martes, 20 de octubre de 2009

TUNELES DE SANGRE




TÚNELES DE SANGRE
Secuela de la historia "El último tren de la noche"
Una brisa húmeda recorría la ciudad que en un par de horas más comenzaría a moverse. El metro aún no estaba abierto al público. Los primeros en llegar a las estaciones siempre eran los jefes de estación y los conductores del primer turno, después lo hacían los otros funcionarios y finalmente el personal de aseo. Pero aún con toda esa gente comenzando a moverse al interior de los pasillos, las puertas no se abren hasta que lo carros han salido de los talleres y están circulando por las vías rompiendo el silencio en que la ciudad se había sumergido.

Los rieles comenzaban a chirriar lastimeramente con el peso vacío circulando por sus cuerpos inertes y metálicos. Los fantasmas de los túneles ya se han escapado a sus refugios oscuros entre los rincones olvidados. Las criaturas de las sombras dejan de deambular entre las vías y se escapan a los ojos de aquellos que ya no creen en historias de terror. Pero hay ojos que los han visto y sólo cuentan lo que han descubierto a sus conocidos más cercanos; aunque otros muchos callan para no ser tildados de mentirosos, fantasiosos, chiflados o crédulos.

—Las vías tienen historias que muy pocos conocen —dicen los conductores más experimentados y viejos en el oficio.

Aunque los novatos siempre piensan que son sólo cuentos para asustar a los recién llegados. Sin embargo por las noches, mientras cumplen sus horas de capacitación recorriendo las vías cuando la gente se ha ido de los andenes, suelen ver de reojo sombras y figuras que se dibujan en la oscuridad. Aunque no siempre pueden afirmar si ha sido sólo sugestión o los viejos fantasmas del metro han salido a darles la bienvenida. Los más antiguos lo saben bien, pero no lo dicen, es mejor que lo averigüen por ellos mismos.

La madrugada era apacible, esa noche no hubo recorridos de prueba ni novatadas, las vías descansaron hasta la llegada del primer turno. Más de una hora había pasado desde que el primer carro salió de los talleres. Faltaban pocos minutos para abrir los grandes portones y que la gente comenzara a recorrer los pasillos como hormigas que encuentran un bocado y se apresuran sobre él. Sólo pocos minutos para que las boleterías comenzaran a vender los primeros boletos del día o a cargar las primeras tarjetas de la mañana. Muy poco para que los torniquetes comenzaran a dar vueltas una y otra vez incansablemente, sin parar hasta el final de la jornada.

Antes que el murmullo de la gente rompiera el silencio de la madrugada, antes del despunte del alba, se dejó escuchar el grito aterrador de una mujer haciendo eco en los solitarios corredores. El grito desgarrador no cesaba, se expandía por las escaleras y subía velozmente por los pasillos. El eco retumbante impedía precisar el origen de tan desesperado alarido. Desde lo alto de la pasarela que une los andenes, uno de los guardias logró ver desde donde venía tal escándalo. La encargada del aseo había descubierto un rastro de sangre que luego de recorrer varios metros desde los pasillos se perdía hacia el interior de uno de los túneles.

El guardia corría hasta donde estaba la mujer para ayudarla; al llegar la encontró paralizada por el pánico, blanca y helada como la nieve.

— ¿Qué le sucedió? —preguntó el hombre sujetándole la mano.

Pero ella no respondió, se quedó en silencio, con la vista perdida mirando el camino de sangre que recorría gran parte del pasillo hasta el final del andén, internándose abruptamente hacia el túnel. Eso mismo había visto él a la distancia antes de bajar. Con ese espíritu detectivesco que les aflora a algunos guardias, se arrodilló cerca de la mujer y pasó su dedo índice por la mancha roja que parecía cera o mermelada de frambuesa. La apretó entre sus dedos índice y pulgar palpando la viscosidad del líquido rojizo, luego la acercó a su nariz para olerla y aunque no sabía como era el olor a la sangre, descartó que fueran las otras dos opciones que había supuesto.

—Es sangre —lo pensó pero no lo dijo.

Luego mirando hacia ambos lados del sangriento camino, tomó el radio sin saber qué código indicar a sus compañeros, apretó el botón para hablar pero hizo una larga pausa.

—Atención… atención… Sigma, A uno norte… repito… Sigma, A uno norte.

—Copiado —respondió otra voz.

Inmediatamente el jefe de estación descendió al andén mientras el guardia se incorporó caminando en dirección opuesta al túnel. Al mismo tiempo otras cosas comenzaron a suceder en paralelo. Llamaron a la central para que desde allí se avisara a la policía y también se pidiera la presencia de una ambulancia; luego se alertaron a las demás estaciones y a todos los carros de la red sobre lo que estaba sucediendo en esa concurrida estación. Hasta no precisar lo que había pasado, el lugar permanecería cerrado al público.

El tiempo se convertía en un enemigo vil y descarado, cada minuto que transcurriera sería un paso más cerca de la tormenta que se asomaba. Era como estar en una planicie soleada y ver a la distancia las nubes negras cargadas de agua torrencial que se acercan y en vez de escapar en sentido contrario, comenzar a caminar hacia ellas. En cosa de minutos todo sería un caos; la estación sería clausurada y los trenes no podrían circular por horas.

El guardia continuó su peregrinar indagatorio siguiendo la sangrienta ruta hasta llegar a uno de los pasillos, ahí el charco de sangre coagulada como gelatina era el punto de partida del desastre. Ese era el origen del misterio. En sus años trabajando en el metro eso era lo más espeluznante que le había tocado ver. Una vez estuvo cerca de asistir un suicidio, pero la mujer que se lanzó a las vías quedó hecha picadillo y fueron otras personas las que debieron limpiar el desastre. En esa ocasión a él sólo le tocó evacuar la estación.

La otra situación extraña que vivió, fue una noche de invierno después de finalizar el turno. Cuando ya los trenes habían terminado su recorrido y se dirigían rumbo a los talleres, él subió en uno de los carros en compañía de un conductor amigo. De pronto en medio del recorrido, el conductor vio una pareja de ancianos sentados en el primer asiento al ingresar al andén, de inmediato detuvo el avance del convoy y abrió las puertas mirando en todo instante por el espejo lateral. En ningún momento perdió la vista de la pareja que permanecía sentada tranquilamente en la distancia, pero al ver que no se movían para subir, el conductor le pidió que fuera a ver qué pasaba. Ambos se asomaron por la puerta al mismo tiempo y quedaron petrificados, pálidos de la impresión; en un abrir y cerrar de ojos la pareja de ancianos había desaparecido. Los pelos se le erizaron, al igual que ahora al ver aquel charco rojo que se esparcía por el piso y las murallas, salpicando por todos lados.

No había ningún cuerpo a la vista, sólo sangre en abundancia y desde ese punto comenzaba el camino que él ya había recorrido. El guardia se devolvió sobre sus pasos y al llegar al andén nuevamente, otros compañeros ya habían bajado para ayudar a la mujer del aseo. Aunque más que para socorrerla estaban allí para calmar sus ansias morbosas y curiosas. La mujer estaba choqueada, su vista permanecía perdida en la distancia y temblaba completamente como un perro mojado en medio de la lluvia. Por suerte la ambulancia no tardó en llegar y se la llevaron.

Los portones permanecían cerrados al público y la gente que llegaba habitualmente a esa hora de la mañana, se agolpaba a las afueras observando con asombro y molestia el cierre de la estación. Algunos se movían rápidamente en busca de un transporte alternativo, pero otros permanecían en las afueras exigiendo una explicación e intentando averiguar más de lo sucedido al interior. En realidad no había mucho que averiguar, ya que nadie les daría las verdaderas razones por las cuales no podían entrar. Los rumores crecían a medida que los minutos avanzaban. Lo más escuchado fue que existía un desperfecto técnico en las vías; lo que fue descartado hábilmente por los curiosos cuando llegó un equipo especializado de la policía.

Otros hablaban de un suicidio al interior, la alerta de una posible bomba era más creíble y otros rumores similares que nacían espontáneos como una epidemia. Los medios de prensa no tardaron en llegar también para cubrir la noticia. No todos los días se producen situaciones tempraneras que amenazan con paralizar el traslado de toda una ciudad, teniendo en cuenta que esa estación era el punto de enlace más importante de toda la red. Tres niveles de flujo de público, donde personas del norte, sur, este y oeste de la ciudad se encontraban, muchos de ellos haciendo uso del cambio de andén para continuar su viaje.

Mientras tanto abajo en el andén, los policías acordonaron el área. Los forenses tomaban muestras de la sangre encontrada, la que horas más tarde revelaría que se trataba de sangre humana, y sacaban fotos a toda la horrorosa escena. Luego un grupo de policías se adentró en el túnel siguiendo el rastro de sangre, avanzaron por las vías más de ochenta metros hasta llegar a una zona de muy difícil acceso. Era una especie túnel de servicio por donde se internaba el rastro y se perdía en la oscuridad. Lo que hubiera causado todo ese desastre ya no se encontraba al alcance de ellos.

Dadas las circunstancias y que el tiempo que la estación había permanecido cerrada ya era demasiado, decidieron organizar un equipo de búsqueda más especializado, el cual retomaría la investigación durante la noche para no causar pánico en la población. Una vez que fueron limpiados los pasillos e incluso la pared que había sido salpicada de sangre quedaba limpia y sin residuos visibles; todos los recorridos volvían a la normalidad. Ya habían pasado seis horas de arduo trabajo y era más de mediodía, el sol estaba en la cima del cielo y el calor de la mañana permanecía en el aire.

—Misterioso incidente en el metro —citó un medio de prensa electrónico, junto a una foto añeja de esas imágenes de archivo que utilizan una y otra vez cuando no hay nada que mostrar. Los despachos televisivos sólo mostraban imágenes al exterior de la estación y por más que intentaron obtener entrevistas con los funcionarios involucrados, todos habían sido instruidos para no decir absolutamente nada.

—Estamos investigando… no podemos dar mayores detalles… todo está en completo orden… —fueron las escuetas palabras del jefe de estación.

El día pasó rápido entre especulaciones y la expectativa de la gente, que sólo esperaba llegar a su casa para ver en el noticiero central lo sucedido esa mañana. Pero nada de eso se hizo realidad y con la misma facilidad que nacieron las intrigas, el extraño suceso se esfumó de la pantalla.

Pero no sería así para los equipos especiales que ya estaban listos para su segunda entrada a los oscuros y misteriosos túneles del metro. La hora se acercaba, la multitud de gente comenzaba a menguar y la luna creciente de tres noches se asomaba tímida tras las montañas. La claridad del cielo prometía una linda vista de las pocas estrellas que se pueden divisar en la ciudad. La temperatura era medianamente agradable, mientras la expectación se hacía cada vez mayor en el escuadrón que ingresaría al túnel. El encuentro con lo desconocido mantenía a todos en un notorio estado de ansiedad. Además todos conocían perfectamente los detalles de lo encontrado esa mañana en los pasillos, todos sabían de la sangrienta escena digna de un asesinato bestial e inhumano.

Finalmente la jornada terminaba para los conductores y funcionarios del metro, los carros volvían a los talleres y las estaciones eran cerradas a la multitud que volvía a sus casas a descansar. Eran los minutos previos donde la tensión se podía cortar con navaja y hasta el sonido más pequeño e insignificante hacía eco en los solitarios pasillos.

—Procedan con el corte de corriente —solicitó el jefe de turno de la estación.

—Copiado —respondió otro funcionario que junto a tres guardias sumaban un total de cinco trabajadores del metro para apoyar al escuadrón de rescate.

Las linternas se encendieron iluminando el interior del misterioso túnel y los diez sujetos del equipo de rescate avanzaban lentamente para reiniciar la búsqueda. Por largos metros se internaron hasta llegar al lugar donde habían perdido el rastro de sangre. Uno a uno los hombres armados comenzaron a descender por un acceso estrecho y mal oliente. La sangre se mezclaba con la viscosa humedad de las paredes y lentamente avanzaron hasta llegar a una especie de recámara de descanso. En ese lugar había tubos y cables que se conectaban con la siguiente estación; también encontraron restos de ropas rasgadas, llenas de sangre y mezcladas con trozos de carne. Sin duda lo que arrastró el cuerpo hasta ese lugar, se alimentó luego de él. Pero qué clase de animal podría vivir bajo la ciudad, entre los túneles sin ser visto.

El oscuro pasillo se extendía por varios metros más hasta llegar a una nueva y húmeda recámara. El rastro de sangre no continuaba avanzando por el pasillo, sino que se desviaba hacia un foso tétrico y maloliente que permanecía abierto. Junto a la pesada tapa metálica del foso había una escalera de acero que descendía unos cinco metros al interior. Sólo seis policías ingresaron al foso para recorrer esos misteriosos lugares, el resto permaneció allí a la espera de sus compañeros. Lo que estuviera moviéndose a través de esos lúgubres pasillos, les llevaba la gran ventaja de conocer esos rincones.

Separados en tres parejas, se encaminaron en diferentes direcciones; la humedad se incrementaba a cada paso que daban y el olor se tornaba cada vez más insoportable. El primer equipo avanzó hacia el sur hasta llegar al final del pasillo original, donde se encontraron con un nuevo y más pequeño túnel que había sido rudimentariamente excavado a través de una muralla de ladrillos. Por otra parte el segundo equipo que avanzaba en dirección opuesta, encontró algo muy similar al final de su recorrido. Al parecer lo que recorría esos pasillos había realizado extensiones de los túneles, creando así nuevas conexiones por las cuales desplazarse libremente.

El miedo se sentía en el escaso aire que los rodeaba, había un temor evidente de continuar avanzando por esos estrechos y oscuros pasillos. De pronto una serie de disparos se escucharon rompiendo el silencio y la tensión del momento, los disparos venía desde el lugar hacia donde había avanzado el tercer grupo. El ruido movilizó a todos hasta llegar a uno de los pasillos donde encontraron sólo a uno de los policías tendido en el suelo en evidente estado de pánico. Sus ojos estaban llenos de terror y aún tenía el arma en la mano, apuntando hacia otro rústico y oscuro agujero al final del pasillo. Todos le preguntaban por su compañero, pero él no pronunciaba una palabra, sólo señalaba el oscuro pasadizo delante de ellos. Con mucha cautela se acercaron al borde del muro y encontraron rastros de sangre fresca mezclados con la húmeda tierra del lugar. Tres de ellos entraron por el rústico túnel intentando dar alcance a lo que había atacado a sus compañeros.

El laberinto de pasillos daba vueltas en todas direcciones desorientándolos al punto de no poder continuar la angustiosa búsqueda. Al no encontrar nada, el grupo decidió volver a la superficie antes de lamentar la pérdida de alguien más. A esa profundidad los equipos de radio eran totalmente inútiles por lo que debían organizarse para volver y dar aviso de lo sucedido. Mientras regresaban al punto donde se habían separado, encontraron el cadáver de su compañero desaparecido con la cara destrozada y los brazos quebrados. La aterradora y sangrienta visión los dejó perplejos; lo que estuviera escabulléndose por esos pasillos, sin duda era más peligroso de lo que ellos habían imaginado.

Los cinco sobrevivientes intentaban regresar a la superficie cargando lo que quedaba del cuerpo de su compañero. Las luces de las linternas se cruzaban entre las sombras, el silencio permitía escuchar sus pasos y su acelerada respiración. De pronto desde las sombras se dejó escuchar un fuerte alarido bestial que detuvo su veloz avance. Todos se sobresaltaron y se miraban entre ellos, el ruido hacía eco en los rincones y se perdía entre los oscuros pasadizos. El aterrador grito se sentía en todas direcciones y ya no sabían si seguir avanzando o retroceder.

Al fin llegaron a una recámara por la cual no habían pasado anteriormente, la que conectaba cuatro pasillos; luego de debatir por donde debían continuar, entraron por uno de ellos. Dos hombres iban al frente con sus armas levantadas, mientras eran seguidos de cerca por otros dos que cargaban el cadáver de su compañero y finalmente un quinto hombre cubriendo la retaguardia del grupo. Eso era así hasta que se dieron cuenta que en algún momento, él también había desaparecido sin ruidos y sin dejar rastros. Los estrechos y confusos pasadizos no los conducían a ningún lado, estaban atrapados en un laberinto de muerte sin salida.

Luego de algunos minutos de dar vueltas, llegaron a una recámara mucho más grande que conectaba el pasillo por el que venían con un canal de agua; posiblemente eran las aguas del antiguo alcantarillado proveniente de otras estaciones. Estaban casi seguros de que habían caminado en dirección opuesta a la que entraron; pero no tenían la más mínima intención de regresar por donde mismo, sólo necesitaban encontrar una nueva salida para escapar de ese lugar. Al seguir avanzando, se vieron obligados a cruzar por una pequeña plataforma sobre el canal de agua; unos metros más adelante había una escalera que se conectaba con un nivel superior. Desde ese punto les sería imposible subir el cadáver de su compañero, así que con mucho pesar decidieron dejarlo en aquel lugar.

Uno a uno subieron por la larga escalera hasta que finalmente fue el turno del cuarto hombre. Él se colgó el arma al hombro y comenzó a subir mientras sus compañeros lo esperaban más arriba. Sus manos se afirmaban torpemente en cada peldaño y el miedo hacía que sus rodillas se doblaran de vez en cuando, dando la impresión que en cualquier momento caería al vacío. Ya tenía medio cuerpo en la recámara superior cuando el hombre comenzó a dar gritos desesperados de dolor. Sus compañeros lo sujetaban de las manos sin poder sacarlo de la zona de escaleras y cuando al fin lo lograron, sólo tenían la mitad de su cuerpo sujeto por los brazos. La bestia había desgarrado sus piernas y el hombre se desangró rápidamente ante la mirada aterrada e incrédula de los demás.

Tanto fue el terror y la desesperación, que uno de ellos comenzó a disparar hacia la recámara inferior. Estaba cegado por el pánico y la ira de la situación, al escuchar los gruñidos de la bestia que procedían de abajo, decidió descender para enfrentarla y darle muerte. Con una mano se sostenía de los peldaños metálicos y con la otra sostenía el arma sin dejar de disparar. En medio de su locura, el hombre continuó bajando las escaleras disparando sin cesar hasta agotar sus municiones. Sus compañeros lo observaban desde arriba, parado sobre la plataforma, al pie de la escalera apretando el gatillo a pesar que ya no habían balas en su arma.

De pronto desde el agua se levantó la figura bestial que los había estado persiguiendo y cazando sigilosamente. Lejos de lo que ellos pensaban, no se trataba de un animal salvaje; más bien tenía apariencia de un hombre enorme con mutaciones en sus articulaciones que le obligaban a caminar encorvado. Tenía una gran musculatura y enormes garras en las manos y los pies. El color de su piel era muy pálido y se movía con una velocidad increíble para un cuerpo de su tamaño.

Se abalanzó sobre el hombre y de un zarpazo lo derribó. La situación fue tan repentina que ni siquiera le dio tiempo de escapar, desde el suelo el hombre continuaba intentando disparar sin darse cuenta que ya no tenía municiones. La bestia se acercó velozmente a él y le mordió el cuello hasta darle muerte con gran dolor. Los demás policías no podían creer lo que estaban viendo y sin pensarlo dos veces corrieron por el oscuro pasillo hasta una puerta lateral que los conducía a un largo y amplio túnel. Las luces de sus lámparas se movían sin dirección iluminando levemente la ruta por la que corrían. La pesada puerta rechinó al abrirse y un fuerte olor podrido los envolvió completamente. Ellos se internaron en la habitación mientras el olor del ambiente se impregnaba en su piel.

A medida que avanzaban, sus linternas alumbraban de vez en cuando las paredes, revelando que los túneles se teñían de sangre por todos lados. En el suelo habían rastrojos de huesos que crujían a cada paso que ellos daban y vestigios de ropas que se les enredaban en los pies. Desde lejos, en medio de la penumbra, pudieron divisar una nueva puerta que los condujo a una gran habitación llena de cadáveres, huesos y todo tipo de desechos humanos. Sin duda habían llegado a la guarida de la bestia; habían sido cazados uno a uno hasta ser acorralarlos en ese lugar sin salida.

Los hombres hicieron una pausa e intentaron trancar la puerta con largos trozos de huesos en forma de cuña. Al iluminar hacia el final de la habitación, descubrieron que había una escalera que conectaba con otro nivel superior. Esa podría ser su única salida. Ambos corrieron hasta ella sin detenerse sabiendo que lo más probable era que la bestia los seguía muy de cerca. A medida que subían cada peldaño, comenzaron a escuchar fuertes golpes contra la puerta metálica. La bestia embestía con todas sus fuerzas intentando entrar en la habitación. Paso a paso subieron hasta el final encontrando una enorme tapa metálica que cerraba el acceso a la galería de arriba. Golpe tras golpe la puerta de la habitación sucumbía ante las fuertes embestidas de la bestia, mientras los hombres intentaban desesperadamente levantar la pesada tapa que les impedía salir.

El sujeto que se encontraba más arriba le pasó el arma a su compañero y se acomodó de tal manera de sujetarse con las piernas, mientras con ambos brazos empujaba hacia arriba. En ese momento la bestia derribó la puerta y entró a la habitación; la adrenalina fluía más que nunca por las venas de los desesperados hombres. Aquel que tenía las armas comenzó a disparar mientras su compañero continuaba intentando despejar la salida.

Lentamente el bloque de acero se levantó ante los esfuerzos desesperados del sujeto, mientras la bestia no podía ser alcanzada por los disparos de su compañero. Con mucha habilidad se movía por la habitación gruñendo y eludiendo los disparos, hasta que finalmente recibió un disparo certero en el torso y cayó al suelo. La tapa metálica cedió en el momento preciso y el primer policía logró salir de la habitación, mientras su compañero permanecía expectante afirmado en la escalera y disparando las últimas balas que quedaban en su arma.

Unos segundos permaneció inmóvil esperando alguna reacción de la bestia que yacía tendida de espaldas; al ver que no se movía, procedió a subir los pocos peldaños que le faltaban para salir. Sin embargo no alcanzó a llegar al borde superior, cuando se escuchó el gruñido profundo y aterrador de la bestia que se había incorporado. Con unos grandes saltos  se trepó por las escaleras y sujetó las piernas del hombre que luchaba por subir. Su compañero intentó sostener sus brazos mientras la bestia lo jalaba hacia abajo; las fuerzas de ambos se desvanecían, sus manos se resbalaban centímetro a centímetro y con gran impotencia el hombre vio caer a su compañero escaleras abajo.

Ambos se precipitaron al vacío desde unos seis metros de altura, afortunadamente el policía cayó sobre la bestia amortiguando el golpe. Con lentitud intentó incorporarse la oscuridad lo envolvía por completo, sólo el punto luminoso de su linterna dejaba ver leves penumbras y siluetas estáticas y malolientes. Sabía que no podía intentar subir las escaleras nuevamente sin que la bestia le diera caza y lo matara. Tampoco era una alternativa huir en dirección a la otra habitación; su única salvación era encontrar el arma de su compañero en medio de la oscuridad y darle muerte a la criatura.

Gateando por el suelo viscoso, húmedo y putrefacto movía las manos en una y otra dirección de manera desesperada sin encontrar el arma. Un ronquido quejumbroso lo hizo sobresaltarse, la bestia estaba recuperando la conciencia, sólo sería cosa de segundos antes que lo volviera a atacar. Sus manos rozaron el frío metálico de la pistola y con los de dedos resbalosos consiguió empuñarla. Se tendió de espaldas, inmóvil, esperando que algún ruido o el más pequeño movimiento le indicaran hacia donde debía descargar las balas que le quedaban.

Un nuevo gruñido más largo y lastimero se dejó escuchar, mientras su respiración agitada hacía que sus oídos se taparan de vez en cuando. Sabía que tenía una única oportunidad de salir con vida y que no debía desperdiciar ni un disparo. De pronto sintió que una figura se movía y se incorporaba a no más de dos metros de distancia. La silueta de la bestia se dibujaba a contraluz de manera imponente y aterradora. Casi dos metros de músculos y se erguían como si nada a pesar del duro golpe de la caída. Las manos le temblaban, su garganta se secaba y a lo lejos los gritos de su compañero hacían eco en la habitación.

Esos mismos gritos hicieron que la bestia desviara la mirada hacia arriba y lanzara un rugido aterrador y profundo; como una advertencia final antes de ir por él y cazarlo. Ese rugido estremecedor delató finalmente la posición exacta en la que se encontraba la criatura, el sujeto sostuvo el arma de su compañero con ambas y dando un grito desesperado disparó la carga completa sobre la bestia. Esta vez los disparos fueron certeros y mortíferos; la figura imponente cayó al suelo emitiendo sonidos agónicos que lentamente se fueron perdiendo en la oscuridad. Al fin la pesadilla había terminado aunque habían perdido a cuatro compañeros en esa búsqueda fatal.

La radio de su compañero ya tenía señal en ese nivel y el resto del equipo de rescate se movilizó rápidamente hasta donde ellos se encontraban. Cientos de metros los separaban desde su el punto de entrada hasta donde habían conseguido escapar. Ambos estaban exhaustos, llenos de despojos malolientes, y muy acongojados por la muerte de sus compañeros. En los días posteriores a esa noche y ya sin la amenaza bestial que los atacara, se rescataron los cuerpos sin vida del resto del equipo. Los grandes túneles estaban sembrados de restos humanos y huesos; mientras en la madriguera de la bestia, se calcularon más de cien víctimas de la criatura. Meses después cuando muchos de ellos fueron identificados, se supo que en su mayoría habían sido antiguos funcionarios del metro que se habían dado por desaparecidos.

De la bestia nada se dijo en los medios para no crear pánico en la ciudad y su procedencia desconocida seguirá siendo un misterio por siempre, hasta convertirse en un mito urbano de nuestra ciudad. Pero lo sucedido aquella noche, no será fácil de olvidar por los dos hombres que consiguieron escapar con vida de sus garras.


Publicación reeditada 2013


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..°¤¤°.¸¸.¤´¯`» Freddy
D. Astorga «´¯`¤.¸¸.°¤¤°


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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Uyyyyyy esta buenisima

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