martes, 19 de febrero de 2013

RECUERDOS DE UN ATARDECER



RECUERDOS DE UN ATARDECER


El vaivén de la silla mecedora, producía un sutil crujido en las maderas del piso; su cuerpo se balanceaba suavemente descansando a la luz de la tarde. Sus ojos grises por los años, estaban perdidos en el horizonte mientras recordaba. Sus pensamientos lejanos en el tiempo, permanecían sumergidos en las imágenes de su vida.

Pocas veces se había sentido tan nostálgica, ausente y hasta miserable. El fantasma de sus caminos olvidados siempre la atormentaba. Qué daría por saber hoy, cómo hubiese sido recorrer otros senderos, que su vida hubiese tomado otros rumbos y haber podido vencer sus absurdos miedos, atravesando las barreras que ella misma construyó.

Cuando realmente quiso hacer ese cambio importante, el rumbo de su vida se le había ido de las manos y ya no podía regresar sobre sus pasos, ni revertir las malas decisiones tomadas. Entonces se vio obligada a enfrentar su destino sin mirar atrás, sin pensar jamás que el tiempo finalmente le daría la espalda.

Ella se sentía incompleta y abandonada a pesar de haber sacado adelante sus metas personales con gran esfuerzo; pero en la vuelta de la vida perdió al gran amor de su vida, el único que realmente la hizo sentir íntegra y realizada en todo. Esa decisión de abandonarlo la marcaría para siempre ya que las circunstancias la obligaron a dejarlo.

Pero a pesar de lo sucedido, no podía quejarse de lo que le deparó su destino, ya que su vida siguió adelante después de él. Se casó con otro hombre, tuvo hijos que llenaron ese vacío y al final después de muchas dificultades entre ellos, se separó. Ella siempre pensó que con otro hombre superaría la pérdida del amor de su vida, pero no fue así. Su corazón, su mente y su alma siguieron ligados a ese recuerdo para siempre.

Con el pasar de los años, sus hijos se convirtieron en la fuerza de su vida, ellos eran el motivo para continuar viviendo cada día. Cuántas veces sólo quiso morir y olvidar todas las dificultades a su alrededor; pero al ver a sus pequeños niños reír, sacaba fuerzas nuevas y se esforzaba más por superar cada inconveniente. Si tan sólo hubiera tenido ese mismo valor cuando era más joven, entonces todo sería muy diferente.

Un par de veces vio a su gran amor caminando por la calle, pero ella giró la cara hacia otro lado y no quiso hablarle. La vergüenza la invadía y prefería estar sumergida en las sombras de la duda sin saber nada de él, que exponerse a los detalles de un pasado olvidado para ella. Pero en el fondo de su corazón siempre hubiera querido saber si se había casado, si realmente había logrado encontrar otra persona en su vida, o si corría igual fortuna que ella, luchando contra el destino y las vueltas de la vida.

Lentamente el sol bajaba en el horizonte, mientras ella contemplaba las flores de su jardín y admiraba la simpleza de la vida alrededor. Las lágrimas comenzaron a brotar y a humedecer sus ojos, recorriendo lentamente sus marchitas mejillas y cayendo en sus manos marcadas por el paso de la vida.

Qué daría por sentir esos suaves besos nuevamente después de tanto tiempo y perderse en sus ojos por largas horas. Qué daría por sentir esa pasión perdida que jamás pudo volver a experimentar en otros brazos y volver a tocar su piel. Mientras ella continuaba meciéndose, sacó un pañuelo para secar las lágrimas de su cara y cerró los ojos por un instante. Sólo quería ver su rostro una vez más en la distancia de sus recuerdos.

Con mucho esfuerzo le pareció dibujar sus ojos brillantes escondidos en su memoria; esa mirada tierna y cautivante que la hacían volar lejos. Su silueta se dibujó completamente recostada a su lado y lleno de pasión al amar. Lentamente aparecieron los rasgos de él para completar esa anhelada visión del pasado. Su nariz y sus dulces labios, la redondez de sus mejillas y su pelo desordenado. Esa cara de ángel que ahora sólo estaba presente en sus recuerdos, su sonrisa encantadora llena de alegría. Con él podía liberarse, evadir los malos momentos y olvidarse de todo. Al mismo tiempo, tenerlo cerca la hacía sentir muy temerosa de perderlo.

Ese miedo la alejaba de él de manera inconciente, resistiendo a entregarle todo su corazón. Aunque sabía que sin él nada sería igual en su vida, lo mantenía cerca pero no tanto como para enamorarse perdidamente y perder el control de sus sentimientos. Sin darse cuenta ella lo fue alejando poco a poco con sus actitudes, hasta que un día él ya no estaba más a su lado. A veces conversaban, pero el curso de sus caminos se alejaba cada día, hasta llegar a no verse más.

Ya no recordaba el perfume de su piel, pero sí la sensación que causaban sus roces; ya no sentía la dulzura de sus labios, pero claramente los necesitaba. Lo odiaba por haberla dejado, pero odiaba aún más su joven cobardía y ese egoísmo que la mantuvo siempre a distancia, temerosa del amor y sin entregarle libremente todo su corazón.

Las últimas aves de la tarde regresaban a sus nidos en los árboles, el atardecer comenzaba a acercarse y el sol descendía rápidamente en el horizonte, mientras su suave calor se alejaba poco a poco. Ella cerró los ojos nuevamente, intentando recordar por un instante esa última noche que pasaron juntos, En ese momento ambos sabían que no volverían a verse nuevamente y se amaron con total entrega y pasión. Por unos minutos ese recuerdo rompió las barreras de la realidad, llevándola a sentir el calor de su amor invadiendo cada rincón de su ser. Esos minutos eternos en que se amaron fugazmente, esa pasión verdadera bajo la luz tenue de la luna. Con manos entrelazadas y cuerpos danzantes al amparo de la noche, mientras sus besos rompían el silencio con gran pasión.

Ella no quería dejar de recordar ese momento pleno de su vida. Pero finalmente la última imagen de esa noche llegaba nítida a su memoria. Ellos se despidieron en la madrugada con un último beso que selló sus destinos por caminos separados y partió sus corazones para toda la vida. Ambos recordarían esa noche por siempre y si hubieran tenido una nueva oportunidad de reencontrarse, la hubieran aprovechado sin dudar y nada en el presente hubiese sido igual. Pero ese momento jamás llegaría.

En un instante todo se desvaneció en su memoria; el vaivén de la silla cesó de manera abrupta y el silencio invadió nuevamente la casa. Mientras la imagen de su vida cerraba la puerta desapareciendo en el horizonte con un largo suspiro; el pañuelo húmedo por las lágrimas cayó al suelo sin más testigos que el frío atardecer. Sus latidos abandonaron su corazón, mientras su aliento se perdía acompañado por la última luz del sol que sus ojos pudieron ver.



Publicación reeditada 2013

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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°


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