sábado, 9 de marzo de 2013

LIBERACION NOCTURNA



LIBERACIÓN NOCTURNA


La puerta se cerró tras de él y la luz roja del cuarto oscuro se encendió. El trabajo de un día completo recorriendo la ciudad, estaba sobre el mesón listo para ser revelado. David dejó revelando el nuevo rollo que traía, mientras en la penumbra del cuarto revisaba otros negativos de días anteriores. La fotografía era su trabajo y su pasión, no se imaginaba haciendo algo diferente aunque para muchos podría ser sólo un pasatiempo. Capturar la realidad en su cámara y plasmarla sobre el papel era una manera de robarle un segundo a la vida y perpetuarlo en el tiempo. Era la manera de mantener vivo un instante sobre el blanco rectángulo de papel, mientras los colores quedaban sólo en la memoria de quien había llevado ese instante en su cámara.

Los minutos pasaron lentamente mientras en la penumbra del cuarto David revisaba otros negativos de días anteriores. La fotografía era su trabajo y su pasión, no se imaginaba haciendo algo diferente aunque para muchos podría ser sólo un pasatiempo. Capturar la realidad en su cámara y plasmarla sobre el papel era una manera de robarle un segundo a la vida y perpetuarlo en el tiempo. Era la manera de mantener vivo un instante sobre el blanco rectángulo de papel, mientras los colores quedaban sólo en la memoria de quien había llevado ese instante en su cámara.

Luego de colocar el negativo en la ampliadora y disparar el haz de luz, el líquido revelador actuaba lentamente sobre el papel fotográfico que llevaba dormida la imagen latente de su trabajo. Al principio parecían ser sólo manchas, pero luego las luces y sombras aparecían paulatinamente en la blanca hoja mojada. El encuadre era perfecto, la silueta que estaba en el primer plano era clara y nítida, pero David no recordaba exactamente de donde era el paisaje del fondo ya que estaba muy desenfocado.

Mientras la foto anterior se secaba, él colocó en el líquido revelador la siguiente hoja que había ampliado. Se trataba del mismo centro de atención pero el fondo esta vez estaba nítido y los detalles mostraban algo de lo que no se había percatado al momento de hacer la toma. Había una oscura silueta escondida en medio de los arbustos y un reflejo blanco que parecía metálico le daba un brillo extraño. David amplió la imagen tanto como la máquina se lo permitía, la escena captada era algo totalmente insólita y confusa. La difusa figura, si estaba en lo cierto, mostraba una escena muy perturbadora.

Muchas veces las sombras y luces en una fotografía suelen tomar formas especiales que en realidad no existen. Pero en esa ocasión la luz del día era perfecta, esa tarde de verano con intenso sol no debía reflejar formas extrañas entre los matorrales, sin embargo aquello parecía un hombre con un cuchillo en sus manos y una mujer tendida en el suelo. Si no era así, su imaginación estaba yendo demasiado lejos.

David no podía despegar sus ojos de esa figura y pensando que quizás otra toma podría ser más explícita en lo que estaba viendo, decidió sacar una copia de cada foto tomada ese día. Luego de ampliar todo el material y constatar que nada extraño aparecía en las demás tomas, sino que sólo era ese instante peculiar frente a la fuente del parque el que escondía un misterio que debía resolver.

Sólo una persona podía ayudarlo en esa extraña situación, su amigo Ricardo, teniente de la división sur de homicidios de la ciudad. David le llevó la ampliación y los negativos a su amigo; quizás ellos con sus instrumentos de alta tecnología y sus años de experiencia podrían dar respuesta a la incógnita. Después de varios análisis, concluyeron que las fotografías estaban en lo correcto; la escena se trataba de un asesinato. David les indicó exactamente donde había tomado la foto para que los investigadores realizaran los peritajes correspondientes. En cosa de horas todo se había transformado de una simple corazonada a un caso policial.

Sin restricción para publicar las imágenes, David no demoró en encontrar un medio que se interesara en el exclusivo material y en breve sus fotografías ya estaban publicadas en la prensa. La noticia daba cuenta que se trataba de un horrible asesinato a la luz del día y esa era la primera imagen que se conocía del hecho, captada por un aficionado, de una serie de asesinatos similares en la ciudad. David había tenido la fortuna de captar la horrible fotografía aquel día recorriendo la ciudad y ahora como centro de atención de la brutal coincidencia, él también era solicitado por los medios.

Comenzó a aparecer en entrevistas en radio y televisión, y obviamente debía dar declaraciones a la policía cooperando en todo cuanto pudiera aportar a la investigación. El teléfono no paraba de sonar cada día, David se sentaba por horas buscando en sus antiguas fotografías algún otro fenómeno escondido o alguna situación diferente. Pero finalmente siempre volvía a la tan nombrada imagen del asesinato. Algo comenzó a suceder en su interior con todo eso; algo que lo hacía sentir privilegiado de ser quien hiciera la polémica toma. Ahora su pasión por las fotografías artísticas ya no lo satisfacía, ya no encontraba valor alguno en una fuente de agua bien iluminada o en la casual mirada de un ave hacia su lente mientras descansaba en una rama. David necesitaba encontrar algo distinto detrás de la cámara, algo que encendiera nuevamente su sangre y su pasión.

Unas semanas después, cuando la atención sobre él ya había disminuido bastante, una prestigiosa agencia le ofreció a David una considerable suma de dinero, si era capaz de conseguir fotos similares a su primer acierto noticioso. Sin duda era una excelente oferta y un gran reconocimiento por su trabajo. Sus antiguos motivos de atención, plazas, edificios arquitectónicos con historia, lugares especiales dentro de la ciudad, captados siempre en blanco y negro. Daban ahora paso a morbosas situaciones ocurridas en la misma ciudad; muerte y desolación serían desde ese día el centro de su atención.

David comenzó a comunicarse con sus contactos policiales, para intentar ser siempre el primer fotógrafo en llegar a las escenas de asesinatos brutales y cosas similares. Al contrario de lo que cualquiera pudiera pensar, su nuevo enfoque estaba muy lejos de ser algo rutinario, ya que todos los días suceden cosas extrañas en la ciudad. Día a día su nuevo trabajo se volvió algo adictivo, mórbido y sin escrúpulos; ya no había nada que lo impactara, se había transformado lentamente en una persona insensible e indolente. Tras cada imagen que capturaba no había una persona para él, no había un padre o una medre o un ser humano, simplemente era un objeto inanimado para fotografiar.

Cada día David quería ver más sangre, más muertes y ser testigo de más cosas extrañas a su alrededor. De pronto sin darse cuenta, todo eso comenzó a ser una necesidad insaciable y enfermiza, no podía controlar esa sed de capturar las escenas más insólitas y llegar a ser reconocido por su trabajo tétrico e insólito. Pero los altos y bajos de la vida siempre van cambiando de ritmo y con el paso de los meses le tocó a David estar abajo.

Esa había sido una semana muy difícil, por varios días no había sucedido nada particularmente especial en las calles y la larga espera comenzó a desesperarlo. Tal era su agonía y su anhelo de presenciar algo sangriento, que salió a caminar por las calles esperando que el azar lo guiara hacia algo espantoso. Con cada persona que veía pasar a su lado, se imaginaba una forma diferente de muerte. Algo muy fuerte estaba creciendo en su interior, algo que estaba ahogándolo, consumiéndolo vivo y que no podía esperar más tiempo por salir a la luz.

Era una noche solitaria y fría, el invierno traía a diario una bruma espesa y húmeda que mojaba las calles. Pero David sentía que esa atmósfera era la más indicada para que las cosas sucedieran en la oscuridad de la noche. Él tomó su cámara y la colocó oculta entre los arbustos, enfocando hacia un solitario asiento en el parque. Esperó por horas a que alguien en la oscuridad de la noche se hiciera presente y se sentara en ese banquillo. Hasta que llegó ella, una mujer de cabello oscuro, delgada y en tenida deportiva. Una mujer que se tomaba horas de la noche para trotar despreocupada, no importando qué clase de clima hubiera. Ella se sentó frente a él, indefensa, con la vista hacia el suelo, cansada de correr, inspirando profundamente para recuperar el aliento.

La cámara tenía conectado el disparador remoto de alto alcance. David comenzó a acercarse sigilosamente hacia ella. Sólo el sonido de la brisa lograba percibirse en el silencio y las gotas de agua que suavemente caían entre las ramas de los árboles. Él la sujetó con su brazo izquierdo, levantando su cabeza para evitar que ella gritara; mientras en la mano derecha empuñaba un filoso cuchillo de caza. David alzó su mano dejándola caer con fuerza sobre ella. Cada golpe que le dio fue como una enorme lanceta de avispa directo al corazón de su víctima.

Ella era la primera, la que le mostró el camino de su perversa y sedienta mente; ella le abrió la puerta a su oscura ansiedad de muerte y a la cara oculta de su apacible vida de fotógrafo. Bañado en sangre trajo su cámara para fotografiarla más de cerca, su adrenalina fluía como hacía mucho tiempo no lo hacía, él había iniciado un viaje vertiginoso y excitante. Una sensación de dominio y control absoluto se había apoderado de él, se sentía como un semidiós del parque; dominador de cada ángulo de su muerte. Una tras otra las tomas quedaban guardadas en su cámara, única testigo del nacimiento de un asesino.

David tenía las pulsaciones a mil, mientras sostenía la ensangrentada cámara frente a su obra maestra; ese era el inicio de su liberación, era el comienzo de su nuevo vivir. Hasta ese momento se había sentido atado a las acciones de otros, sumergido en los deseos de otros. Pero ahora había sido él quien mutilara ese cuerpo, quien decidió dónde dar el primer golpe, fue él quien decidió el momento y la forma de su muerte. Lo que sentía era indescriptible, abrumador y envolvente. Casi no podía esperar a llegar a su laboratorio a revelar las fotos que había obtenido, y así en la oscuridad de la noche, entre la bruma húmeda del invierno gris, desapareció del lugar sin dejar pistas.

Horas después mientras David revelaba las fotos, al ver las imágenes de la secuencia en que él le daba muerte a la mujer, éstas no lo llenaban en absoluto. Sintió que era como ver escenas de una película de la cual ya sabía el final. Se dio cuenta que no era la acción de matar la que lo impulsó esa noche. Pero al ver las fotos de su víctima ya muerta era diferente lo que sentía; su inmovilidad le permitió obtener las mejores fotografías de la noche. Sin duda sentía que su trabajo estaba alcanzando un nivel muy especial, nadie tendría la suerte de verla en ese preciso instante, cuando el alma deja el cuerpo agónico.

David se sentía vivo y completo, con el poder de capturar un momento único, el instante perfecto del viaje eterno. En su interior se encendieron nuevamente los recuerdos de ese momento único, un éxtasis profundo y electrizante. Pero que a la vez se desvanecía fácilmente con la misma rapidez que su aliento se iba. Unos pocos minutos de satisfacción ya no eran suficientes para él.

Como una adicción fuera de control, comenzó a buscar formas extrañas y maneras novedosas de repetir ese momento único, mórbido y enfermizo. Al principio sólo era algo que sucedía sin planificar, sólo era algo que él hacía para callar ese llamado interno que lo impulsaba. Pero se dio cuenta que más importante que la acción realizada, lo que él necesitaba era que su obra post mortem trascendiera, debía ser reconocida como algo único, especial y deslumbrante. Nada conocido podría ser mejor que capturar la sencillez de la muerte; ya que ella no tenía prejuicios, miraba por igual a ricos y pobres, a jóvenes y viejos.

Desde ese momento una nueva evolución sucedió en David, su vida se transformó en un estudio de los comportamientos humanos previos a una muerte inesperada. De día seguía a los elegidos y los fotografiaba a la distancia. Fotografiaba los lugares que recorrían, sus pasos, sus gestos y toda su rutinaria vida. Luego por las noches cuando volvían a sus casas, se convertían en sus presas y sus trofeos.

Él descubrió que la mayoría de las personas hacen lo mismo cada día, caminan por las mismas calles, van a los mismos lugares; aprenden una forma única de hacer las cosas y la repiten una y otra vez. Son esclavos de la rutina, esclavos que necesitan ser liberados. Al principio a David le tomaba casi una semana analizar los movimientos de sus víctimas, luego con la experiencia, sólo le tomaba un par de días saber que harían. Anticipaba sus movimientos repetitivos y los sorprendía de una manera muy particular. Les dejaba una foto de ellos retratándolos en cualquier momento de sus rutinarias vidas.

Cuando los interceptaba en los parques o las plazas, David les dejaba una fotografía en los asientos; cuando era en las calles solitarias o callejones, les dejaba una foto tirada en la vereda donde pudieran encontrarla fácilmente. También al llegar a sus departamentos usaba los peldaños de las escaleras o las barandas para dejarles la imagen; o cuando era en los estacionamientos les dejaba una foto junto a la puerta de sus autos, siempre en el lugar más visible.

Sus víctimas se sorprendían tanto verse fotografiados, que no alcanzaban a darse cuenta cuando él se les venía encima como un rayo, dándole muerte en el lugar. Esa era su firma por la que comenzó a ser reconocido y buscado; el fotógrafo asesino. Su forma de firmar siempre era la misma, en el lugar del asesinato dejaba una foto del acechado tomada en el día y días después mandaba a la prensa las fotos de la víctima tomadas la noche de su asesinato. Su centro de atención no eran escenarios sangrientos o mutilaciones exageradas y llenas de ira, más bien le gustaba captar ese instante de paz que a él le inspiraba la muerte.

Ya habían pasado más de tres años desde su primer asesinato y a pesar que ya se había vuelto un experto en el acoso. Sentía en su interior que aún no alcanzaba la perfección de su trabajo.

Una noche de invierno brumoso después de haber seguido a su nueva víctima por semanas, David la esperaba impaciente a que volviera a su departamento. Sabía que debía llegar en cualquier momento, pero miraba una y otra vez su reloj ya que se estaba demorando mucho más de lo habitual. A ella la había seguido mucho más que a otras víctimas, tenía en su mente un escenario totalmente inesperado para ella. Ya estaba cansado de fotografiar personas en los parques, estacionamientos o callejones poco iluminados. En esa ocasión quería lograr algo mucho más arriesgado y artístico. Quería herirla de gravedad antes que ella terminara de subir las escaleras para llegar a su departamento y que desplomara muerta en los peldaños. En su mente ya había dibujado la silueta de ella con los pies hacia arriba y una de sus manos extendida hacia abajo mientras la otra descansaba sutilmente en su corazón tapando la mortal herida.

David estaba totalmente obsesionado con lograr algo diferente con ella, su cara angelical y su piel de porcelana lo habían cautivado, sus ojos grandes y su mirada tierna le darían un sentido armonioso y artístico que había buscado por años. Incluso había bautizado esa obra como “La caída de un ángel”. Pero la impaciencia lo invadía por completo y las ansias de ver su sangre correr como río escaleras abajo lo atormentaban.

Él ya había colocado la fotografía tomada el día anterior en el último peldaño de su escalera. Esperaba que ella la recogiera y cuando se incorporara nuevamente él le daría una estocada limpia directa al corazón. Pero al ver que los minutos transcurrían, David regresó a las escaleras para sacar la foto y dejar todo para otra oportunidad. No era la primera vez que echaba pié atrás en uno de sus planes, pero era la primera vez que estaba tan ansioso por concretarlo que sus manos temblaban sin parar.

David recogió la foto del suelo al final de las escaleras, pero al girar oyó los gritos de dos policías que aparecieron de improviso apuntándole. Era una trampa, de algún modo insospechado había sido descubierto. No tenía tiempo para pensar en cual había sido su error después de más de una treintena de asesinatos. Sin dar pie a que lo atraparan, David se abalanzó con todas sus fuerzas contra la puerta de un departamento, la cual se abrió sin oponerle resistencia. Corrió hacia la ventana sabiendo que estaba en un quinto piso y que no podía saltar desde esa altura. Pero como él siempre estudiaba muy bien los lugares donde cometía sus asesinatos, sabía que el edificio tenía una escalera de emergencia por la cual podría escapar. Así que rompió la ventana y salió hacia ella.

Al mirar hacia abajo se dio cuenta que había dos patrullas cerrando ambos lados del callejón; entonces se vio obligado a subir a la azotea. Peldaño a peldaño subía con la adrenalina fluyendo por sus venas, desde abajo escuchaba las voces de los policías que le gritaban; pero él continuaba subiendo sin parar hasta llegar al final de la escalera. Después de subir veinte pisos interminables, para su fortuna no había nadie en la azotea. David se acercó a la orilla del edificio para mirar a su alrededor y se dio cuenta que frente a él, una construcción cercana le ofrecía la única salida posible, pero estaba demasiado lejos. La distancia era de unos tres metros hacia el lado y un piso más abajo de donde se encontraba; era su única salida así que debía intentarlo si quería escapar.

A lo lejos se escuchaban las voces de sus perseguidores cada vez más cerca. David se armó de valor, se alejó lo más posible del borde tomando suficiente distancia y tras respirar profundamente, corrió con todas sus fuerzas para saltar hacia el otro lado. Sus piernas se estiraron lo más posible, mientras en el aire David sentía como si todo pasara en cámara lenta. Su cuerpo estuvo a centímetros de llegar al otro lado, pero sus piernas golpearon fuertemente contra el muro y se sujetó como pudo de la cornisa; la mitad de su cuerpo estaba colgando y sus manos apenas lo sostenían.

La adrenalina estaba corriendo a mil por sus venas y eso le dio fuerzas para lograr subir nuevamente al techo. Abrió la puerta de servicio del edificio vecino que daba a las escaleras internas del pasillo y comenzó a bajar nuevamente hasta llegar sin problemas hasta al piso trece. Sus adoloridas piernas ya comenzaban a inflamarse por el golpe. Al girar por el pasillo, David escuchó un grito que fue opacado por un disparo y luego sintió el metal golpeando su cuerpo. Segundos después rodaba escaleras abajo sin poder detenerse; instintivamente sujetó la cámara muy apegada a su cuerpo para evitar que se dañara.

Al golpear contra el piso, David sentía un punzante dolor en medio de su pecho y veía con horror como la sangre brotaba abundantemente de la herida. Sabía que su momento había llegado, sentía que su aliento se volvía más delgado a cada instante. Con la muerte tocando su puerta, sintió la urgencia de encender nuevamente su preciada cámara. Si ese era el final de su obra, quería ser capaz de fotografiar su propia muerte.

Encendió la cámara con mucha dificultad y la programó para hacer una toma automática a diez segundos; por un instante pensó en los titulares que saldrían en la prensa la mañana siguiente y mientras su mente se llenaba de imágenes que realmente nunca vería publicadas, sintió el inconfundible y lejano sonido del disparador y la luz del flash de su cámara, fiel cómplice y testigo de sus atrocidades que finalmente se despedía de él.


Publicación reeditada 2013


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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy
D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°


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