jueves, 14 de febrero de 2013

NOCHE DE LLUVIA



NOCHE DE LLUVIA

Una a una las cajas se acumulaban en la sala de su nuevo hogar, mientras tanto los hombres de la mudanza seguían bajando muebles y otras cosas del camión. Lentamente todos los rincones de su casa eran ocupados hasta no quedar ninguna habitación vacía.

—Es impresionante —dijo Andrés— ver la cantidad de cosas que se pueden acumular al pasar los años.

Ya la tarde del sábado había avanzado mientras el oscuro día se acercaba a su fin. La lluvia intermitente había caído durante todo el día, esa era la primera gran lluvia del invierno y el frío comenzaba a anunciar que esa sería una noche muy helada. A él sólo le importaba dejar armada la cama, ya que el resto de las cosas podían permanecer en las cajas, al menos por ahora.

Había sido un día muy agotador y finalmente tenía un pequeño descanso, se preparó un café, encendió la estufa y se acomodó en el sillón a pensar un rato. Ese cambio era un giro muy importante en su vida. Atrás dejaba un pasado lleno de sin sabores y dificultades, esa era la ansiada oportunidad que estaba esperando para un nuevo comienzo, una vida con nuevos desafíos. Su mayor anhelo era encontrar nuevamente aquello fundamental en su existencia, aquello que lo hiciera pensar nuevamente en el futuro, aún cuando llegar a ese momento le había costado dejar atrás muchas experiencias.

Sentado a la luz de una lámpara, Andrés miraba a su alrededor dando suspiros de cansancio y de nostalgia; mientras afuera la lluvia, que por un momento había parado, volvía a golpear copiosamente la ventana. Una vez recuperadas las fuerzas y el ánimo, él se levantó de su asiento, abrió algunas cajas y colocó algunas cosas en orden en su nueva habitación. Se apresuró a armar y preparar su cama, después de todo el esfuerzo realizado durante todo el día, eso era lo primordial para intentar dormir con tranquilidad.

Por mucho tiempo Andrés había soñado con ese momento y ahora todo era una realidad. Había luchado mucho para estar en su nuevo hogar, había trabajado duro para conseguir armar su nueva vida. Pero sentía la ausencia de la persona a quien más amaba en la vida, su ex novia a quien siempre recordaba y que sabía que nunca olvidaría.

—Hay momentos que no tienen el mismo sabor cuando se está solo —pensaba él en la soledad de su habitación— cuando uno quisiera que esa persona importante compartiera estos momentos.

Eso era lo único que no lo tenía contento, era una ausencia que lo marcaba profundamente y sobre todo porque esa lejanía en sus vidas, pudo haberse evitado en algún momento. Ambos querían volver a estar juntos pero las circunstancias, las diferencias de opinión y el orgullo principalmente se los impedía. Al final cada uno vivía su vida esperando que el otro diera el primer paso.

Ya eran las tres de la madrugada y Andrés despertaba a intervalos, la noche estaba más fría y húmeda que nunca. Hacía pocos minutos que había parado de llover dando una pausa a esa tempestuosa noche. El vaho de su boca tomaba forma con cada aliento de su respiración y se estiraba en la oscuridad de la habitación con sus largos suspiros.

Mientras los pensamientos atormentaban sus sueños, el teléfono sonó como un estruendo rompiendo el silencio de la noche, él despertó sobresaltado, nada hacía suponer que tras largos meses de no estar en contacto con ella, en ese momento volvería a tener noticias de ella. Lamentablemente la llamada no era nada alentadora. Ella había tenido un terrible accidente de tránsito y había sido trasladada a una clínica de urgencia. El nombre de Andrés estaba en la agenda de ella como el número al cual llamar en caso de emergencias.

Respondiendo al llamado él se vistió lo más rápido que pudo y se mojó la cara para despertar de su somnolencia; tomó las llaves, su celular y salió al tiempo que la lluvia volvía a caer sobre la ciudad. Su corazón estaba totalmente agitado, sus manos sudaban como si estuviera tendido al sol del verano, pero el frío penetrante le recordaba que estaba en medio del invierno. Su mente estaba muy confundida, después de tantos meses de distancia él sólo esperaba poder verla una vez más con vida.

A pocas cuadras de camino, la ventisca y el aguacero le nublaban la visión, los goterones de lluvia se acumulaban sobre el parabrisas haciéndole muy dificultoso manejar correctamente. Pero Andrés, en su loca carrera por llegar pronto a su destino, comenzó a desatender las señales de tránsito, sólo le importaba estar lo antes posible a su lado. Sólo media hora los separaba de estar juntos otra vez, media hora para verse cara a cara nuevamente o al menos esa era la esperanza que él llevaba en su corazón.

Pero a la mitad de su recorrido, al llegar a una curva muy cerrada; el vehículo perdió agarre por el pavimento mojado y comenzó a derrapar de costado. Mientras él hacía su mayor esfuerzo por mantener firme la dirección y enderezar el vehículo; el auto sin control continuó girando y se volcó a un costado del camino. Andrés estaba aturdido, mirando la lluvia caer a su alrededor, mientras en su mente sólo estaba la imagen de ella, de su hermosa y dulce cara, con ese recuerdo finalmente perdió el conocimiento.

La ambulancia lo trasladó coincidentemente a la misma clínica donde ella estaba interna. La camilla era conducida a través de los pasillos directamente a la sala de urgencias. Mientras los gritos del personal se mezclaban con los ruidos de las máquinas, todo estaba listo para asistirlo, todo estaba preparado para intentar salvarle la vida a ese imprudente enamorado.

Quizás ella nunca sabría lo que él había hecho esa noche para intentar llegar a su lado, ya que sólo dos pisos más arriba, ella aún se encontraba debatiéndose entre la vida y la muerte. Mientras en la sala de urgencia los médicos, anestesistas y enfermeras estaban preparados para comenzar a operarlo. Andrés había perdido demasiada sangre en el accidente y la baja presión arterial era el gran problema en la mesa de operación. Los minutos avanzaban y los instrumentos quirúrgicos pasaban de mano en mano. Cortaban y suturaban su piel; drenaban la sangre de las heridas, limpiaban y suturaban nuevamente.

Los minutos pasaban mientras su pulso se mantenía muy inestable, aunque todo parecía normal y los cirujanos continuaban con la operación. Irónicamente en ese momento él estaba en la misma sala de urgencias donde había estado ella. De improviso el pitido ensordecedor de los instrumentos comenzó a sonar alertando a los doctores y al personal que su estado empeoraba; su respiración y su pulso se detenían por completo. Ellos hacían todos los esfuerzos para revivirlo pero nada lo traía de vuelta. Trajeron el desfibrilador para intentar reanimarlo.

—Uno, dos, tres..., despejen..., otra vez…

Dos, tres choques eléctricos y nada daba resultado. Mientras Andrés a lo lejos lograba escuchar todo ese ruido a su alrededor, como si estuviera en un viaje lejano o un sueño muy profundo. Creyendo que al fin despertaba abrió los ojos y se vio ahí postrado, tendido en esa ensangrentada camilla, mientras a su alrededor los médicos y enfermeras continuaban haciendo todos los esfuerzos posibles por salvarle la vida.

De pronto sintió su cuerpo flotar hasta llegar al techo, la sensación era increíble; se sentía muy a gusto, libre del peso de su cuerpo, lejos del intenso dolor que sentía y de las ataduras de la carne. Hasta ese momento no lo había asimilado, pero poco a poco comenzó a darse cuenta de lo que realmente sucedía; eso no era un sueño, su alma flotaba en la habitación y su cuerpo yacía tendido en esa camilla.

En ese momento, algo que era totalmente absurdo en esa situación sucedió, Andrés comenzó a sentir el grato aroma de su amada. Ese dulce perfume con el que tantas veces despertó abrazado a ella, ahora invadía toda la habitación. Sin duda que ese inconfundible aroma sólo podía ser de su fragancia. Todos los gratos recuerdos junto a su amada venían a su mente como un torbellino, en ese momento de desesperación. Si al instante de la muerte, dicen que la vida pasa frente a los ojos, en ese momento ella era lo único que venía a sus recuerdos; ella era toda su vida. La intensidad de la fragancia se hacía cada vez más fuerte en sus sentidos, era como un lazo irrompible que lo sujetaba a la vida. Mientras más aumentaba el agradable aroma, más imágenes de sus inolvidables y especiales momentos juntos llegaban a él.

Con una sorpresiva sensación de vértigo sintió su forma flotante que estaba a la altura del techo, caer raudamente hacia su inerte cuerpo que estaba postrado en la camilla y abriendo los ojos gritó:

— ¡Mi amor...!

Su corazón estaba en extremo agitado, su cuerpo estaba totalmente mojado en sudor, la oscuridad invadía la habitación y sus ojos. Mientras Andrés recobraba el aliento, poco a poco comenzó a darse cuenta de que todo había sido un sueño. Una tétrica y macabra pesadilla en la cual se había envuelto. Encendió la luz y sus ojos entre abiertos desconocieron su nueva habitación, pronto la agitación comenzó a diluirse y recobró el sentido de su realidad. Por largos minutos se quedó contemplando el techo de la habitación, pensando sólo en ella, mientras afuera el viento silbaba agitando fuertemente las ramas de los árboles. Al fin el sueño comenzó a pesar sobre sus ojos nuevamente y se durmió con el pensamiento de su amada presente.

Al día siguiente Andrés despertó muy animoso, aunque al ver tal desorden alrededor, decidió salir y postergar las largas horas de desempacar y ordenar. El día estaba oscuro y las nubes amenazantes dejaban caer sus gotas intermitentes cada cierto tiempo. Pero eso no lo desanimaba, sólo llevaba una idea fija en su mente, necesitaba encontrar la manera de invitar a su ex novia a cenar. Él se preguntaba cómo comenzar a reconstruir aquella relación nuevamente después de meses de separación. Para Andrés ese extraño sueño la había traído de vuelta a su vida y estaba más presente que nunca en sus pensamientos, estaba más profunda en su corazón de lo que jamás antes estuvo.

— ¿Qué pasaría si le mando un mensaje a su celular?

A esa altura él no tenía nada que perder, si había algún mínimo interés de parte de ella seguramente le contestaría, si no había respuesta, simplemente él seguiría adelante con su nueva vida. Tan inesperada fue para Andrés la respuesta de ella, como debió haber sido para ella el mensaje de él. Y de esa manera, con la simpleza de las palabras, ya estaban comunicados nuevamente.

—Estoy inaugurando mi casa nueva ¿aceptarías cenar conmigo esta noche?

Ella aceptó su invitación a los pocos minutos y con algunos mensajes más, ya estaban de acuerdo en la hora en que Andrés la pasaría a buscar. Él pensaba que ese sería el momento propicio para reconciliarse, la instancia para volver a estar juntos como antes, dejando atrás todas sus diferencias. Desde ese momento su corazón anhelaba con todas sus fuerzas que el día pasara rápido para estar con ella.

Él dedicó el día completo a ordenar y desempacar lo que le faltaba, mientras cada detalle y cada instante de la futura velada pasaba mil veces por su mente. Las horas corrieron rápido y sabía que algunas cosas no las alcanzaría a ordenar. Mientras movía todo lo que estaba aún embalado para apilarlo en un rincón de la habitación, se encontró con una caja muy especial. Él sabía perfectamente lo que había colocado en ella. Sabía que contenía las fotos y recuerdos que por tanto tiempo compartieron juntos.

Su corazón palpitaba con más fuerza de sólo sostenerla en sus manos; la abrió con mucho cuidado y comenzó a traer a su memoria cada instante compartido con ella. Cada día que habían vivido juntos, cada momento de felicidad estaba impregnado en todo lo que había en su interior. Su corazón se llenó de alegría al pensar que estaba a sólo pocas de poder verla nuevamente. Los minutos pasaron de manera infinita, mientras él permanecía viajando en el tiempo a lugares lejanos y sentimientos renacientes.

Al ver que la hora se acercaba, Andrés cerró la caja nuevamente y escribió con un plumón en el exterior, el nombre de su amada. Tras terminar de arreglar algunos detalles, darse una ducha y vestirse para la ocasión, lo último que quedaba por hacer era ir por ella.

Salió en su auto rumbo a su casa, la lluvia había comenzado a bañar nuevamente las calles de la ciudad. Sin duda que esa sería una velada al son de las gotas danzantes. Sólo esperaba que en esa noche helada y húmeda se mantuviera el fuego encendido en su corazones. Mientras conducía por las calles, sentía nuevamente los mismos nervios de su primera cita con ella. Era como si el tiempo hubiera vuelto atrás y trajera de regreso a su piel todas esas sensaciones que se mantenían latentes, guardadas en el baúl de los recuerdos inolvidables.

Por los parlantes de su auto se escuchaba música romántica, tal como lo ameritaba esa velada soñada junto a ella. Sobre el parabrisa caía una lluvia cada vez más intensa que le levantaba una suave bruma que nublaba el camino. Sus manos estaban heladas por los nervios, ni siquiera la calefacción del auto lograba subirle la temperatura. Sólo esperaba llegar luego y estrecharlas en sus brazos. Sabía que al cruzar sus miradas nuevamente, todo sería como un sueño, como si nunca hubieran estado lejos. Mientras sus pensamientos volaban lejos,  recibió un mensaje de ella en su teléfono.

—Por favor no te enojes pero surgió un inconveniente, dejémoslo para otro día, te quiero mucho.

Él sintió un pálpito de desconcierto en su corazón, como si la helada noche se le viniera encima. Pero Andrés sabía que ella no era de las mujeres que inventaban excusas, si en verdad necesitaba retrazar ese encuentro es porque realmente había algo que se los impedía esa noche. Con la urgencia de responderle lo antes posible para que ella supiera que estaba de acuerdo en aplazarlo unos días, Andrés comenzó a escribirle un mensaje a su celular. Tan concentrado estaba en escribir una amable respuesta, que descuidó toda señal en su camino.

Las gotas de lluvia golpeaban el parabrisas mientras las luces de la calle y otros vehículos se multiplicaban en los reflejos acuosos de la noche. La luz roja cayó frente a sus desprevenidos ojos y Andrés se atravesó delante de una camioneta. Por más que intentó esquivarla ya era demasiado tarde. Los neumáticos patinaron en el pavimento y la camioneta golpeó su auto directamente en el costado. Con la velocidad que llevaba, su vehículo salió despedido hacia un costado y volcó sin control dando vueltas por varios metros hasta detenerse.

En esos instantes toda su vida pasó frente a sus ojos en cámara lenta. La sensación era muy similar a la que había experimentado en su pesadilla, sólo que esta vez estaba seguro de estar despierto. Andrés estaba atrapado entre los fierros retorcidos, mientras el dolor de su cuerpo se extendía desde su cabeza hasta sus piernas; él sentía como fluía la adrenalina por todo su ser y la falta de aire al respirar. El auto estaba con el techo hacia el pavimento con los vidrios totalmente destrozados. Sus piernas estaban atrapadas por la carrocería, sentía sus costillas aprisionadas contra el volante y la bolsa de aire había golpeado su cara fracturando su nariz.

Andrés sentía el sabor de la sangre tibia pasar por su garganta, mientras aún tenía la vista nublada por el golpe. Miraba a todas partes intentando enfocar la mirada para poder encontrar su teléfono; en ese instante de desesperación sólo quería llamarla y escuchar su voz una vez más, o al menos terminar de enviar el mensaje que le había escrito. Pero sus esfuerzos infructíferos se desvanecían con su conciencia. Sus fuerzas se empequeñecían, sus ojos se nublaban cada vez más y a la distancia la lluvia se confundía con el murmullo de las personas a su alrededor que intentaban socorrerlo. Ni siquiera tenía fuerzas para pedir ayuda.

Sentía en el extremo de sus dedos, la textura viscosa de la sangre goteando por su mano hasta caer al pavimento mojado; allí se diluía su rojizo tinte hasta perderse entre los charcos de agua de la calle. Mientras las imágenes reales a su alrededor se desvanecían paulatinamente, la silueta de su amada aparecía ante sus ojos hablándole y dándole ánimo para salir adelante. En medio de la oscuridad de la noche la imagen resplandeciente de ella lo mantenía aún con vida, a pesar de su gravedad. Poco a poco el peso de su cuerpo se hacía cada vez más liviano; recordó en ese momento aquella misma sensación de su sueño, cuando su alma se desprendía de su ser.

—No quiero morir ahora —se decía con dolor y angustia— no ahora que estábamos más cerca otra vez.

Andrés ya no sentía nada en su cuerpo y la visión de su amada lentamente comenzó a esfumarse y le daba la espalda. Sus palabras lentamente se alejaban y el resplandor de su silueta desaparecía en el oscuro horizonte. Todo cuanto pudo querer recobrar era ahora una fantasía inalcanzable. Sólo segundos de distracción, unos instantes de desconcentración cobraban en ese momento la cuenta de una vida plena y esforzada.

Dicen que uno sabe cuando el alma esta pronta a partir y al parecer esa era la sensación que él sentía. Las lágrimas más amargas cayeron por su cara hasta perderse en la lluvia y su corazón lentamente desfallecía. Su respiración se adelgazaba mientras sus ojos comenzaron a navegar en un mar profundo y sin retorno.

—Hubiera querido una vez más haber escuchado su dulce voz, haber estrechado sus brazos y haberla besarla en los labios como siempre lo hacía.

Aunque realizaron todos los esfuerzos por sacarlo con vida de entre los fierros aplastados, su luz se había ido fugazmente esa noche oscura y lluviosa de invierno.

Por algunos días el teléfono de Andrés recibió varios mensajes de ella; hasta que finalmente al no haber respuestas, ella pensó que él ya no le respondería. Quizás era mejor dejar las cosas como estaban, aunque no perdía la ilusión de que pronto se le pasara la molestia de no haberse juntado ese día y volvieran a intentarlo otra vez.

No fue hasta una semana después de lo sucedido, que ella se enteró de la trágica noticia. La familia de Andrés que había recibido sus pertenencias después del accidente, la contactó para entregarle aquella caja que llevaba su nombre escrita con plumón. Ella no podía dar crédito a lo sucedido, su corazón se partía en mil pedazos y no había llanto capaz de sacar de su ser tanta amargura. Ahora sólo le quedaban esas fotos y esos recuerdos que él había guardado para ella. Tesoros perdidos en el tiempo, imágenes lejanas de una felicidad eterna que se esfumaba para permanecer viva solamente en la memoria y en el corazón.



Publicación reeditada 2013

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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°


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