paso que me deja vacío otra vez. Ahora veo que la razón de este sufrimiento, es sólo para ser una mejor persona, te llevaste lo que algún día amé, pero no te llevas mi futuro. Mientras se consume mi única luz, un nuevo sol se encenderá mañana.



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sábado, 5 de septiembre de 2009

TRANSFERENCIA

TRANSFERENCIA

Nunca pensé que un simple sobre de papel me traería tantos problemas. Cómo imaginar que una carta sin remitente dejada en mi buzón, sería el inicio de esta terrible experiencia que me mantiene hoy encerrado aquí.

Esa tarde al llegar de mi trabajo, recogí la correspondencia del buzón como todos los días. Entre las cuentas y publicidad que habitualmente recibo estaba ese sobre blanco que de inmediato llamó mi atención. Al entrar a mi casa dejé todo sobre la mesa de entrada, ya casi oscurecía y el aire estaba grato para regar el patio antes de dedicarme a hacer otras cosas.

Fui a mi habitación a cambiarme ropa; al fin me sacaba de encima esa tenida formal que tanto odio. Me coloqué un buzo gris, una sudadera negra y zapatillas, y luego puse la música alta para que se escuchara desde el patio. Al son de las guitarras y tambores encontraba un momento de paz en ese día tan agotador y monótono. Siempre ha sido muy relajante para mí llevar a cabo ese ritual antes de volver a mi triste realidad.

Una vez terminada esa grata tarea, entré en la casa nuevamente y al pasar con dirección a la sala, de reojo pude ver el alto de correspondencia sin abrir que había dejado allí minutos antes. Sabiendo que no puedo evitar revisarla aunque siempre se trate de lo mismo; cuentas y publicidad, publicidad y cuentas ¡Qué asco! Uno a uno fui abriendo los sobres y una vez terminado de ver su contenido los iba rompiendo en pedazos y botándolos a la basura. Al menos así descargaba la rabia que me daba tener que hacer eso. Hasta que llegué a ese extraño sobre blanco sin remitente, que sólo tenía mi dirección al frente.

La curiosidad me embargaba, me tomé unos segundos antes de abrirlo. En su interior encontré dos hojas de papel y un lápiz grafito. El lápiz tenía forma hexagonal, sin cobertura de color sólo el tono rústico de la madera con una pequeña capa de barniz que abrillantaba su acabado, pero que se notaba algo desgastado por el uso.

En cuanto a las hojas, en la primera había un dibujo de unos ojos de mujer, era una mirada penetrante, algo tenebrosa, pero al mismo tiempo muy seductora. La siguiente hoja venía escrita y me dispuse a leerla. Pero antes de comenzar miré nuevamente el dibujo y un escalofrío recorrió mi espalda sacudiendo con fuerza mi cuerpo. Mis manos estaban temblando en una mezcla de ansiedad y nerviosismo, hasta terminar de leer su escalofriante contenido.

“Primero que todo le pido disculpas por enviarle esta carta sin remitente, pero era necesario, de otra manera no podría librarme de esta maldición. Adjunto encontrará un dibujo que más adelante comprenderá qué significa. También un lápiz grafito que es el culpable de todas mis pesadillas, pero que desde ahora le pertenece a usted. Este lápiz tiene un poder especial que sólo descubrirá al dibujar o escribir con él. No necesita saber dibujar, como le mencioné es un lápiz especial, sólo tenga cuidado y déle un buen uso.

Yo pensé que sería capaz de sobrellevar este regalo, pero es más poderoso de lo que creía, espero que usted pueda comprender que su corazón será pesado a través de él y que su verdadero yo prevalecerá. Bajo ninguna circunstancia intente destruirlo, sólo puede liberarse de él de la misma forma como lo ha recibido, sólo así se realiza la transferencia.”

Después de leer el contenido pensé que se trataba de una broma o una bien planeada estrategia de publicidad. De verdad que habían conseguido llamar mi atención. Volví a revisar detenidamente el lápiz para buscar alguna marca del fabricante, pero no encontré nada. Revisé las hojas y el sobre minuciosamente, pero no contenían nada más. Al final tomé las hojas, las rompí y arrojé los restos al papelero junto con el lápiz.

Sentí mi boca seca y mi lengua pegada al paladar, así que me dirigí a la cocina en busca de un rico y refrescante jugo de naranja. Mientras me servía el primer vaso, me dieron ganas de prepararme un sándwich, el cual me comí acompañado de un segundo vaso de jugo. Al terminar de comer seguía con sensación de sed en la boca, así que me serví un tercer vaso de jugo y me dirigí a mi habitación.

Al pasar nuevamente por la sala casi me da un ataque de la impresión. Mi mano dejó caer el vaso entre mis dedos como si se derritiera mantequilla sobre el pan caliente y se desbordara por los contornos. Los pedazos de vidrio saltaron en todas direcciones y el líquido anaranjado mojó todo mi entorno y parte de mi ropa.

No podía creer que una de las hojas que recién había destruido y botado, estaba intacta sobre el escritorio junto al lápiz. Por un instante me quedé petrificado, intentando comprender qué clase de locura era esa. Me acerqué cuidadosamente para no pisar los fragmentos de vidrio esparcidos por doquier; examiné la hoja con el dibujo por ambos lados, tratando de descubrir el secreto de lo que acababa de ocurrir.

Saqué los fragmentos de la carta de la basura y volví a leerla y me detuve donde decía —lo descubrirá al dibujar con él…

Así que arranqué una hoja del cuaderno que mantenía cerca del teléfono de la sala y aunque no era un gran dibujante, ni tenía nada especial en mente para hacerlo, comencé a hacer líneas sobre la pálida y desnuda hoja.

Al tiempo que mi mano se deslizaba por el papel, las líneas que yo hacía se acomodaban como guiadas por la mano de un artista y mi mente dirigía los trazos finales convirtiéndolo en un perfecto dibujo. Era como ver mis pensamientos plasmados con lujo de detalles frente a mis estupefactos ojos. Mi mente estaba visualizando el vaso con jugo de naranja que había dejado caer y esa era la figura perfecta que había aparecido sobre la hoja.

—Si no fuera un dibujo en grafito hasta darían ganas de tomárselo —pensé por un momento.

No terminaba de cruzar esa frase por mi mente cuando comenzaron a aparecer colores sobre los trazos negros y un naranjo resplandeciente teñía la blanca silueta del vaso. Casi se podía tomar. Luego me pareció ver un ligero movimiento sobre el dibujo y antes que pudiera sobreponerme de semejante alucinación, fue más sorprendente aún ver que el vaso desaparecía en el papel y se hacía físicamente real sobre la mesa frente a mis ojos.

Incrédulo ante tal visión y pensando que todo aquello era sólo un sueño o una alucinación, me acerqué para comprobar la veracidad de lo que mis ojos mostraban. Todos mis sentidos indicaban que aquello era real, pero mi mente se resistía a creerlo. Sentí en mis dedos la suavidad del cristal y su forma cilíndrica se deslizó por mi palma hasta sujetarlo completamente en mi mano.

Lo levanté en dirección a mi boca y a centímetros de mi cara se podía percibir su cítrico aroma que hizo que mi boca salivara abundantemente. Al primer sorbo que pasó por mis labios y tocó mi lengua sólo un pensamiento pasaba por mi mente

—Es real, el dibujo se volvió real…

 Estupefacto me senté a divagar en las muchas cosas que podía hacer con ese milagroso regalo, aún cuando no sabía el alcance que ello podría tener; ni siquiera me había detenido a pensar.

— ¿Por qué motivo alguien lo despreciaría?

Las siguientes horas las pasé pensando y dibujando cosas simples como relojes, un televisor enorme y otros pequeños caprichos que fueron llenando poco a poco la sala de mi casa. El tiempo se había pasado muy rápido y el reloj ya pasaba de las doce de la noche.

Entonces me propuse dibujar cosas mayores a las ya obtenidas, algún objeto que no pudiera estar dentro de la casa. La única imagen que cruzó mi cabeza fue un reluciente y envidiable auto deportivo.

Al momento que todo el ritual terminaba sobre el papel y al ver que por suerte lo dibujado no aparecía en medio de mi sala, me asomé por la ventana y allí estaba, estacionado frente a mi garaje. No pude contener mis ganas de tocarlo con mis propias manos, de sentarme en él y escuchar su motor sonar en el silencio de la noche. Las llaves estaban puestas listas para salir y dar un paseo acompañado sólo por las estrellas.

Hasta aquí todo era un gran sueño hecho realidad. Esa noche apenas dormí pensando en las mil cosas que deseaba tener; sin embargo, sólo una frase seguía dando vueltas en mi cabeza.

—Tu corazón será pesado a través de él…

Sonaba como una maldición. Yo sabía que debería cuidarme de la codicia, no podía caer en la locura de querer tenerlo todo y sucumbir ante el afán del facilismo. Toda mi vida había sido un hombre de esfuerzo y siempre privilegié mis éxitos laborales por sobre otros intereses, incluso relegué a un segundo plano mis intereses amorosos, pero me sentía un hombre afortunado y feliz. Ya eran alrededor de las dos de la mañana y con mi mente en esas interrogantes, me dormí.

Por la mañana desperté con mucho sueño tras la velada anterior y como cualquier día común y corriente, llegué a mi trabajo a la hora y manejando mi antiguo auto para no dar qué hablar sobre mi nueva adquisición.

Luego de las primeras horas de la mañana y tras salir de una importante reunión, al fin me senté a solas en oficina. Comencé a soñar como siempre con un gran lugar de trabajo, una amplia oficina con ventanas iluminadas y un asiento mucho más cómodo. Un anhelo nació en mi corazón y un impulso sobrenatural me decía que podía tomar el lápiz y dibujar lo que quisiera.

Las líneas caían sobre una blanca hoja, al momento la imagen luminosa de una amplia oficina comenzaba a tomar forma. Los muebles lujosos, el entorno rodeado de un hermoso paisaje, todo lo opuesto a la gris vista de la ciudad que tenía frente a mí. Al terminar me quedé contemplando tal perfección, no hubo movimiento del papel ni un acto fantástico de transformación. En realidad, no pensaba que sería algo inmediato sólo proyecté un anhelo que por años había tenido y sinceramente pensé que algunas cosas estaban fuera de convertirse en realidad.

La tarde continuó su curso y las reuniones pasaron una tras otra haciendo mi día un torbellino imparable y agotador. Afortunadamente eso también hizo que sintiera menos el peso de mis pensamientos y que mi mente estuviera menos enfocada en lo que podría lograr a través de los dibujos y más en mis propios esfuerzos.

Cuando ya finalizaba el día  mientras apagaba las luces de mi oficina para irme a casa, mi jefe me llamó a su oficina. Seguramente algo debíamos preparar para alguna reunión de mañana y me daría instrucciones de última hora. Siempre he tenido la mejor disposición para todos los requerimientos que me hacen, pero a veces no me siento retribuido por mi esfuerzo.

Claro que esos pensamientos serían totalmente desechados después de salir de la oficina de mi jefe y mi pesimismo había sido silenciado con la mejor noticia que jamás habría imaginado. La empresa necesitaba comisionar a alguno de los ejecutivos para hacerse cargo de unas oficinas que estaban fuera de la capital. En realidad esas fueron sus palabras, pero se trataba de una región bastante alejada.

Lo que él no sabía es que mi sueño siempre había sido alejarme de la locura capitalina y ese puesto cumplía todas mis expectativas. Para mi fortuna todos aquellos a los que se les había ofrecido el cargo lo rechazaron, era de esperarse, para quienes están casados y con hijos una decisión así es un cambio muy radical en sus vida. Sin embargo yo no dudé en aceptar ante la sorpresa de mi jefe; ahí descubrí que el poder del lápiz no sólo hacía realidad los objetos por complejos que fueran, sino que también las situaciones de mi vida.

Nunca pensé que de esa manera comenzaría a marcar un rumbo diferente y oscuro en mi vida. Cuando se descubre la amplitud de los deseos, el camino se convierte en una locura vertiginosa y la ambición rápidamente te envuelve en la oscuridad; claro que nunca me detuve a pensar en esas cosas.

Algunas semanas después, ya instalado en mi nuevo lugar de trabajo y sin nadie que me conociera, le di rienda suelta a mi ambición. Comencé por una lujosa casa llena de todas las comodidades que mis deseos podían brindar. Estaba rodeado de lo mejor, tenía un buen trabajo y me sentía pleno, al menos en lo que respectaba a lo material.

Lentamente más allá de los deseos simples y normales como cualquier persona que anhela vivir cómodamente, comenzaron a aflorar pensamientos extraños, torcidos y preocupantes. Sin darme cuenta imágenes paganas y sombrías me invadían. Temía enormemente que fuera cosa de tiempo para que dejara plasmado en el papel la totalidad de mi perversión y que el lado oscuro que todos llevamos dentro prevaleciera a mi tranquila personalidad.

Una tarde calurosa de domingo, contemplaba el florido paisaje primaveral que estallaba en multitud de colores y el perfume floral invadía mis sentidos alejados del ruido al que por tantos años se acostumbraron a subsistir. Yo estaba en el balcón de mi habitación en el segundo piso con los codos apoyados en la baranda y sosteniendo el peso de mi cabeza entre mis manos, con mi cuerpo hacia delante y la vista perdida en el horizonte.

De pronto la figura curvilínea de mi vecina rompió esa perpetuidad contemplativa de mi mirada al salir a su patio. Una fuerza tan indescriptible y poderosa nació en mí en ese momento, la deseé con locura y no podía sacarla de mi mente. Ella no era la mujer más hermosa que hubiera conocido, tampoco estaba vestida sensualmente ya que estaba ordenando y limpiando la terraza de su patio, pero ella se había apoderado totalmente de mis pensamientos.

Me senté en la habitación y con su recuerdo en mi retina, cerré los ojos he intenté dibujarla en mi mente. Sólo eran imágenes pero encendían cada vez más mi deseo, casi sentía su piel recorriendo mi piel y su calor en mí. Ni siquiera la conocía en persona, no tenía idea de sus gustos, del tono de su voz ni siquiera de su nombre.

De pronto era como un fuego desde mi interior, una obsesión enfermiza y descontrolada, una nube que cegaba mi entendimiento y mi razón. Envuelto en esa locura tomé el lápiz grafito y comencé a dibujarla, llené cada espacio vacío del papel con diferentes imágenes de ella, de su boca, su cara y su silueta. La locura guiaba mi mano descontroladamente.

Sin darme cuenta comencé a sentir una ira profunda en mi interior por no poder tenerla conmigo. Tomé una nueva hoja blanca y comencé a dibujar a su marido. A él lo había visto un par de veces antes de salir a mi trabajo. Él era el único que podría impedirme estar con ella, la rabia que había en mí fluía incontenible y las líneas poco a poco conformaban una brutal e impensada escena, donde él yacía moribundo y desangrado en el piso de su propia cocina.

Segundos más tarde se escuchó un grito con tintes de espanto que entró por mi ventana proveniente de su casa; al instante corrí a ver de qué se trataba. Mi corazón latía fuertemente, mi aliento no alcazaba a oxigenar mi cuerpo y al llegar frente a la casa de mi vecina, ella se encontraba sentada en la escalera de entrada con las manos en la cara llorando a mares.

Viendo que tenía medio cuerpo ensangrentado y sus manos teñidas de rojo manchaban su blanca cara, casi sin aliento le pregunté.

— ¿Qué te pasó?

Entre sollozos intentaba explicarme lo sucedido, pero las palabras no conseguían salir de manera comprensible por su boca. Con su mano apuntaba hacia la entrada de la casa desde donde un rastro de sangre traído por ella mostraba el camino que respondería la pregunta que había formulado. Como si realmente no supiera lo que sucedía, seguí el rastro de pisadas, cruzando el pasillo hasta encontrar la terrorífica escena al interior de la cocina.

Mientras ella estaba aseando el patio, su marido se encargaba de preparar un almuerzo especial. Yo no lo sabía hasta ese momento pero mi vecino era un aficionado cocinero de fin de semana. Por esas cosas incomprensibles se resbaló y el cuchillo que usaba en ese momento, le cercenó una arteria principal a la altura del cuello. No pudo pedir ayuda y no fue hasta que ya estaba muerto que ella lo encontró. Al presenciar la sangrienta escena ella comenzó a gritar y llorar, nada la consolaba, nada la calmaba y al ver que no podía hacer nada salió corriendo de la casa pidiendo ayuda. Ahí fue donde yo la encontré sentada.

Al ver el mar de sangre y el cuerpo sin vida del hombre, no me sentí culpable para nada, ni un poco de remordimiento había en mí. Ni siquiera podía reconocerme ahí parado indolente y frío como un témpano de hielo. Salí nuevamente al frente para hacerle compañía a ella; permanecí a su lado hasta que la casa se llenó de policías, ambulancia y los curiosos de siempre. El momento más penoso fue cuando el cuerpo del hombre era sacado de la casa, los gritos de sufrimiento y desesperación de ella inundaron la cuadra entera. Si alguien no se había dado por enterado de lo sucedido, después de esa escena seguramente ya lo sabría.

Por varios días mantuve el lápiz escondido lejos de mi vista y aunque deseaba comenzar lo antes posible a hacer cosas para acercarme a mi vecina. Por un momento mi lado humano volvía a controlar mis impulsos. Estuve en el funeral a pesar que era uno de los vecinos que menos los conocía, un par de veces que nuestras miradas se cruzaron desde nuestros patios, le levanté mi palma extendida en señal de saludo.

Pero ese deseo incontenible no se había apagado, todos los días pensaba en ella y maquinaba planes para comenzar a tener un acercamiento a ella. Semanas después que todo se calmara, volví a dibujar creyendo que podría encontrar la manera de animarla a acercarse a mí. Tras horas de esforzados dibujos y de pensar en diversas escenas de encuentros fortuitos, conseguí que llegara a mi puerta a pedir ayuda.

La puerta del frente de su casa se había cerrado y había dejado las llaves adentro, la única manera que tenía para entrar era desde el patio de mi casa. Ese tiempo fue suficiente para conversar algo más tranquilos. Ya habían pasado algunos meses después del incidente y seguramente yo era unos de los pocos, o quizás el único que no le había preguntado detalles de lo sucedido ese día. Para alguien que vive una etapa de duelo, ese gesto por mínimo que parezca es muy importante.

Cada vez que podíamos conversábamos, intenté animarla de distintas maneras; y entre tantos encuentros y conversaciones se me ocurrió decirle que en mis ratos libres me dedicaba a dibujar. Algo más interesada, me preguntó si la podía retratar a ella, obviamente mi comentario apuntaba en esa dirección y acordamos el día para que fuera a mi casa a retratarse.

El timbre de mi casa sonó a la hora acordada y mi corazón se aceleró completamente, el momento tan anhelado había llegado y la larga espera había rendido sus frutos. Era una tarde de otoño, el sol comenzaba perezosamente a bajar y el calor daba paso a un viento suave pero frío que mecía las hojas secas que aún pendían de los árboles.

Nos sentamos en la sala, ella recorrió rápidamente todo el lugar con su mirada.

—Tienes una linda casa —comentó asombrada.

—Gracias —dije orientándola con mis manos a tomar una de las dos copas de vino que había servido.

Por largo rato charlamos, el frío comenzó a hacerse notorio obligándome a encender la chimenea. Yo pensaba que hasta había olvidado el asunto del retrato, cuando se acomodó en el sillón diciendo:

—Así quiero que me retrates.

Su figura se dibujaba radiante a la luz de la sala y su ropa perfectamente plegada, era digna de ser retratada por el mejor artista del mundo. Sin embargo mis manos temblaban de la ansiedad por verla en mis brazos y de poder besar sus labios rojos, acariciar sus mejillas y desordenar apasionadamente su cabello.

Me senté frente a ella con un bloc de dibujo recién comprado y el lápiz mágico que me había encaminado hasta ese esperado momento. Todas mis esperanzas estaban puestas en ese lápiz. Sin embargo por más que me esforzaba en plasmar algo sobre la hoja blanca, no conseguía crear en ella absolutamente nada. Los trazos no se acomodaban como habitualmente lo hacían y para mi asombro y humillación, en la hoja sólo se podían ver rayas sin sentido.

Intentaba mantener la calma, sabía que si me enfocaba en algo el lápiz haría su parte como tantas veces antes. Un sudor helado comenzó a recorrer mi espalda, me serví una copa más de vino buscando la inspiración para mis pensamientos, ya que estaba claro por el estado de la hoja que para dibujar no la tenía.

—Espero que esté quedando bien —me dijo ansiosa— ya que estás tan concentrado que ni hablas y hasta veo como te muerdes los labios.

En ese momento llegué al colmo de mi frustración, no podría sostener por mucho tiempo más aquella farsa, si no conseguía que el lápiz hiciera su función perdería quizás mi única oportunidad con ella. Tanto enojo e impotencia sentía, que en un arranque de ira clavé el lápiz en medio del penoso dibujo que había hecho. Al mismo tiempo que atravesaba el papel, ella se desplomaba al suelo a un costado del sofá. Como una daga en su pecho había sido el golpe del lápiz sobre mi burdo intento de retrato.

Me acerqué rápidamente para ayudarla pero su vida ya no estaba en mis manos. Hice todo el esfuerzo posible por reanimarla pero nada daba resultado. Corrí entonces hacia la hoja de papel pero por más que intenté cambiar los trazos del dibujo, no podía revertir lo sucedido. Me di cuenta entonces, tardíamente, que la magia del lápiz no tenía poder sobre dos cosas; el amor y el don de la vida.

La desesperación me embargó, sólo maldad provenía de ese maldito pedazo de madera, sólo la perdición me esperaba si seguía vinculado a él. Sin saber qué más hacer, quise destruirlo arrojándolo a las llamas de la chimenea. Al momento de caer el lápiz al fuego, sentí como si mi propio cuerpo se estuviera quemando; el dolor intenso apenas me permitió volver a sacarlo.

Recordé entonces la advertencia sobre el legado del objeto, que por nada del mundo intentara destruirlo. Mi ser estaba ligado firmemente a él. La gracia se había convertido en maldición y me había sobrepasado, ahora la muerte y la desolación me rodeaban.

Angustiado al máximo, tomé del escritorio un sobre blanco y coloqué dentro el grafito, luego fui a mi habitación en busca del dibujo que con él había llegado. La otra carta recibida la había memorizado perfectamente antes de botarla para que nadie supiera jamás mi secreto. Al tomar en mis manos aquel dibujo, esa mirada lujuriosa parecía condenarme y al mirar fijamente esos ojos profundos, me vi inmerso en todos los tormentos que ese regalo me había traído.

Ya no me reconocía, no era yo el que veía frente al espejo. Coloqué la hoja en el sobre y lo cerré, escribí en él una dirección al azar, no me importaba adonde fuera a parar sólo necesitaba librarme de él.

Salí de la casa y manejé mi auto hasta llegar al buzón para depositar el sobre que me libraría de mi maldición, aunque no de mis culpas. Después de enviarlo me dirigí a la estación de policía para explicar todo lo sucedido; la verdad no me importaba que me creyeran o  no, sólo quería expiar mi corazón, aunque no podría revertir mi destino.

Desde ese día estoy aquí recluido en este hospital psiquiátrico. No puedo cerrar los ojos sin ver las imágenes siniestras, esas líneas y bocetos que atormentan mi mente todos los días. Sólo sé que en algún lugar, alguien ha recibido mi carta sin remitente y esa maldición renacerá en la vida de aquel que sin quererla la recibió. Mi corazón fue pesado por mis actos y sumergido en las tinieblas de mi codicia y mi ambición.



Publicación reeditada 2013

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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°


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