domingo, 6 de septiembre de 2009

EL ORIGEN DE LA MALDICION



EL ORIGEN DE LA MALDICIÓN
Secuela de la historia "Transferencia"


No hay una guía que nos indique qué hacer en todas las situaciones de nuestra vida, no existe un manual infalible que nos advierta los riesgos de ciertas acciones o decisiones; y aunque ese libro de conducta existiera; ¿te diría exactamente qué hacer si a tu casa llegara un sobre sin remitente? Lo más lógico sería abrirlo y sucumbir ante la curiosidad de conocer su contenido.

Nunca pensé que esa simple acción, que esa curiosa decisión sería tan radicalmente importante en mi vida. Como cada tarde al llegar de mi trabajo, recogí la correspondencia del buzón y la revisé en busca de alguna novedad interesante. Lamentablemente siempre es lo mismo, cuentas y promociones que generalmente terminan en la basura.

Esa noche cambiaron muchas cosas en mi vida, lo que estaba oculto debió quedarse en la oscuridad y no salir a la luz jamás. Lo más decepcionante para mí no fue recibir una carta anónima, sino descubrir que el sobre contenía sólo un lápiz grafito y una hoja con un extraño dibujo. Una mirada femenina que realmente me ponía nervioso; una combinación entre sensualidad y misterio difícil de ignorar.

Al principio no comprendí de qué se trataba, pensé que era una clase de publicidad de las que habitualmente recibo. Viajes al extranjero, ofrecimientos de seguros de todo tipo, vacaciones inolvidables y tantas otras cosas que llegan a mi buzón. Sin darle mayor importancia lo dejé sobre la mesa, mientras continué revisando el resto de mi correspondencia. Tan insignificante fue que ni siquiera me interesé en botarlo.

Mis sueños esa noche tampoco fueron lo mejores, ya en mi mente rondaban visiones en torno a esa extraña mirada; ese dibujo simple, pero que a la vez parecía casi real. Tuve una visión muy incómoda donde esos ojos de mujer, observaban todo lo que yo hacía y esperaba hasta que yo estuviera profundamente dormido, para salir de ese papel y matarme en medio de la noche. Dos o tres veces desperté durante la madrugada para darme cuenta que sólo eran sueños ridículos y sin sentido.

Al otro día me desperté muy cansado por el mal dormir, parecía un zombi deambulando entre los pasillos intentando enfocarme en lo que tenía que hacer antes de irme a trabajar. Necesitaba dejarle un recado a la señora Carolina que viene todos los lunes y jueves a hacer el aseo a mi casa. Tenía una libreta sobre la mesa, pero no encontraba un lápiz con el cual escribir, luego de buscar por todas partes, recordé el grafito en el sobre y lo fui a buscar para usarlo.

Aprovechando que tenía ambas cosas a la mano, usé el reverso de la hoja dibujada para escribir. Mientras lo hacía, sentí un escalofrío intenso que me estremeció totalmente, como un mal presagio de un futuro incierto y oscuro. El recado era una simple lista de tareas específicas para que ella hiciera durante el día. Lo dejé pegado en la puerta del refrigerador, donde habitualmente le dejaba los encargos y salí muy apurado a mi trabajo.

Aún lo recuerdo bien, el sol ya comenzaba a elevarse sobre las dentadas montañas y el azul del cielo lucía intenso. Corría una agradable brisa que anticipaba un día soleado y caluroso.

A las horas después, para mi sorpresa,  recibí el llamado de la señora Carolina:

— ¿Es una broma lo de la nota cierto don Gonzalo?

— ¿Por qué señora Carolina? —le pregunté asombrado.

—Porque cada una de las cosas que me anotó en el papel ya estaban listas cuando yo llegué; las camisas planchadas, el traje encima de la cama y todo lo que me solicitó estaba perfectamente hecho.

No sabía qué decirle, de los años que la conocía, ella jamás me había jugado alguna broma de ese tipo. Estaba tan sorprendido que ni siquiera sabía qué otras cosas encomendarle para el resto del día. Aunque aún estaba incrédulo de lo que me estaba diciendo.

—Pasaré a la hora de almuerzo y lo vemos —le respondí y colgué con urgencia.

La verdad esa última frase sólo se la dije para ganar tiempo. En cuanto pude salir de mi oficina, tomé el auto y manejé hasta mi casa, si eso era una broma o no, lo descubriría muy pronto. Al llegar ella se asombró de verme tan temprano en la casa y volvió a enrostrarme lo de la lista. Pero mayor sorpresa fue para mí al ver que en realidad cada cosa solicitada estaba hecha. Las tareas de un día de trabajo habían sido realizadas en unas pocas horas. Sabía que algo no andaba bien y había un impulso dentro de mí que me hacía sentir extraño.

Era una sensación inquietante que inmediatamente asocié a la primera vez que usaba esos objetos. Coincidencia o no, con ellos había escrito la nota y ahora sucedían estas cosas inexplicables. Algo de lógica tenía pero seguía siendo ridículo pensar de semejante manera, aún así pensé:

— ¿Qué daño puede hacer probar y escribir una tarea más en la hoja?

Obedeciendo a ese pensamiento inexplicable que me impulsaba escribí.

—Por favor cambie de posición los sillones de la sala.

En cuanto terminé de escribir sentí un estremecimiento como si una corriente pasara por mis venas, una sensación aterradora y electrizante. Al girarme hacia la sala, todo estaba cambiado según mis instrucciones. Mi corazón se exaltó, había tenido ese presentimiento extraño desde el momento de recibir esa carta y ahora lo sentía más fuerte que nunca.

Aunque nada tenía sentido, sabía exactamente que eso estaba sucediendo frente a mis ojos. Necesitaba comprender perfectamente de qué se trataba todo ese asunto. Así que le pedí a la señora Carolina que se tomara la tarde libre; le pagué el día completo y se marchó extrañada pero sin hacer mayores preguntas. Luego llamé a mi oficina fingiendo un repentino malestar y me quedé en casa el resto del día. Necesitaba estar tranquilo y solo, e intentar un par de cosas más para estar seguro de lo que sucedía.

Después de unos minutos meditando lo que haría, traje de mi maletín otro lápiz que andaba trayendo y volví a escribir sobre la misma hoja de papel. Pero esta vez nada sucedió. Entonces tomé el grafito y escribí sobre un papel en blanco y al instante esas cosas sucedieron.

Ahora tenía claro que no era la combinación de ambos objetos, lo que producía que las cosas sucedieran, sino que definitivamente era el lápiz el que poseía esa cualidad mágica. Continué escribiendo muchas cosas poniendo a prueba el alcance de su poder y todas aparecían en breve en el lugar. En cosa horas ya había remodelado mi casa y había cambiado artículos sencillos por grandes lujos; hasta hice aparecer dinero por montones frente a mí.

Y aunque pude haberme dejado llevar por la ambición sin límites y la codicia desmedida, hice una pausa en las cosas que obtenía al escribir. La intriga de saber su procedencia o si ese admirable regalo en algún momento me pediría algo a cambio, fue más grande. Tenía que obtener las respuestas de algún modo, necesitaba tener la tranquilidad que no me estaba involucrando en algún tipo de magia a cambio de mi alma.

Lo más lógico sería que si el lápiz era capaz de responder a los estímulos escritos, podía utilizarlo para saber más sobre él. Quizás si escribía mis preguntas las respuestas aparecerían frente a mí. Lógicamente lo primero era saber…

— ¿Quién me envió esos objetos?

En cosa de segundos cada letra que había escrito sobre el papel, se esfumaba y comenzaron a aparecer otras líneas. Frente a mis ojos apareció el rostro de un hombre totalmente desconocido para mí. Eso no me decía mucho...

— ¿Dónde está él?

El papel se impregnó de líneas y poco a poco se dejó ver, por los detalles, que se trataba de una habitación acolchada, sin muebles en el interior y el hombre postrado en un rincón. Sólo un lugar se me vino a la mente de manera instantánea.

—Una institución siquiátrica.

Dónde más llegaría alguien que supiera semejante secreto. Si yo contara las pocas cosas que me han sucedido en estas horas, nadie me creería y si ese grafito era tan poderoso como lo imaginaba, ese tipo de cosas podía volver loco a cualquier hombre sin mesura.

Mi última pregunta fue escrita:

— ¿Cómo se llama el lugar donde está él?

Por un momento pensé que aparecería sólo el nombre del lugar escrito en la hoja, pero se dibujó en el acto la fachada de un edificio, con un portal en la entrada que decía Hospital Victorino Valdez. Ahora sabía exactamente donde buscar las respuestas a ese misterio y sólo estaba a unas tres horas de viaje desde mi casa.

La impaciencia comenzó a hacer presa de mí, pero sabía que a un lugar así no podía llegar sin un motivo. Al menos un motivo creíble. Conseguí el número de teléfono de esa institución y llamé para solicitar una visita. Aunque no sabía el nombre del individuo en el dibujo. Me hice pasar por un periodista que buscaba una historia interesante para escribir un reportaje sobre problemas mentales. Afortunadamente fui tan convincente que ya tenía hora para ingresar al día siguiente.

Fue un final de día de mucha reflexión e impaciencia, hice algunos dibujos más para satisfacer mi curiosidad pero aún le guardaba respeto al objeto mágico.

Al otro día me levanté temprano y partí a mi trabajo como cada día. Aunque mi actuar era el de un día normal, por dentro me consumían las ansias de saberlo todo. Finalmente, al llegar el mediodía salí de mi oficina con rumbo al hospital. Las tres horas de viaje se hacían interminables, mientras más cerca me encontraba más se aceleraba mi corazón.

Al llegar fui muy bien recibido, por demás ya tenía una pauta de preguntas que eran parte de mi “investigación”. Primero tuve que conversar con el médico a cargo del pabellón psiquiátrico, luego con el director del establecimiento. Pero finalmente estaba autorizado a recorrer las instalaciones con la compañía de un supervisor. Me hicieron pasar por los pasillos donde estaban los pacientes. Todas las habitaciones tenían una ventanilla por la cual los podía mirar. A medida que avanzábamos, le preguntaba al supervisor al llegar a cada puerta, cual era el motivo por lo que esa persona estaba allí.

Después de largos minutos de caminar por corredores interminables, me llevó a la zona donde tienen a los pacientes más peligrosos. En su mayoría asesinos declarados dementes o esquizofrénicos que han intentado suicidarse. Al fin encontré la habitación donde estaba el sujeto que motivó mi visita a ese lugar. Ahí me detuve y comencé a hacer más preguntas, de esa manera evidencié mi profundo interés por ese hombre en particular:

— ¿Es muy peligroso ese paciente?

—No lo ha sido para nosotros —respondió el supervisor— a pesar que se le acusa de asesinato. Siempre dice que él es capaz de dibujar a la muerte y que fue eso lo que causó el deceso de sus vecinos. Sin embargo, desde que llegó ha estado ahí sentado; a veces se le escucha llorar, otras veces grita contando su trágica historia. Pero eso es algo común en este lugar, todos ellos dicen ser inocentes o haber sido guiados por voces y alucinaciones; todos son víctimas de su destino.

Yo sabía exactamente a lo que el hombre se refería, pero en ese momento sólo buscaba tener la posibilidad de preguntarle cara a cara por el grafito que ahora estaba en mis manos. Tras varias preguntas que me inquietaron, pude conseguir una entrevista personal con aquel hombre.

Bajo todas las medidas de seguridad posible, lo trajeron a una sala aislada; envuelto en una camisa de fuerza para evitar cualquier agresión contra los guardias o contra mí. Sus ojos parecían perdidos en el infinito, sumido en una oscuridad aparente que lo mantenía en otra dimensión. Estando frente a él le pregunté:

— ¿Recuerdas por qué estás aquí?

Al principio él sólo respondía incoherencias, pero algo me decía que no era sincero, que quizás lo hacía para desviar mi atención.

—Lo sé todo —le dije con tono firme y áspero.

Su cara cambió de aspecto inmediatamente, ya no miraba de esa manera perdida al horizonte, ahora sus ojos se enfocaron en mí y me enfrentó diciendo:

— ¿Qué crees saber?

—Todo acerca del grafito y lo que es capaz de hacer.

Tras una larga carcajada, me respondió nuevamente:

—Realmente no sabes nada, al principio creerás que lo puedes dominar y que es fácil usarlo sin salir dañado. Te dedicarás a saciar tus deseos más simples, luego sin darte cuenta estarás inmerso en esa maldición. Te consumirá por dentro, te arrebatará el alma y te robará tus verdaderos motivos para vivir; al final terminarás aquí como yo.

Estaba claro que su estado mental no era exactamente para estar en ese lugar, él estaba totalmente cuerdo, ese lugar era su refugio para escapar del verdadero castigo que debería enfrentar.

Lo miré fijamente, esta vez con la única intención que me revelara lo que yo aún desconocía de esos objetos:

—Sólo deseo saber de dónde vienen y cómo usarlo correctamente, sé que puede ser mucho más peligroso de lo que yo mismo imaginé, pero necesito que me ayudes y tu secreto estará a salvo conmigo.

Nuevamente soltó una carcajada diciendo:

—Si no logré dominarlo para mí ¿Qué te hace pensar que lo haré para ti?

Su respuesta soberbia me llenó de ira, saqué de mi bolsillo el grafito y lo puse sobre la mesa para que él lo viera una vez más, mientras le susurré con ímpetu:

—Si no me ayudas, te aseguro que esta será tu última noche de vida; conozco perfectamente lo que las frases pueden hacer.

Su cara de asombro y terror me demostraron que yo no estaba equivocado. El motivo por el cual llegó ese sobre a mi poder sólo fue casualidad. Simplemente se deshizo de él porque su poder lo sobrepasó. En sus ojos se veía que lo deseaba tanto como lo quería fuera de su vida. El hombre bajó la cabeza, estaba muy nervioso, jugaba con los labios y giraba los ojos como tratando de decidir sus siguientes palabras.

—Junto con el lápiz y el dibujo venían instrucciones para usarlo, las memoricé y luego las destruí para que nadie lo supiera. Si alguien las leía hubiera averiguado que todo lo que yo poseía era a causa de ese maravilloso regalo. No supe en qué momento la ambición y la codicia me dominaron. Anhelé algo que jamás me sería concedido por más que me esforzara. Deseé el amor de aquella mujer que era mi vecina. Sin darme cuenta lo que hacía, terminé matándola a ella y a su marido sólo a través de los dibujos.

Sus palabras iban quedando grabadas en mi mente como una guía de lo que no debía hacer. Y prosiguió diciendo:

—Tal fue mi terror de mantenerlo conmigo después de lo que pasó, que hice lo que las instrucciones señalaban. Coloqué el lápiz y el dibujo en un sobre, escribí una dirección al azar y lo envié. Cuando confesé lo que había pasado obviamente nadie me creyó, pensaron que estaba loco. Pero no diría otra cosa, esa es la verdad y no pienso pasar mis días en la cárcel a causa de ese lápiz y su maldición.

—Cuéntame por favor lo que decía esa carta que botaste y te prometo que encontraré la forma de destruirlo.

—Nunca podrás destruirlo —dijo con voz temerosa— éstas frases recuerdo de la carta que venía con eso… Es un lápiz especial… más adelante comprenderás qué significa el dibujo… nunca intentes destruirlo, porque sólo se puede ser libre de la misma forma como lo recibes… o sea, enviándolo en un sobre sin remitente... así se realiza la transferencia…

Sus frases, aunque cortadas, revelaban exactamente lo esencial.

—Intenté varias cosas —prosiguió hablando mientras bajaba la mirada— y la verdad que no pude desprenderme de él en ninguna forma. Lo único que jamás averigüé es la relación que tienen el lápiz y el dibujo de esos ojos.

Sus palabras sonaron muy sinceras y a decir verdad el dibujo fue algo que me intrigó desde el principio. Esa debía ser la clave de todo eso, no podía ser de otra forma, esos ojos me revelarían el secreto tras ese objeto mágico.

—Se me olvidaba… —dijo el hombre— la carta también decía… tu corazón será pesado y tu verdadera naturaleza prevalecerá… Como ves mi verdadero yo es más ambicioso y traicionero de lo que yo mismo pensé, ahora vete y déjame en paz.

Por un instante sentí compasión y miedo al mismo tiempo, después de ese necesario encuentro me llevaba muchas respuestas, pero también nuevas preguntas. Me despedí del hombre, que volvía a su mundo ficticio tras las sombras. Al salir el supervisor me preguntó:

—Al parecer tiene una buena historia que contar.

Sin responderle, asentí con la cabeza, ya que sabía que lo conversado en esa habitación era un secreto compartido del que jamás nadie escucharía. Al salir por las puertas del hospital llevaba mi mente saturada, pensando en cuál era la solución a ese dilema. El trayecto de regreso se me hacía interminable. Al fin de vuelta en mi casa, puse el grafito frente a mí y la hoja con esa mirada tan particular a un costado. Escribí sobre la hoja preguntando de la misma manera que hice para encontrar al hombre.

— ¿De quién es esa mirada?

Pero por primera vez no hubo reacción y mis palabras se desvanecieron sobre el papel. Formulé la pregunta de distintas maneras, pero la situación no cambió. Concentré mi vista en la mirada, sentía un impulso en mi interior que me decía que si lograba completar las facciones de esa cara en mi mente y en el papel, podría revelar a quien pertenecía. Hasta el momento para lo único que yo lo había utilizado era para escribir frases en el papel que luego se convertían en realidad. Pero al parecer ese hombre lo había usado para dibujar, así que dibujar la cara que completaba esa mirada podría ser el secreto para obtener las respuestas.

Lentamente comencé a trazar líneas queriendo dar con los rasgos exactos para esos ojos misteriosos. Algunas de mis líneas permanecían en el papel mientras las incorrectas se esfumaban. Más y más rápido comenzaron a aparecer la nariz, la boca y sus mejillas, estaba muy cerca de poder descubrir el verdadero rostro tras esos ojos, el origen de esa maldición.

De pronto, la cara completa apareció sobre el papel, el rostro perfecto de una mujer muy hermosa, misteriosa y sensual. Pero en cosa de segundos todo el dibujo se esfumó frente a mis ojos. Mi cuerpo se paralizaba completamente, mientras la voz de una mujer se hizo presente en la habitación:

—Gracias —dijo la voz femenina— sólo una mente tan brillante como la mía podría llegar a descubrir el secreto; lamentablemente para ti, será lo último que descubrirás.

Yo no podía moverme, mis músculos parecían de piedra, no comprendía nada de lo que estaba sucediendo. La silueta curvilínea de la mujer apareció frente a mis ojos, sacó el grafito de mis manos petrificadas diciendo:

—Por años he estado cautiva en ese trozo de papel y ya era tiempo de ser liberada para que otro tomara mi lugar. Sé que en el fondo te agradará, podrás ver todo a través de esos ojos y no envejecerás ni un día mientras permanezcas allí. Verás a todos los que caen en la ambición y en la desgracia, en la muerte y la desdicha. Te rodearás de penas y de lágrimas, gritos de dolor y desesperación, todo por la avaricia insaciable. Rogarás cada día que alguien te libere y ahora tu ambición por saberlo todo será tu condenación.

Terminó de decir esas palabras y clavó el grafito en mi pecho como si fuera un puñal atravesando mi corazón. Mi sangre cayó sobre el papel y gota a gota era absorbida con todo mi ser, hasta desvanecerme dentro de él. Podía ver y escuchar todo alrededor, pero seguramente mis palabras no serían escuchadas. La mujer volvió a escribir una nota sobre una hoja en blanco; tomó el grafito y ambos papeles y los colocó en un sobre blanco que tenía en mi escritorio.

Fue la última vez que vi el sol en mi vida. Ahora sé que estoy viajando sin destino, que alguien en algún momento abrirá este sobre y seré testigo de muchas cosas. Sólo espero tener la suerte de liberarme de esta cárcel eterna, aunque eso significará la perdición para otra persona.

Finalmente el hombre en aquella habitación tenía razón. Tal vez yo no ambicioné las mismas cosas que a él lo llevaron a su prisión, pero ahora también era prisionero de mi destino. Lo mío fue una ciega ambición de conocimiento; que no conforme con tenerlo todo y saber lo suficiente para sobrellevar esta suerte, intenté descubrir el secreto de ese objeto maldito que hoy me mantiene cautivo en la oscuridad.


Publicación reeditada 2013


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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°


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