miércoles, 6 de marzo de 2013

PREMONICION



PREMONICIÓN


Desperté con ese extraño presentimiento, algo dentro de mí me advertía que el sueño que había tenido no era sólo un sueño. No era una pesadilla que pudiera pasar por alto, esta vez se trataba de una premonición. No es que tenga visiones y ellas se cumplan como un acto privilegiado de la contemplación del futuro; es algo que sólo me ha sucedido algunas veces de manera muy extraña.

Recuerdo muy bien el día que mi abuela falleció, yo me encontraba a más de doscientos kilómetros de distancia y caminaba rumbo a la playa con unos amigos. Cuando en medio de la calle encontré un naipe boca abajo y lo levanté era el as de espada.

—Este es el as de la muerte —le dije a mis amigos

Ellos me miraron con asombro y con molestia a la vez; todos coincidieron en decirme que dejara de hablar tonteras. Sin embargo sentí en mi interior ese pálpito extraño que me indicaba que algo había sucedido. Dos días después al volver de mi viaje, me comunicaron la muerte de mi abuela y la hora exacta era la misma en que bajábamos con mis amigos a la playa. ¿Coincidencia? Puede ser...

En otra ocasión iba de viaje al sur, era un trayecto de unas cinco horas. Mis pasajes originalmente eran para las tres y media de la tarde, sin embargo yo llegué más de media hora antes al terminal. Con el afán de adelantar mi viaje, me acerqué a la ventanilla para pedir que me cambiaran los pasajes para el bus que salía a las tres. Pero ese pálpito se hizo presente y por más que intentaba racionalizarlo, no fui capaz de sobrellevar el miedo y decidí no cambiarlos.

Cinco horas más tarde casi llegando a mi destino, vimos en la carretera que el bus que salió a las tres de la tarde, se había accidentado en medio de la ruta. Sin duda que mi semblante cambió por la impresión; ya que si hubiera insistido en mi decisión yo hubiera estado en él.

Quizás han sido más experiencias como esas las que me han llevado a tomar muy en serio cuando esos pálpitos vienen a mí. Pero esta vez no sabía qué hacer, ese sueño había sido tan revelador, que no me explicaba cómo evitar que esa situación pasara sin salir de mi casa esa mañana.

Soñé que era un día normal, me duché y desayuné como siempre y luego me dirigí a mi auto para salir rumbo a mi trabajo. Al cerrar la puerta de la casa, recordé que no había sacado las llaves para abrir el portón. Por suerte guardo un segundo juego en alguna parte del auto. Pero me tomó más de quince minutos encontrarlas. Al fin abrí el portón e intenté encender el auto, pero no arrancaba por más me esforzaba. Respiré profundamente, me tranquilicé un momento e insistí hasta que encendió el motor.

Sin duda ese día estaba destinado a llegar tarde a mi trabajo; la única forma de recobrar el tiempo perdido era tomar la carretera que cruza toda la ciudad. Normalmente no la uso ya que la entrada más cercana, queda a varias cuadras en dirección opuesta a mi trabajo; sin embargo iba tan retrasado que debía intentarlo.

Como era de esperarse, el trayecto más lento eran las últimas cuadras antes de llegar a la entrada, pero una vez en la carretera, todo era más fácil. Aceleré al máximo permitido, quizás un poco más. En mi mente sólo tenía por objetivo llegar a tiempo. Por esas cosas que suceden en los sueños, sólo veía manchas de colores alrededor y no distinguía la figura de los autos. Sin embargo por el espejo retrovisor pude ver un vehículo que venía a una velocidad impresionante, casi parecía volar.

Uno a uno sobrepasaba a todos serpenteando peligrosamente de un lado a otro. Al ver que ya estaba muy cerca de mí, cambié de carril para dejarlo pasar. Pero el veloz auto rojo bajó la velocidad y se apegó a mi parte trasera. Luego comenzó a levantarme las luces para que yo acelerara. Tanto insistió que volví a cambiar de carril para que me sobrepasara sin problemas, pero nuevamente se colocó tras de mí, encendiendo y apagando sus luces.

Molesto por su actitud acosadora, decidí acelerar para perderlo de vista. Pero cada vez que ya lo tenía lejos en el horizonte, lo veía acercarse nuevamente con la misma actitud. Ya decidido a dejarlo atrás a toda costa, aceleré mi vehículo hasta el fondo, tan real era la situación que hasta sentía el vértigo de la velocidad. Las siluetas del paisaje se tornaban líneas indefinidas y yo serpenteaba con toda facilidad de una pista a otra.

No alcanzaba a leer las señales ni los letreros que indicaban las salidas de la carretera; todo estaba escrito con símbolos irreconocibles. De pronto me veía enfrentado de manera repetitiva a las mismas señales una y otra vez. Cuando me acercaba a la siguiente señal, reduje la velocidad y me detuve en la berma para poder leer lo que decía. Me bajé del auto y caminé hacia ella, pero parecía que mientras más cerca estaba, el letrero se hacía más pequeño obligándome a seguir caminando para poder leerlo.

Cuando al fin comprendí lo que decía y entendiendo que esa era la salida correcta que debía tomar, me volteé para volver a mi auto, pero ya no estaba. De hecho, no había nada alrededor de mí; ni vehículos, ni carretera, sólo el letrero que me indicaba el camino a seguir en medio de la nada.

Agobiado por todas las dificultades que experimenté, decidí correr; lo que en los sueños generalmente sucede en cámara lenta y termina desesperándote más aún. Me aparté por una vereda para subir una pequeña loma, que a mi entender, era un atajo para llegar más rápido a mi trabajo.

A lo lejos veía nuevamente la carretera y aunque yo ya había salido caminando de ella, podía divisar el vehículo rojo que momentos antes me había causado tantas molestias. Él tomaba la misma salida que yo y rápidamente se acercaba hacia mí. Yo corría con todas mis fuerzas para evitar que me alcanzara, pero cuando ya lo tenía detrás de mí sentí un estruendoso ruido que me elevó por los aires.

Como un espectador omnisciente, veía desde la altura la escena dantesca de un accidente a la salida de la carretera. Podía ver al vehículo rojo que me perseguía, pero lamentablemente, también veía mi auto en medio del desastre. En mi mente yo me decía que no era posible, mientras flotaba en el aire observando todo con detalles.

Miraba la gente que se acercaba para ayudar y yo quería hacerlo también, pero por más que movía mis brazos para acercarme, sólo flotaba a la distancia. De pronto unas personas sacaban mi cuerpo del auto.

—Pero eso no puede ser posible —me dije— si yo estoy aquí mirando.

Lo recostaban en el suelo e intentaban reanimarlo porque no tenía pulso. Nada tenía sentido, todo era un caos y el fuego comenzaba a incendiar los vehículos alrededor. A lo lejos se escuchaban explosiones y los gritos de la gente, mientras continuaban dándole respiración a mi cuerpo.

Repentinamente me vi en el suelo apartando a la multitud para llegar a mi propio cuerpo; como si fuera una persona distinta y sólo yo tuviera la facultad para devolverle la vida. Me acomodé para realizar las maniobras de resucitación y mientras lo intentaba; desperté sobresaltado de esa confusa y desesperante pesadilla.

Quizás era la manera en que debían suceder las cosas o sólo es una ventana del futuro para que evitara ese final latente. Miré el reloj y eran las cuatro de la mañana, intenté descansar unas horas más, pero las imágenes invadían mi mente y me mantenían despierto. Sentía la ansiedad de que ya fuera la hora de levantarme y poder cambiar mi destino. Sin darme cuenta y sin noción de la hora me dormí nuevamente.

De pronto desperté sobresaltado, de algún modo era tan profundo mi sueño que no me di cuenta cuando sonó la alarma, ni la manera en que lo apagué. Ya no había tiempo para desayunar, así que me duché rápidamente y me alisté a salir. En todo momento tenía en mi mente las imágenes de mi pesadilla. Imágenes que se hicieron más presentes cuando al intentar encender el auto, éste se negó a arrancar repetidas veces. Después reiterados intentos lo conseguí, pero nuevamente la única posibilidad de recuperar el tiempo perdido sería la carretera. Yo estaba decidido a cambiar el destino de ese día, así que en principio deseché esa idea.

Tomé mi ruta habitual aunque fuera más lenta, pero luego de algunos minutos de conducir entre el tráfico, quedé atrapado en un embotellamiento de proporciones. A pocas cuadras se encontraba el único desvío que enlazaba esa calle con la carretera. Así que venciendo todos mis miedos, decidí tomar esa ruta y no quedarme atascado en esa congestión.

Una vez entrando a la carretera, mi mirada estaba constantemente en el espejo retrovisor, atento al momento en que aparecería el auto rojo de mi sueño. A los pocos minutos de recorrido, todos los vehículos comenzaron a frenar repentinamente. Poco a poco se fue formando un embotellamiento que no era lo habitual. Lo primero que vino a mi mente, es que se trataba de algún accidente. La fila de vehículos avanzaba lentamente, muchos optaron incluso por usar la berma como vía para avanzar y yo fui uno de ellos.

Luego de varios minutos, divisé a través de mi espejo lateral, un vehículo rojo a lo lejos que serpenteaba de un lado a otro entre las pistas. Era una camioneta de rescate y al igual que en mi sueño encendía y apagaba sus luces para que la dejaran pasar. Poco a poco consiguió abrirse paso entre los vehículos hasta llegar muy cerca de mi auto.

Anticipando sus movimientos, me pasé de la berma a la primera pista para facilitarle su avance; pero con el apuro, el conductor de la camioneta no comprendió mi movimiento y quedó atrapado detrás de mí levantando las luces para pasar por mi pista. Me coloqué en la berma nuevamente, pero como ya lo había anticipado esa era la vía más expedita para avanzar, así que logré recorrer varios metros lejos de la camioneta roja que permaneció en la primera fila.

Al darse cuenta el conductor que efectivamente la berma era más rápida, volvió a conducir por esa pista quedando nuevamente atrás de mí. Esta vez yo no podía cambiar de pista, pero los vehículos delante de mí se salían uno a uno del paso dejándome vía libre. Aprovechando la oportunidad comencé a acelerar y a tomar una leve distancia de la camioneta de rescate. Mientras avanzaba, yo tocaba la bocina y levantaba las luces para que los que iban delante se dieran cuenta que un vehículo de rescate venía atrás de mí.

Varios metros avancé de esa manera, hasta que por fin encontré el espacio suficiente para cambiar a la primera pista y dejar que me adelantara la camioneta roja. Astutamente en cuanto pasó por mi lado, me coloqué detrás de ella para aprovechar la rapidez de conducir por esa vía.

A esa altura había olvidado por completo los detalles de mi pesadilla hasta que me enfrenté a los primeros letreros de salidas de la carretera. En ese momento mi corazón se aceleró y ese pálpito extraño se hizo presente. Sabía que lo inevitable estaba cerca; por más que me esforzara en cambiar las líneas del destino, debía enfrentar lo que estaba por suceder.

Reduje la velocidad y dejé que la camioneta de rescate tomara distancia de mí, ya me faltaba poco para llegar a la salida que debía tomar y no me arriesgaría a ser el protagonista de otro accidente. Distraído en mis pensamientos no me di cuenta cuando los vehículos comenzaron a desacelerar, de pronto me vi con la camioneta roja a muy poca distancia. Puse mi pie en el freno rogando que alcanzara a parar.

El auto se deslizó en el pavimento y me acercaba cada vez más y más, hasta que finalmente me detuve a no más de un metro de distancia. El motor de mi auto se apagó, y yo sentía la adrenalina fluyendo por mis venas como un torrente de agua tormentosa.

Bajé la mirada unos segundos mientras intentaba arrancar el auto nuevamente. En ese momento sentí el estruendoso rechinar de neumáticos atrás de mí; un camión también sorprendido por la repentina detención, intentaba frenar. Los vehículos delante de mí volvieron a la marcha y si mi auto hubiera arrancado a tiempo, todo se habría evitado.

Con impotencia miraba por el espejo mientras la gran máquina se acercaba imparable hacia mí. Instintivamente y resignado a lo peor, saqué las manos del volante, retraje mis piernas y coloqué mi cuerpo rígido esperando el choque. Sólo escuché el golpe en la parte trasera y luego sentí como mi auto era impulsado hacia un costado.

Sentí la fuerte sacudida, mientras mi auto sobrepasaba la altura de las barreras de contención, y comenzaba a caer por una ladera. No atiné a hacer nada, no esperaba nada, sólo mil imágenes pasaron por mi mente en esos segundos que se hicieron interminables. Recuerdo sentir las vueltas que daba sin detenerme y el sonido de los fierros retorciéndose con cada golpe, hasta perder la conciencia.

A lo lejos escuchaba sonidos que parecían explosiones, gritos y murmullos. Me pareció sentir olores entre perfumes y combustible mezclados en el aire. Sentía un calor que me envolvía y mi cuerpo ausente no respondía a mis ganas de salir de ahí. Las voces lejanas se hicieron cada vez más notorias y la luz brillante del sol alumbró mi cara. La silueta de alguien aparecía entre las sombras, aunque el sol en la cara me impidió distinguir de quien se trataba y me desvanecí.

Cuando logré despertar nuevamente estaba inmovilizado, con algo sujeto al cuello y amarrado a una camilla. Aún estaba aturdido por los golpes y no sabía si eso era parte de un sueño o era realidad. Mis ojos se cerraban largamente y caían en la oscuridad mientras escuchaba el ruido alrededor de mí. Sólo rogaba por salir vivo de todo eso, sólo esperaba tener la oportunidad de sobrevivir a esa pesadilla.

Lentamente los días pasaron hasta recuperarme de todas las complicaciones, golpes y heridas del accidente; quizás lo más difícil podría ser volver a manejar nuevamente. Pero aunque no pude evitar que mi destino me alcanzara esa mañana, agradezco que pudiera haber visto anticipadamente ese desastre. Al menos así tengo la tranquilidad que hice lo que estaba a mi alcance para evitarlo.

A veces me despierto por las noches y las imágenes de mi pesadilla se mezclan con la realidad de ese día. He perdido la noción de qué cosas realmente sucedieron y cuáles no; sobre todo después que me sacaron del auto mientras se incendiaba.

Sólo recuerdo vagamente un rostro conocido, pero a mi mente viene el recuerdo de mi sueño, donde me veía a mí mismo rescatándome. Sé que eso no es lo que sucedió, pero nadie me pudo responder, quién fue la persona que tomaba mi mano cuando estaba a punto de morir.



Publicación Reeditada 2013

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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy
D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°


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