martes, 21 de agosto de 2012

IRREVERSIBLE

IRREVERSIBLE


Con el tiempo la vida nos enseña que hay decisiones incomprensibles que cambian la dirección de nuestros destinos; que existen caminos que jamás deben ser recorridos y que hay senderos que es mejor evitar. Pero cuando alguien se arriesga a recorrer esos peligrosos caminos y sigue avanzando sin retroceder, normalmente termina en un callejón sin salida, sin amigos y muchas veces sin las personas a quien ama.

Si se conociera el final de cada camino no existirían los errores, pero la vida sería monótona, aburrida y sin gracia. Esa era la visión de Antonella, vivir día a día sin importar hacia donde la llevaría su camino y cada vez que se sentía repitiendo las mismas acciones una y otra vez, hacía algo para romper esa rutina. Muchas veces el simple hecho de teñir su pelo de color diferente o cambiar la posición de los muebles de su departamento, le daba la tranquilidad interior de haber roto esa monotonía. Cada día al recorrer las calles de la ciudad se sentía una esclava de las circunstancias, sabiendo que estaba obligada a cumplir las mismas reglas que todos su alrededor. Así que cada cierto tiempo inventaba rutas nuevas para ir a su trabajo o salía más temprano con el sólo fin de no estar amarrada al tiempo. Ese era también uno de los motivos por los que no se había ido a vivir con su novio, ella necesitaba su propio espacio en el cual sentirse libre aún.

Día tras día su mente intentaba resolver el misterio que la envolvía; inventaba situaciones que existían sólo en su cabeza, aunque esa vida paralela sólo estuviera en su mente. Ella necesitaba creer que cada día al quedarse en el departamento de su novio, un nuevo mundo se abría para ella. Aunque cada noche al acostarse, su realidad fuera la misma; triste, vacía e interminable; como si el tiempo se hubiera detenido en un torbellino que la obligaba a dar vueltas y vueltas sin parar.

Pero una mañana al despertar al lado de su novio Vicente, se quedó observándolo detenidamente, examinando cada ángulo de su cara, la redondez de su barbilla y sus pómulos marcados; miraba con toda calma los detalles de su pelo, sus orejas y manos. En ese momento ella se dio cuenta de que él no era el mismo de cuando lo había conocido, sentía que de una u otra manera los meses junto a él habían cambiado su aspecto.

Ella se levantó silenciosamente, sin despertarlo y fue al baño para tomar una ducha caliente. Mientras el agua caía por su cabeza y recorría todo su cuerpo desnudo, ese pensamiento obsesivo seguía rondando su mente. Era como gotas de tinta vertidas en una recipiente de agua caliente; expandiéndose rápidamente hasta teñirlo todo. Al terminar de ducharse, Antonella se envolvió en una tolla y se paró frente al espejo empañado por el vapor de agua; mientras se secaba miraba su cara de uno y otro lado.

—Estoy segura que él está diferente, en cambio yo sigo igual, es como si los años no pasaran por mí.

Pero estaba equivocada, porque a cada instante de nuestras vidas, todos los días, a cada segundo cambiamos. En su afán por obtener respuestas a su banal curiosidad, ella volvió a la cama y despertó a Vicente.

— ¿Tú me amarías si yo fuera diferente? —le preguntó cuando abrió los ojos— ¿Me amarías si yo fuera otra persona?

—No podría amar a otra persona que no fueras tú —contestó él un poco extrañado por la pregunta y aún somnoliento— Si fueras diferente no me habría fijado en ti, porque ya no serías tú realmente. ¿Por qué lo preguntas?

—No, por nada —respondió ella un poco desconcertada y no conforme con la respuesta.

Sin embargo en silencio guardó una pregunta más complicada aún; una interrogante que la atormentó todo el día; al recorrer las calles con su mirada perdida; al subir al metro y avanzar en dirección a su trabajo. Aún en su oficina mientras trabajaba frente al computador, esa pregunta rondaba sus pensamientos. Las horas pasaron y ese gusano en su cerebro permaneció carcomiendo su conciencia. Hasta que finalmente, esa noche de vuelta en el departamento de Vicente,  al estar con él en la intimidad, lo dejó escapar de su boca.

— ¿Podrías cerrar los ojos e imaginar que yo soy otra mujer?

Vicente quedó muy impactado por sus palabras.

— ¿Qué acabas de preguntar?... ¿Qué está pasando contigo Antonella?

—Nada, sólo quiero que pienses que soy otra mujer ¿Acaso tiene algo de malo eso?

—Después de todo el tiempo que hemos estado juntos —le dijo Vicente mientras se levantaba de la cama enojado y se arropaba con su bata— ¿Ahora vienes con estas locuras superficiales? Estás muy equivocada Antonella, el amor entre nosotros es mucho mayor que las apariencias; el que no vivamos juntos aún no quiere decir que no quiera estar contigo o que me imagine mi vida con otra mujer…

Sin saber qué hacer o cómo explicar lo que estaba sintiendo, ella se puso a llorar desconsoladamente, no sabía cómo expresarle lo que estaba sucediendo en su interior. Ese pensamiento estaba muy arraigado en su mente. Antonella le pidió disculpas y se acostaron nuevamente a dormir. Aunque después de apagar las luces ella permaneció despierta gran parte de la noche. Sabía que lo sucedido había abierto una puerta difícil de cerrar, por su mente sólo desfilaba la idea de escapar, huir lejos de todo lo conocido, desaparecer de la tierra y que nunca más se supiera de ella.

Antonella se levantó silenciosamente antes que amaneciera, con suerte durmió un par de horas mientras pensaba en lo que haría ese día. Ella salió sin despedirse de Vicente, aunque a él no le extrañaba nada de lo que ella hiciera, ya estaba acostumbrado a muchas de sus actitudes y locuras. Simplemente para él, ese había sido uno más de sus caprichos; aunque esta vez él no le daría en el gusto.

Ella salió del departamento sin rumbo fijo, sólo se dedicó a caminar por las calles sin pensar dónde la llevarían sus pasos. La fría mañana humedecía sus mejillas que aún recordaban las huellas de las lágrimas derramadas. Sus ojos brillosos, fatigados y somnolientos miraban al horizonte sin encontrar donde acabaría ese peregrinar. Antonella apagó su celular para no atender ninguna llamada y después de muchas vueltas por la ciudad, decidió no ir a trabajar ese día y volver directamente a su departamento. Al pasar el umbral de su puerta, ella sabía exactamente lo que haría.

Como cada tarde Vicente la llamó y se preocupó mucho al no poder comunicarse con ella. Ya antes habían discutido por sus caprichos, pero nunca había dejado de responder sus llamadas; a lo mucho le enviaba un mensaje de vuelta diciéndole que no quería hablar con él, pero jamás apagaba su teléfono. En vista que no le respondió las llamadas durante toda la tarde, él decidió ir a su oficina; pero al preguntar por ella en la recepción, le informaron que ese día no se había presentado a trabajar. Vicente sabía que algo no andaba bien, era un mal presentimiento extraño y angustiante; así que decidió ir al departamento de ella esperando encontrarla allí. Pero al hablar con el conserje, él le dio la mala noticia:

—La señorita Antonella dejó su apartamento durante el día. Me pidió que le avisara cuando llegara el camión de mudanza y al irse, dejó un sobre sellado para el dueño del departamento con las llaves. Los hombres de la mudanza cargaron todas sus cosas en un par de horas y finalmente se fue sin dejar ninguna dirección… estaba muy apurada y casi ni se despidió… realmente fue algo muy repentino.

La cara de Vicente reflejaba toda la angustia que estaba sintiendo en ese momento, casi no podía creer lo que había sucedido, pero en el fondo esa era exactamente una de las cosas típicas de Antonella. Quizás se había aburrido de vivir allí y había encontrado otro lugar mejor; seguramente cuando se sintiera cómoda lo llamaría para avisarle. Pero los días pasaron y Vicente seguía sin saber nada de ella, era como si la tierra se la hubiera tragado completamente. La situación había dejado de ser algo típico de ella y Vicente decidió dar aviso a la policía por presunta tragedia. Colocó carteles en lugares públicos, intentó localizar a algún familiar o alguien que la conociera por más tiempo que él; hizo todo cuanto estuvo a su alcance hacer, pero sin obtener resultado alguno. Antonella simplemente había desaparecido.

Las semanas se transformaron en meses; pasó el invierno, la primavera y el verano, y Vicente poco a poco se fue resignando a que jamás la volvería a ver. Pero cada vez que él veía a una mujer parecida a ella, su corazón se aceleraba al máximo, para luego caer en un vacío enorme que recalaba en su pecho al darse cuenta que no era Antonella. El otoño ya presagiaba un frío invierno y las hojas cubrían las calles y los parques. Sus amigos lo alentaban una y otra vez a salir y conocer a alguien que lo hiciera olvidar su desamor, pero cada vez que alguna salida podía ser realmente importante, algo sucedía, algo interfería con una linda velada y esa posibilidad de llenar nuevamente su corazón se esfumaba.

Al completar un año de que Antonella desapareciera, Vicente llevó un ramo de flores para arrojarlas al borde del río donde una fría tarde se conocieron. Él quería cerrar el ciclo de su pasado y dejar atrás de una vez todo lo sucedido, aunque muy en su interior siempre habría un pedazo de su corazón para ella.

Ya habían pasado un par de meses desde esa tarde en que Vicente decidió sacar el recuerdo de Antonella de su vida. El día había estado lluvioso y helado, la noche era propicia para tomar un trago que le subiera la temperatura, al menos esa era su intención cuando entró a ese bar. Pero después de un par de tragos se dio cuenta que frente a él había una mujer que no le quitaba los ojos de encima. Primero sus miradas se cruzaron entre la multitud y luego de unos minutos él decidió acercarse a conversar.

—¿Aceptarías que te invite un trago y algo de compañía?

Ella aceptó ambas. Su nombre era Alicia y algo en ella le recordaba a su Antonella, aunque ya había escuchado de sus amigos que esas cosas solían suceder. Que por más que intentara olvidarla, siempre vería algo de ella en otras mujeres.

—Siempre después de una pérdida se busca reemplazar a esa persona con alguien muy similar en apariencia o en personalidad.

Pero eso era algo que Vicente no quería hacer, él quería conocer a alguien totalmente opuesta. Así que mientras él la miraba detenidamente, observaba sus finas facciones y recorría con su vista cada detalle, en su mente se repetía una y otra vez lo diferentes que eran. Aún así, algo en su manera de sonreír lo estremecía y algo en su forma de mirar le recordaba a su querida Antonella. Después de mucho conversar ambos se sentían muy a gusto hablando de sus vidas y de sus sueños. Alicia hacía muchas preguntas, como toda persona curiosa de saber el pasado de quien tiene enfrente, pero había cosas que Vicente evitaba decir.

A las horas después, ambos ya estaban pasados de copas y reían por cualquier cosa; desde ese momento Vicente no dudó en sincerarse cada vez más con ella, al punto de contarle lo sucedido con Antonella. Mientras él hablaba, cada palabra reflejaba que Vicente aún la amaba, era algo inevitable; pero Alicia lejos de molestarse con la situación lo seguía escuchando atentamente y sin interrumpirlo. La conversación se tornó en un monólogo cuyo único tema era Antonella, hasta que Vicente se dio cuenta lo que hacía y guardó silencio un momento.

—Perdona —dijo avergonzado— lo menos que quería era terminar hablando de ella, pero comprenderás que necesitaba desahogarme.

—No te preocupes —dijo ella mientras se le acercaba al oído¬— Yo haré que la olvides.

Con tanta convicción lo dijo que Vicente se estremeció completamente y se levantó de un salto de su asiento.

—Jamás la olvidaré —dijo molesto mientras golpeaba la mesa— nunca podré sacarla de mi mente.

Vicente se dio media vuelta y se encaminó hacia la puerta tambaleándose de ebrio mientras hacía el intento de abotonar su abrigo. Alicia lo seguía de cerca gritando y llorando, afirmándose de las sillas intentando no caer al suelo.

—Al menos te pido una oportunidad —decía Alicia a sus espaldas— ya verás que yo podría llegar a amarte mucho más que ella.

—A penas me conoces —dijo Vicente dándose vuelta hacia ella— ¿Cómo entonces puedes hablar de amor? ¿Qué sabes tú de lo que yo siento por ella o de la intensidad con ambos nos amamos?

Alicia guardó silencio y bajó la mirada. Vicente salió a la calle mientras la lluvia caía copiosamente, Alicia lo siguió en silencio y a la distancia lo vio subirse a un taxi y perderse en la oscuridad de la noche. La lluvia ocultaba sus lágrimas, pero la amargura en su corazón no se la llevaría ni la tormenta más grande de la tierra.

Al día siguiente la lluvia había parado por completo, pero la mañana permanecía nublada, húmeda y helada. Vicente aún sentía el malestar de esas copas de más de la noche anterior, pero no era su costumbre faltar al trabajo por muy mal que se sintiera. Un café muy cargado y un sándwich lo harían recuperar el semblante. Aunque su mente aún permanecía atada a las palabras de Alicia. Él se colocó el abrigo y salió en dirección a su trabajo; pero al llegar a su auto, encontró una nota sujeta al parabrisas. Lo abrió rápidamente y al mismo tiempo lo dejó caer de sus manos paralizado por la impresión. Era un mensaje de Antonella.

—Perdóname por haber desaparecido así de esa manera; sé que no es justo lo que he hecho y que no debería pedirte nada, pero aún te amo. Quisiera que nos viéramos hoy a las siete de la tarde en nuestro lugar; si no vienes lo entenderé, pero te estaré esperando. Con amor Antonella.

Volvió a recoger la nota antes que el viento se la llevara. Su corazón comenzó a latir aceleradamente, una combinación de alegría y rabia chocaban en su interior. Sabía con toda certeza que esa no era una broma. La letra y la forma especial en la que la carta estaba firmada eran indiscutiblemente de ella. Después de leerla un par de veces más, Vicente sintió que tenía todo claro en su vida nuevamente. La angustia de esos meses y el vacío que sentía en su corazón se alejaban, sabía que si se encontraban volverían a estar juntos otra vez, sin rencores; porque a la única persona a quien podría perdonarle esa locura era ella.

Ese día las horas pasaron muy rápido y ya se acercaba el tan esperado momento del reencuentro. Lo único en que Vicente pensaba era en ver su cara nuevamente, estrecharla entre sus brazos y besar sus dulces labios. Deseaba sentir su perfume embriagante y perderse en su mirada una vez más. A cada instante, a cada segundo sentía su corazón más y más agitado, como si fuera un adolescente camino a su primera cita. Él entró al bar que habían bautizado como “su lugar”, ya que fue allí precisamente donde se conocieron.

El lugar no había cambiado mucho, a pesar que sólo volvió a visitarlo un par de veces desde la desaparición de Antonella, con toda la esperanza de encontrarla allí sentada. Por eso ese momento era tan mágico para Vicente; quien había soñado con ese instante cientos de veces.

Desde lejos la vio sentada de espaldas a la puerta, con las manos entre cruzadas sobre la mesa y con la cabeza levemente inclinada hacia delante, como era su costumbre. Vicente se colocó frente a ella y quedó atónito al ver que Antonella llevaba una máscara que le cubría la cara. La imagen con la que escondía su cara era la foto que se habían tomado la noche en que se conocieron. Vicente se sentó frente a ella sin quitar su vista de la máscara, sabiendo que el humor de ella siempre había sido fuera de lo común. Sin embargo sentía que esa broma había llegado demasiado lejos; una rabia incontenible crecía en su interior como un volcán a punto de estallar. Antonella permanecía en silencio y Vicente no soportó más, se levantó de la mesa y se dio media vuelta para irse.

—Espera amor... espera... —dijo ella antes que él emprendiera la huída.

— ¿Qué es todo esto Antonella?... —respondió Vicente volviéndose violentamente hacia ella— Desapareces por más de un año y luego apareces de la nada, me escribes para que nos juntemos, y ahora vienes aquí con esa ridícula máscara para burlarte de mí ¿Qué crees que estás haciendo?

—Perdóname —le contestó Antonella sin quitarse la máscara— te amo tanto que tenía miedo que te enamoraras de otra mujer. Pero ahora me doy cuenta que lo nuestro es más grande que cualquier circunstancia. Perdóname por todo el tiempo que he perdido de estar contigo...

Vicente se acercó a ella hasta colocar su mano sobre la máscara, pero antes que la pudiera sacar de su cara, Antonella le sujetó la mano.

—Espera un momento… ¿Realmente quieres ver mi nueva cara?

— ¿Nueva cara dices? —Vicente soltó la máscara de inmediato y dio un paso hacia atrás mientras un escalofrío recorrió su cuerpo— ¿Qué has hecho Antonella? ¿Quién eres realmente? La verdad es que te desconozco... Ya no eres la persona de quien me enamoré…

Vicente dio media vuelta y se alejó del lugar muy desconcertado, dejando atrás a Antonella y su máscara. Él salió del bar y caminó varios metros lejos de donde se habían reunido, pero la intriga lo obligó a devolverse y esperar escondido a que ella saliera para seguirla. Antonella salió del bar y caminaba sin mirar hacia atrás, llevaba la máscara en la mano mientras avanzaba aceleradamente. Vicente la seguía a distancia pero no podía ver su cara, luego de veinte minutos de perseguirla, la vio entrar a una clínica muy particular. Las puertas se cerraron tras de ella y él se escabulló siguiendo sus pasos.

Escondido en los rincones observó cada paso que ella dio hasta llegar a una sala donde la atendieron. Ella permaneció adentro cinco minutos y salió llorando desconsolada, corrió por el pasillo hasta la entrada y se fue sin darse cuenta que él la había seguido. Esa era la oportunidad que Vicente estaba esperando para averiguarlo todo. Sin demorar más, él entró en la misma sala de la cual salió Antonella y allí se encontró de frente con un doctor.

Vicente estaba algo nervioso, no sabía de qué manera explicarle lo que estaba pasando. Pero finalmente encontró las palabras para hablar con aquel cirujano especialista en estética facial. Vicente le explicó que la mujer que acababa de salir era su novia e inmediatamente él bajó la mirada y se colocó algo nervioso.

—Necesito saber ¿Por qué salió llorando de aquí?

El doctor algo dubitativo guardó silencio un momento antes de explicarle con mucho pesar las razones tras el desconsuelo de Antonella.

—Cuando ella vino a la clínica la primera vez hace más de un año, la verdad es que no entendí cómo una mujer tan hermosa podía necesitar una cirugía para ser feliz. Sin embargo por más que le insistí para que desistiera de hacerla, ella estaba tan decidida que pensé sería mejor que se atendiera conmigo y no con cualquier inescrupuloso. Pero ahora ha vuelto arrepentida porque quería revertir la operación, quería volver a tener su antiguo aspecto pero eso es imposible. Por más que me esfuerce, ella nunca volverá a tener sus antiguas facciones.

Vicente se mostraba algo confundido, la verdad que sin ver el nuevo rostro de ella no podía tener una imagen diferente de Antonella. El doctor sin decir más palabras sacó del archivero la ficha médica y se la entregó. Vicente extendió su mano para tomar las fotos que el hombre le entregaba, en ese momento sintió un enorme vacío en su interior y un estremecimiento que lo sacudió por completo, ya que sabía que ella no sólo había cambiado en apariencia; modificar su rostro también había cambiado su interior. Pero jamás pensó que esa nueva cara sería el rostro de Alicia.

Apenas podía sostener las fotos en su mano, con suerte se mantenía en pié. Sin duda que la extraña aparición de Alicia en su vida le había devuelto las esperanzas de superar la pérdida de Antonella, pero ahora que todo tenía un sentido macabro y egoísta, le sería muy difícil volver a amarla. Según le había contado el cirujano, cinco meses le tomó a ella la recuperación después la operación. En ese lapso de tiempo, lo que él más amaba de ella, su esencia y su fragilidad, también se habían perdido.

Cada foto que él había guardado junto a Antonella, ahora eran de otra persona, de una total desconocida y aunque pudiera fingir que todo estaba bien, no podría sobrellevar la triste realidad. Su dolor estaba más allá de la razón, Vicente había sufrido mucho por toda esa situación. La pérdida de Antonella, la incansable búsqueda, el interminable sentimiento de esperanza que ahora se diluía en una profunda confusión.

Desde ese día Vicente desapareció sin dejar rastros y ahora sería Antonella quien lloraría la partida de su amado. Ya habían pasado unos días cuando el teléfono de ella sonó; su corazón se aceleró al pensar que sería Vicente. Pero esa alegría momentánea se esfumó al darse cuenta que era el cirujano que la había operado, quien la llamaba y necesitaba que se dirigiera a la clínica urgente. Nuevamente su cara se llenó de alegría al pensar que había una solución para recuperar su antigua apariencia y que al fin el doctor la operaría para lucir como era antes de esa locura.

Los minutos que la separaban de las noticias se hicieron eternos; al llegar a la clínica entró raudamente corriendo por los pasillos y antes que recuperara el aliento, el doctor le entregó una carta para ella. Era de Vicente y decía:

—Te amo y nunca dejé de amarte aunque no estabas aquí conmigo, me había resignado a tu pérdida y hasta tenía predispuesto mi corazón para volver a amar. Pero nunca imaginé que volverías a romper mi corazón, que jugarías con mis sentimientos para saciar tu egoísmo. Sin embargo no puedo ocultarte la decisión que he tomado. No me verás hasta en seis meses más, cuando al igual que tú sanen mis heridas por la operación, aunque no creo que con eso sane mi corazón. Yo también he cambiado mi rostro para ser alguien diferente, sólo así tú sabrás lo que siento ahora y yo sabré lo que estás sintiendo tú. Te buscaré cuando todo esté bien, pero ¿Sabrás reconocer quién soy yo?...

La carta terminaba con esa frase de despedida; el doctor no tenía fotos del nuevo aspecto de Vicente, él se las había llevado consigo; no había nada que le mostrara a Antonella cómo sería su nuevo rostro o cómo poder reconocerlo. Los días se convirtieron en semanas y las semanas pasaron a ser meses y el tiempo del anhelado regreso se había cumplido. Antonella lo buscaba siempre tras cada mirada, en cada hombre que se cruzaba en su camino, pero no lo encontraba. Muchos hombres la invitaron a salir y ella accedió pensando que se trataba de Vicente; pero pronto se daba cuenta que no era él. Su corazón ya no sabía a quien amar y sus labios ansiaban encontrarlo. Esa tortura la estaba matando y la consumía lentamente hasta el alma.

Cada día que pasaba era una incansable búsqueda entre la multitud; una locura descontrolada que no soportó más. Antonella volvió a la clínica para sacarse esa máscara de mentiras. Antonella había quedado atrás en el pasado y ahora Alicia pasaría a ser otro rostro olvidado. Vicente no volvería a ella y si lo hiciera algún día, tampoco sería el hombre a quién ella amó. Si el destino los uniera en algún momento no se reconocerían y desde ese día serían sólo dos desconocidos para siempre, caminando la senda de una decisión irreversible.



Publicación reeditada 2012


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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°


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