domingo, 9 de agosto de 2009

PRINCESA DE LAS CUATRO ESTACIONES



PRINCESA DE LAS CUATRO ESTACIONES

De lejos siento tu perfume como invade mi espacio, entre niebla veo tus ojos como iluminan la oscuridad, entre viento y lluvia, aún estas aquí. Siento tus brazos alrededor de mi cuello invitándome, el calor de tu piel envuelve mis sentidos seduciendo mi corazón; a la distancia sigues aquí. Una vez más tu voz recorre mis oídos, una y otra vez tu risa inunda mi ser, lo llena, lo complementa, lo satisface de tu esencia, de tu vida, de tu alma.

Apareces por las mañanas, como el sol que busca iluminar mi camino, vistes de seda, simple belleza resplandeciente que te envuelve cada día. Mientras mis labios seducen tus atentos oídos, la distancia será pasajera, el tiempo encontrará su destino, la tarde acabará nuevamente con otro día Llega el otoño apartando nuestros caminos ligeramente, así reposan los dulces besos y duermen los roces de la piel, pero reviven los recuerdos.

Mientras caen las hojas, las horas se vuelven minutos y los días, horas; así fugaz comienza a acercarse el frío. Los árboles desnudan sus cuerpos, se despojan de los rayos del sol, descubren su piel áspera y esperan. Pacientemente permanecen inmóviles hasta que el viento los mece, los mueve como arrullándolos, sacudiendo sus ramas del sol del verano. Cada día pierden más de sus vestidos, pero descubren la verdad de su ser.

De la misma manera nos despoja el otoño de nuestra cobertura, dejando expuesta la piel a los verdaderos recuerdos, aquellos que no se pierden. La lluvia no tarda en venir, el frío aumenta las ganas de estar junto a ti, tenerte a mi lado, sentir tu calor, mientras el agua comienza a caer aquí. El invierno toca la puerta y entra sin que nada lo detenga, simplemente se hace presente en cada rincón con su gris estela y su frío manto.

Sólo anhelo tus manos otra vez, tus besos recorrer mi espalda, mis oídos escuchar tu risa y tus palabras, cobijarte mientras pasa la espesa niebla. En el horizonte, el sol de la mañana regresa acompañado de nueva luz, las flores comienzan a mostrar sus colores, mientras siento tu voz cerca. Caminas suave y pausadamente trayendo el perfume de la primavera, es el momento de salir de tu capullo y extenderte por los cielos azules.

Esta primavera que me vio nacer, ahora me invita a acercarme a tu dulzor, correr entre la hierba fresca, hasta adornar tu cuerpo con nuevos retoños. Ya falta poco amor, para enlazar las manos nuevamente, para sentirte, para nadar en aguas cálidas, saciados de amor en medio del calor. Cada instante se convierte en una eternidad junto a ti, tu sonrisa inunda el espacio que nos rodea y tu dulce voz entona el canto del reencuentro.

El verano que te vio nacer, ya está aquí nuevamente, fusionando mi piel con tu dorada piel. ¿Dónde comienza tu verano y termina mi primavera? Aunque sean estaciones diferentes, ninguna sobreviviría sin la otra, absolutamente dependientes, complementarias, necesarias por igual. Se encuentran nuevamente, como nuestros besos se unen otra vez, besos magnéticos, impulsivos, encantados y absolutamente adictivos.

Así avanzan los años, ciclos cerrados, predecibles, contados por horas, días, semanas; todas pasajeras. Cuando se reúnen nuestros cuerpos, esos ciclos no existen más, en un instante tus manos tocan la lluvia, al siguiente tus ojos miran el arco iris, estela de colores que te adornan. Han pasado las estaciones que nos separan amada princesa, tus ojos ven el resplandor de un nuevo día y un año más se suma a tu eterna vida.



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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy
D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°

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martes, 4 de agosto de 2009

UN SABOR ESPECIAL



UN SABOR ESPECIAL


Era uno de esos días que lo único que deseaba era saciar mi calor y mi sed; sólo quería tomar algo helado o mojarme hasta que mi cuerpo digiera basta. En mi paladar el agua sabía tibia y sólo necesitaba algo refrescante, un sabor que no se perdiera por completo de mi boca, que permaneciera. Me dirigí a la heladería más famosa de los alrededores, en ella había una gran variedad de sabores y aunque pruebe algunos que son menos tradicionales, siempre he tenido mi favorito.

Me apoye en la vitrina mirando detenidamente cuál sería la degustación de hoy, qué sabor acompañaría a mi predilecto. Me tomé mi tiempo en decidir sólo por probar algo diferente esa tarde. Me decidí por uno que no había degustado antes y le pedí enfáticamente a la señorita que me atendía, que colocara primero mi sabor favorito. Sabía que al acabar de comer ese nuevo sabor, al pasar mi lengua por el último bocado de su textura, encontraría finalmente aquel que movía todos mis sentidos.

Esa dulzura que no encontré nunca en otro sabor, esa frescura y aroma incomparables, casi como llegar al cielo en unos pocos segundos. Ya me imaginaba cada minuto de su recorrido en mi boca; endulzando suavemente mi paladar y derritiéndose lento, dejando su sabor en mí. Mis dientes ya sentían su fría presencia internándose y resbalando por ellos, de tanto imaginarlo se me hacía agua la boca y tragaba saliva sin cesar.

Mientras lo preparaban, me apresure a pasar por la caja; en mis manos ya percibía la textura del crujiente barquillo y su olor. Hasta mis dedos estaban amoldándose a su forma cónica y puntiaguda, esa particularidad que los hace verse más grandes de lo que en realidad son.

Una vez pagado, estaba listo para acercarme nuevamente a la vitrina y retirarlo. Estaba más ansioso que nunca

—¿Será porque era el primero del verano?

A veces la impaciencia nos juega en contra, pero no me preocupé de eso, sólo estiré mi mano para recibir mi tan codiciado cono y poder disfrutarlo de una vez. Pero al momento de colocar mi mano sobre el barquillo, mis dedos presionaron más de lo debido. El crujiente cono cedió entre mis manos, rompiéndose como cáscaras de huevo. Acto seguido, vi como el helado salía desde arriba escurriéndose por mis manos. En un impulso reflejo intenté detenerlo, pero era imposible, el cono caía sin remedio.

En cámara lenta, vi como resbalaba el helado por mis manos y se esparcía por toda la vitrina, mientras mis torpes dedos aún intentaban retenerlo sin dejarlo ir. Al final quedé apoyado en el cristal, con mis manos llenas de helado y barquillo, con una expresión de incertidumbre en mi cara, casi haciendo lágrimas. Era comprensible mi expresión, no eran los helados más baratos de la ciudad y ya no tenía dinero para pagar otro.

Ver la vitrina embarrada de helado de dos sabores, debe haber sido muy impactante para la vendedora. De inmediato me pasó servilletas y se apresuró a armar un nuevo cono; mientras con un nudo en la garganta, yo intentaba darle explicaciones echándole la culpa al frágil barquillo. Ella se dio vuelta muy molesta y me hizo un gesto para que guardara silencio; con ese ademán ella asumía el error, pero más que todo quería evitar más problemas con la situación.

Esta vez colocó doble barquillo para evitar una nueva desgracia y me lo entregó suavemente. Luego se puso a limpiar con afán el gran desastre que había quedado. Yo me apresuré a salir de la tienda; tanto por mis ganas de comerme al fin mi helado, como por la vergüenza de la situación. Aún llevaba pedazos de servilleta en mis dedos pegajosos, testigos mudos del desastre dejado atrás.

Pero al fin aquello tan anhelado estaba en mi paladar; atrás quedaba el accidente, la vergüenza y esas ganas de llorar por el helado derramado. Sin duda esa dulzura lo compensaba todo y lentamente saboreé hasta el último centímetro de barquillo crujiente que entró en mi boca.



Publicación reeditada 2013


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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy
D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°

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domingo, 2 de agosto de 2009

EL SILENCIO ENTRE NOSOTROS



EL SILENCIO ENTRE NOSOTROS

Hay instantes tan especiales entre nosotros, al mirar tus ojos hermosos, al contemplar el reflejo de luz en tus labios, al escuchar tu dulce voz. Pero hay momentos que son algo más profundos, reflexivos y seductores, es ese silencio entre nosotros, ese instante en que callamos las palabras. Cuando los labios dejan de emitir sonidos y se conectan nuestras almas, nuestros corazones, encuentran el mismo ritmo al latir y nos fusionan.

No importa el instante en que suceda, siempre es un momento especial, a veces al teléfono mientras ya hemos dicho todo, sólo queda ese vacío. Un lapso de tiempo, donde siento que te abrazo sin usar mis manos, donde siento tu respiración, aunque estés a miles de millas lejos de mi. Son esos segundos, en que la fantasía invade nuestras mentes pasivas, llevándonos en un viaje imaginario, hasta el mismo cielo, hasta la gloria.

Para muchos es incómodo no escuchar una respuesta, para otros es una desesperación ese lugar sin sonidos, pero para nosotros lo es todo. Es estar tan cerca, que no necesitamos expresarlo con simples palabras, es trascender al cuerpo para flotar en el aire, hasta besar tu ser inmaterial. Sólo ese momento nos recuerda, que somos libres en nuestro amor, que este cuerpo mortal, no detiene los sentimientos que escapan fugases.

En ese silencio te abrazo y te beso, te recorro con mi memoria y te llevo, en ese momento ausente de palabras, me cautivas y me inundas de amor. Tu fragancia invade mis sentidos y en el absoluto éxtasis me liberas, me desatas del cansancio del día, me rescatas del abismo que nos aleja. El tiempo ya no existe y las horas viajeras siguen su curso sin destino, segundo a segundo, es una dulce eternidad ese silencio que nos conecta.

Como sinfonía de amor recorre el ambiente, haciéndome recordar tu piel, haciéndome sentir más fuerte, perdido en tus pensamientos ausentes. La melodía de tu respiración, se interna en mis sentidos fugazmente, llevándome hasta las estrellas, cayendo como cometa, hasta el fondo de tu corazón danzante. No necesito tu piel porque soy dueño de tu ser, sólo necesitamos escuchar esta melodía, con notas de entrega total.

Ninguno de los dos quiere romper esa magia, esa tranquilidad celestial, sólo permanecemos contemplativos a la distancia, en este mar pasivo. Disfrutando sus olas, que suavemente mecen nuestros sentidos distantes, nuestros corazones presentes, envueltos en la marea de nuestra luna. Ese momento lentamente se desvanece y nuestras bocas se revelan, rompen el silencio, haciéndonos descender nuevamente a esta tierra.

Por unos instantes, sentimos ser ángeles flotando entre nubes de amor, por segundos viajamos a la eternidad y recorrimos el mismo infinito. Ahora nuevamente, somos simples mortales que se aman, conversando otra vez de nuestras vidas, extrañando esa extraña ausencia de sonidos. Quisiera sentir siempre esa unión de nuestro espíritu y nuestra alma, para saber que más allá de este mundo, este silencio nos lleva a la eternidad.



ESA PERSONA ESPECIAL ES LA UNICA
QUE TE TRANSPORTA EN EL TIEMPO
SIN PALABRAS...



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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy
D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°



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sábado, 1 de agosto de 2009

DERRAMANDO SU PLACER



DERRAMANDO SU PLACER

Era uno de esos días donde se tiene una sensación en la boca, pero no sabes qué es lo que quieres de verdad, tu paladar te pide algo especial. Entonces buscas y buscas, miras alrededor, observas detalladamente, es una sensación que se hace más y más grande, causándote ansiedad. No es cualquier cosa la que deseas llevar a tu boca, pero es un sabor muy particular, aún no distingues claramente si debe ser dulce o salado.

Has pasado largos momentos mirando lugares de comida rápida, sándwich, frituras, helados, jugos y un sin número de otras cosas. Pero al pasar frente a ese puesto de frutas de estación, su olor te invade, te das cuenta que está allí, en medio de la variedad de dulces olores. Se confunde, se esconde, se desplaza entre tus sentidos, pero sabes que está allí, invitándote a encontrarla para degustar su exquisito sabor.

Observas detenidamente, entre colores atractivos pasas rápido tu vista, piñas, melones, sandías, ninguno de ellos es, son demasiado grandes. Duraznos, damascos, nísperos, no es la textura que quisieras probar. Manzanas, chirimoyas, mangos, por hoy no serán ellas las deseadas. Debe ser algo más pequeño, un fruto que fácilmente lleves a tu boca, sin tener que pelar su cáscara, ni perder nada de su hermosa figura.

Pasas entre guindas, ciruelas y frambuesas, hasta encontrarla allí, en medio de la variedad frutal, roja y madura, reluciente y carnosa. Frutillas de la estación, era lo que buscabas, de sólo verlas las anhelas, deseas probar su carne en tu boca, morder su piel y sentir su dulzura. Esa sensación de satisfacción ya comienza a hacerte sentir diferente, compras suficientes para no olvidarlas por un buen tiempo, para saciarte.

Mientras caminas su aroma te acompaña, casi quisieras parar allí mismo, sentarte en medio de la calle y comenzar a comerlas una a una sin parar. Pero te controlas y llegas con mucho esfuerzo a tu casa, las lavas bien, y las colocas en hielo para comerlas frías, refrescantes, pausadamente. Piensas en las muchas formas de servirlas, cocidas en su almíbar, picadas con crema, juntas a un rico copón de helado o con chocolate.

Pero tus manos impregnadas con su fragancia, ya no te dejan esperar, has recorrido tanto para este momento, que no deseas aguardar más. Te diriges al refrigerados, sacas una porción y te sientas en el sillón, la primera de ellas, la levantas suavemente hasta alcanzar tu boca. Ese primer mordisco, deja escapar su dulzor incomparable a tus labios, su esencia se escapa entre tu lengua y tu paladar, inundándote.

Tanta espera al fin recompensada, mientras su carne se pierde en ti, con cada una de ellas que se escapa entre tus dedos, disfrutas en pleno. Una a una van dejando el recipiente, que a cada instante se torna vacío, hasta que su ausencia te llevar a tener un momento reflexivo, extasiado. La última que al final llena tu boca, te deja la sensación de desear más, te acercas casi culpable para buscar más, las miras, las deseas.

Llenas nuevamente el recipiente y te sientas a disfrutar de este pecado, su líquido adictivo te hace flotar, olvidar que estas en este mundo. No quieres detener este viaje de sabor, una experiencia única en soledad, sin compartir con nadie de esta locura de sabor, de su cuerpo sólo para ti. Ya tus manos están teñidas de su rojo corazón y su aroma te rodea, te invita a continuar degustando este placer, tu boca avanza sin parar.

Ya quedan las últimas invitaciones de locura, tres sesiones de sabor, que se deslizan suavemente entre tus labios adictos, hasta perderse. La segunda con una lentitud increíble, la colocas en tus manos suaves, muerdes la mitad, para que su líquido dulce inunde tu boca pecadora. Finalmente la última gota de placer, entra y se pierde, dejando una sensación de éxtasis definitivo, hasta cuando necesites de ellas otra vez.



ESTE VERANO CALUROSO
NADA MAS REFRESCANTE QUE UN FESTIN FRUTAL



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D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°


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